martes, junio 17

La austeridad franciscana versión Rancho Santa Fe: vocero de Morena alardea su riqueza

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Arturo Ávila, feroz polemista en medios por la causa de Morena, tiene una propiedad de 4.8 USD

Mientras desde la mañanera se sigue recitando la letanía de la “austeridad republicana” —ya convertida en dogma del obradorismo—, el coordinador de Comunicación de Morena en la Cámara de Diputados, Arturo Ávila Anaya, parece vivir en una realidad paralela… una donde los franciscanos compran y remodelan mansiones en California, EU, como si se tratara de casas de Infonavit.

Según una investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), el vocero del partido guinda es dueño de una propiedad valuada en 4.8 millones de dólares en Rancho Santa Fe, una de las zonas residenciales más exclusivas de Estados Unidos, refugio habitual de celebridades, magnates y políticos de alto calibre. Pero no hay de qué alarmarse —nos dice el propio Ávila—, porque todo está “declarado y en regla”. Faltaba más.

Con un tono que raya entre la burla y la arrogancia, el legislador no negó la información, sino que la presumió: “Que fui empresario exitoso. Que tengo propiedades. Que soy morenista”. Todo en orden, según él. Incluso se dio tiempo de ironizar: “¡Denles el Pulitzer!”, escribió en sus redes sociales, como si lo escandaloso no fuera el contenido del reportaje, sino la osadía de exhibirlo.

Lo que verdaderamente irrita —según Ávila— no es la evidente contradicción entre su tren de vida y la prédica de su partido, sino su “eficiente” labor como vocero en San Lázaro. Porque, claro, en el México de la 4T, el pecado no es vivir como junior, sino que te lo descubran.

Así, mientras el ex presidente López Obrador exigía a los mexicanos apretarse el cinturón y llamaba a vivir con lo “estrictamente necesario”, el vocero legislativo se pasea entre albercas climatizadas, jardines diseñados por paisajistas y vecindarios donde los obreros solo entran para cortar el pasto. ¿Y la pobreza franciscana? Bien, gracias.

Pero no hay que preocuparse. En la narrativa guinda, todo se justifica cuando se hace en nombre del pueblo. Hasta tener casas de lujo en el extranjero.

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