viernes, agosto 15

INEGI y el aplausómetro presidencial. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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¿Qué ganan con tratar de engañar a la gente en forma tan silvestre?

Entre la cascada de cifras relucientes que últimamente lanza el Inegi —ese oráculo estadístico que tanto le gusta a la presidenta Sheinbaum porque parece diseñado para apuntalar el mantra oficial de que “todo va muy bien”—, ayer saltó a la vista un contraste que desnuda la otra cara de la 4T, como señala en su columna, Serpientes y Escaleras, uno de los comentócratas más destacados, Salvador García Soto.

Por un lado, el instituto reportó en su Informe sobre Pobreza Multidimensional que 8.3 millones de mexicanos salieron de la pobreza entre 2022 y 2024, bajando de 46.8 millones a 38.5 millones. La presidenta, radiante, no sólo presumió el dato en su mañanera, sino que hasta se desbordó de entusiasmo con un grito emocionado: “¡Que viva la Cuarta Transformación!”.

Pero hubo otro dato, enterrado en el mismo reporte, que —¡oh sorpresa!— no mereció porra alguna: en el sexenio de López Obrador se duplicó el número de mexicanos sin acceso a servicios de salud pública. En 2018, el 16.2% de la población —20.1 millones de personas— estaba sin cobertura médica. Para 2024, tras el fiasco del Insabi, las crisis de medicamentos y el fracaso del IMSS-Bienestar, la cifra se disparó a 34.2%: 44.5 millones de mexicanos desamparados sanitariamente, muchos de ellos expulsados del sistema por la desaparición del Seguro Popular.

Es decir, quizá los programas sociales logren que algunos pobres sobrevivan con un poco más de dinero en el bolsillo —lo suficiente para no aparecer en la estadística más lacerante—, pero no para garantizarles un derecho básico como la salud. Al contrario: el modelo de transferencias y ocurrencias sanitarias parece condenarlos a un sistema público cada vez más raquítico, donde hasta los que sí tienen “cobertura”, en realidad reciben servicios tan deficientes que ni los curan ni les dan medicinas, y terminan, si bien les va, atendidos en la farmacia de la esquina, como señala García Soto.

No creo sinceramente que la emocionada mandataria ignore el brutal contraste referido, a saber, que muchos salieron del umbral de pobreza por los centavitos en el bolsillo que les permitieron superarlo, pero muchísimos más se hundieron en la miseria porque no tienen acceso ya no digamos que aun servicio de salud “mejor que el de Dinamarca”, sino mínimamente decente. Desde luego que doña Claudia fue informada del detallito que le mosqueaba el entusiasmo, y tal vez evaluó con sus consejeros la estrategia, por así decir, de ignorarlo para dar rienda suelta al festín de demagogia que algún día le rebotará en lo que le quede de conciencia y no la dejará dormir. ¿Qué ganan con tratar de engañar a la gente en forma tan silvestre?

 

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