¿Ricardo Moreno se disculpa por abusos de su policía? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Una nota publicada por Veneranda Mendoza en Proceso, el fin de semana, lo sugiere, pero…
Una nota de Proceso de este fin de semana perfila una suerte de disculpa del alcalde toluqueño Ricardo Moreno Bastida, quien parece haber cedido a la presión de las redes sociales por los abusos de sus policías municipales durante los eventos conmemorativos del 2 de octubre en la capital mexiquense. Pero en realidad se trata de una nueva mascarada de quien presume tener identificados a los provocadores, aunque no mueve un dedo para detenerlos, y sí los usa como pretexto para reprimir las legítimas manifestaciones juveniles.
“Bien por el alcalde”, pensé cuando vi la nota firmada por Veneranda Mendoza, corresponsal del semanario en el Valle de Toluca. Busqué las declaraciones en video, sin embargo, y encontré un resumen en TikTok de su conferencia de prensa —a la que llama La Toluqueña o La Choricera, o algo así—, y no me pareció muy compungido.
Dijo que repondría los equipos dañados a los reporteros, pero aclaró que algunos de ellos no llevaban —o no hacían visible— su identificación, lo que, implícitamente, le sirvió para justificar la agresión. Así que no se trataba de una disculpa, como sugería la reportera de Proceso en el estilo de su nota, sino de una autoafirmación del alcalde en su vocación represiva.

“La fuerza pública se deja golpear para no ser acusada de represión. Pero el resultado es el mismo: una marcha convertida en escenario de violento vandalismo ritual”, escribe Carlos Seoane en su colaboración “La impunidad enmascarada del 2 de octubre” en El Universal de hoy.
Y continúa:
“Cada año —repito, cada año— ocurre lo mismo: las bestias llegan, actúan, desaparecen. Nadie las detiene. Nadie las investiga. Nadie las identifica. Y el Estado, en su pasividad, termina siendo cómplice por omisión.
La estrategia de ‘contención’ se ha convertido en un espectáculo predecible donde todos pierden: los manifestantes pacíficos, los policías, los comerciantes, los reporteros, la imagen del gobierno y la memoria misma.
La memoria histórica se defiende con verdad, con respeto, con conciencia de lo que significó aquella fecha. Lo que vimos fue lo contrario: una jornada emblemática convertida en un ritual de auténtica impunidad. Los encapuchados no protestan contra el autoritarismo: lo imitan, solo que desde las sombras.
¿Quién organiza, financia o protege a estos grupos? ¿Por qué logran escapar cada año, como si fueran fantasmas? ¿Qué sentido tiene permitir que la memoria del 68 se repita en forma de vandalismo? Son preguntas que el gobierno prefiere no responder, quizá porque hacerlo implicaría aceptar que la estrategia de ‘no represión’ se ha convertido en una política de abandono.

Un Estado serio haría lo contrario: identificaría, infiltraría y desarticularía a los grupos violentos sin criminalizar a los manifestantes pacíficos. Protegería los comercios que generan empleos y pagan impuestos, y dejaría claro que la memoria se honra con justicia, no con saqueo.
El 2 de octubre no se olvida. Pero nuevamente fue vaciado de memoria y lo llenaron de humo, vidrios rotos y policías ensangrentados.”
Tales reflexiones le vienen como anillo al dedo a Ricardo Moreno, porque ha tenido la desfachatez de reconocer públicamente que tenía identificados a los provocadores -así llamó a los jóvenes que generaron el reciente conflicto universitario- y a quienes les giran instrucciones, pero no movió un dedo para detenerlos.
Esos porros le prestan un servicio invaluable a las autoridades que reprimen los movimientos sociales, pero no quieren aparecer ante la opinión pública como represores. Incluso tiene sentido sospechar que ellos mismos los financian. ¿La eterna complicidad inconfesable derivada de los “abrazos, no balazos”?
La cereza en el pastel, que retrata de cuerpo entero a Moreno Bastida, fue su lapsus declarativo al justificar que la policía municipal agredió a quienes grababan “porque no se identificaron como periodistas”. ¿Desde cuándo es un delito grabar en la vía pública, seas o no representante de un medio de comunicación?
El alcalde toluqueño pretende disfrazar de autocrítica lo que en realidad es soberbia autoritaria. Y mientras tanto, los mismos encapuchados seguirán actuando con total impunidad, sabiendo que su mejor protección no son las sombras o sus máscaras, sino el silencio cómplice del poder que los necesita cada año para justificar su inocultable vocación represiva.





