martes, junio 17

Marco Rubio afirma que la violencia política en CDMX es real

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Prepara visita a México con la mira puesta en seguridad y migración

Mientras en México aún se procesa el impacto del asesinato de dos colaboradores cercanos a Clara Brugada, acción que la valiente senadora Lilly Téllez califica de terrorismo, en Washington ya se afilan los discursos diplomáticos con tono de advertencia. Ante la Comisión de Exteriores de la Cámara de Representantes, el secretario de Estado de Donald Trump, Marco Rubio, no se anduvo con eufemismos: “La violencia política allí es real”, dijo sobre lo ocurrido en la Ciudad de México, elevando el caso local a categoría de alerta bilateral.

Rubio confirmó que planea visitar México en las próximas semanas —acompañado de miembros del gabinete estadounidense— con la intención de “concretar” áreas de cooperación, en particular en seguridad y migración. El viaje, aunque presentado como gesto de buena voluntad, lleva el inconfundible sello de la doctrina Trump: más presión, más control y más exigencias bajo el disfraz de colaboración.

En un momento en que el gobierno mexicano intenta mantener la imagen de gobernabilidad en su capital, Rubio no dudó en señalar que los cárteles actúan impunemente en el país utilizando armas provenientes de Estados Unidos —detalle que convenientemente blanquea la responsabilidad compartida—, pero que sirve como argumento para justificar una mayor intervención bajo el pretexto de asistencia técnica.

Sobre el asesinato de la secretaria particular de Brugada y uno de sus asesores, Rubio no escatimó en contundencia: lo calificó como un ejemplo claro de que “la violencia política en Ciudad de México es real”. La frase, lanzada sin anestesia, opera como un mensaje doble: para el gobierno mexicano, una advertencia sobre su incapacidad para controlar su propia casa; para los legisladores estadounidenses, una justificación para intensificar el cerco.

No obstante, el secretario de Estado también se cuidó de mostrar el lado “cooperativo” de la relación: reconoció que México ha mejorado su colaboración en temas de seguridad, especialmente en extradiciones, y aunque “aún hay trabajo por hacer en migración”, subrayó que “están cooperando”.

Traducido del lenguaje diplomático, el mensaje es claro: Estados Unidos reconoce esfuerzos, pero no confía del todo. México, por su parte, parece dispuesto a hacer concesiones para evitar una crisis bilateral… aunque los costos internos —como la erosión del discurso de seguridad en pleno proceso electoral— sean cada vez más difíciles de maquillar.

Mientras tanto, Rubio prepara su visita con una agenda cargada de “colaboración estratégica” que, en la práctica, se traduce en mayor presión sobre un gobierno que apenas intenta apagar el fuego en su propia capital. La violencia política ya no es sólo un problema doméstico: es ahora una ficha más en el tablero de la relación México–Estados Unidos, y uno de los argumentos más útiles para justificar lo que viene.

 

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