Corrompí a militares y políticos desde Echeverría, hasta AMLO: “El Mayo”. AL GRANO Por Jesús López

Sheinbaum responde indiferente, confiada: “No nos preocupa. Si hay pruebas, que la FGR las atienda”
Ismael “El Mayo” Zambada, viejo patriarca del cártel de Sinaloa, cantó finalmente en un tribunal de Brooklyn: reconoció que durante más de cincuenta años construyó un imperio criminal a fuerza de cocaína, violencia y corrupción. No habló en abstracto: detalló que compró policías, militares y políticos de su país, con lo cual admitió, sin rodeos, la podredumbre de los aparatos del Estado mexicano bajo distintos gobiernos y partidos.
El capo de 75 años, que inició como sembrador de marihuana en 1969, confesó haber traficado millón y medio de kilos de cocaína y generado cientos de millones de dólares anuales, a costa de miles de muertos. Y lo dijo de pie, con uniforme de reo, en el mismo tribunal donde se hundieron El Chapo Guzmán y Genaro García Luna. Aceptó su responsabilidad, pidió perdón a las víctimas y dejó entrever que el Departamento de Justicia estadounidense pactó con él para evitar un juicio público que habría puesto en evidencia, con pelos y señales, los vasos comunicantes entre el crimen organizado y el poder político en México, simbiosis sin la cual es impensable el imperio del terror que priva en el país.
Pero mientras en Nueva York ardía la verdad, en Palacio Nacional reinaba la indiferencia. Claudia Sheinbaum, presidenta de México e incondicional heredera política de Andrés Manuel López Obrador, se limitó a declarar que a su gobierno “no le preocupan” las palabras de Zambada. Como si la admisión de haber corrompido a las fuerzas armadas y a los políticos mexicanos durante medio siglo fuera una anécdota sin importancia.
La mandataria zanjó el asunto con un lacónico: “si hay pruebas, que la FGR las atienda”. Una respuesta que más parece un salvavidas burocrático que un compromiso real frente a la gravedad del señalamiento. Después de todo, el “padrino político” de Sheinbaum cimentó buena parte de su narrativa en la austeridad republicana y la supuesta limpieza de las instituciones castrenses.
Mientras en Estados Unidos se redacta la sentencia de uno de los capos más poderosos de la historia, en México se opta por mirar hacia otro lado. Porque reconocer lo dicho por El Mayo implicaría abrir la caja de Pandora de la complicidad entre Estado y narco, una caja que ni la Cuarta Transformación se atreve a destapar. Al final, parece que la “novedad” de este régimen no consiste en acabar con la corrupción, sino en normalizarla con absoluta tranquilidad.