Irrumpe en Michoacán el “Ejército Purépecha”. AL GRANO. Por Jesús López Segura

Una nación al borde: Integralia registra 112 asesinatos políticos en 253 incidentes en 6 meses
El surgimiento del autodenominado Ejército Purépecha de Libertad Michoacana y el alarmante repunte de la violencia política durante el primer semestre de 2025 son dos expresiones de un mismo fenómeno: el Estado mexicano está perdiendo el control territorial y político en amplias regiones del país, mientras el crimen organizado consolida su dominio mediante la violencia, la extorsión y la captura institucional.
En Michoacán, once figuras encapuchadas —alegando representar el hartazgo social— irrumpieron en escena para advertir al gobierno que, de no asumir de inmediato el control de la seguridad, lo harán ellos por su cuenta. Su mensaje, emitido desde la clandestinidad, pero con claridad política, denuncia la connivencia de autoridades municipales con grupos criminales, al tiempo que traza una ruta de acción armada desde Cotija hacia el corazón del estado. No se presentan como autodefensas tradicionales, sino como una resistencia purépecha que rechaza cualquier “contaminación” partidista o criminal.
Este desafío abierto a la autoridad institucional ocurre en un país donde —según Integralia Consultores— la violencia política ya se ha cobrado 112 vidas en apenas seis meses, en un total de 253 incidentes. El 79% de estos actos violentos ocurre en el nivel municipal, el más frágil y penetrable por los intereses del crimen organizado. Y aunque Morena es el partido con más víctimas, los ataques no discriminan filiaciones: afectan a funcionarios, aspirantes, e incluso a figuras sin militancia partidista.
Así, mientras surgen nuevos grupos armados que acusan a las autoridades de colusión y se erigen como alternativa de seguridad, los grupos criminales operan con creciente eficacia desde dentro de las propias instituciones. La ecuación es insostenible: por un lado, el Estado pierde legitimidad frente a comunidades desesperadas que optan por armarse; por otro, las mafias disputan y capturan el poder local, no con discursos, sino con balas.
El país se acerca a un punto de quiebre. El silencio de los gobiernos estatal y federal frente al surgimiento del Ejército Purépecha solo acentúa la percepción de vacío de poder, mientras las estadísticas de Integralia advierten que la violencia ya no es solo un síntoma, sino parte estructural de un modelo político colapsado en varias regiones. Si no se restablece pronto la autoridad del Estado con legitimidad, justicia y eficacia, serán otros —armados, impunes o desesperados— quienes tracen el destino.