
¿Se reproduce a nivel local la disputa de poder que, desde Palenque, se mantiene contra Sheinbaum?
Las apariencias suelen ser engañosas, pero la insistencia con que un medio de comunicación local del Valle de Toluca editorializa sobre la gestión de la gobernadora Delfina Gómez, comienza a delinear una narrativa que no puede ignorarse. En ese relato subyace la sospecha de que ciertos sectores del morenismo mexiquense —particularmente los encabezados por Horacio Duarte y Francisco Vázquez— estarían utilizando ese canal para presionar o incluso minar políticamente a la mandataria estatal.
Llama la atención, por ejemplo, que el propio secretario general de Gobierno responsabilice, en entrevista, a su jefa directa por el conflicto universitario más grave de los últimos tiempos, al afirmar que se originó porque ella se negó a “dar línea” en la sucesión de la Rectoría. ¿Se trata de una indiscreción calculada o de una torpeza política?
Más desconcertante aún es que, en el resumen editorial del mismo medio sobre la entrevista al secretario Duarte, se subraye que él habría dicho que “tenemos gobernadora para rato” y que “la maestra no piensa renunciar”. ¿Por qué habría que decirlo si no existiera al menos la insinuación de lo contrario?
Recientemente, esa misma plataforma publicó un editorial cuestionando la pasividad del gobierno de Delfina con una serie de interrogantes punzantes tendientes a presionarla para que haga cambios inmediatos en su gabinete:
“¿Por qué la gobernadora no ajusta su gabinete? ¿Puede un gobierno transformador sostener un gabinete que no transforma nada? ¿Cuánto cuesta, en términos de legitimidad, mantener a quienes solo administran inercias? ¿No es acaso una forma de complicidad permitir que el desgaste lo capitalice la oposición? ¿Es prudencia o parálisis la que impide separar a quienes no sirven ni suman?”
Y rematan con una “moraleja” lapidaria:
“A veces, lo que se llama paciencia es solo miedo disfrazado de virtud”.
Pero apenas un día después, el mismo medio giró bruscamente el timón:
“Cambios con bisturí, no con machete”, titula ahora, para elogiar lo que describe como un proceso quirúrgico y metódico de reconfiguración del gabinete. “Delfina no improvisa, no grita, no humilla. Pero sí remueve”, afirma el editorial, en tono laudatorio.
¿Qué ocurrió entre una publicación y otra? ¿Presumen que sus críticas surtieron efecto o hubo un llamado al orden desde el entorno de Duarte? En cualquier caso, lo que asoma es una disputa soterrada que recuerda, en lo local, las tensiones que a nivel nacional oponen al llamado obradorismo duro, liderado desde Palenque, con el mandato -acosado por el machismo-, de doña Cludia Sheinbaum.
El mensaje entre líneas parece claro: el control político del estado sigue siendo objeto de disputa, incluso dentro del mismo movimiento, independientemente de la libertad absoluta que todos los medios deberíamos disfrutar.
Como analista de prensa respeto profundamente el derecho que tiene cualquier medio de manejar su línea editorial como le venga en gana, pero también ejerzo mi derecho de analizarlo, sobre todo cuando funcionarios públicos del más alto nivel parecen servirse de él para una presumible asonada blanda contra la gobernadora, a la que, definitivamente, sí le urge hacer cambios, pero en su área de Comunicación Social.