Alcaldesa de Apatzingán, Fanny Arreola, pide que le canten narcocorrido. AL GRANO. Por Jesús López

‘De coca y de hierba mala van las trocas bien cargadas’… reza la rola favorita de la edil morenista
Apatzingán, tierra caliente —literal y figuradamente—, vuelve a los titulares no por una estrategia de seguridad, sino por el gusto musical de su alcaldesa morenista, Fanny Arreola, quien tuvo la brillante idea de pedir que le dedicaran un narcocorrido… justo cuando su municipio vive una ola de asesinatos, secuestros y balaceras diarias.
En pleno evento público, con sonrisa de reina de feria y escoltada por el grupo Los Originales de San Juan, la edil pidió personalmente que le interpretaran “La Raza Michoacana”, esa pieza de folclor criminal que exalta las “bondades” del trasiego de coca y marihuana, presume el poder de los cárteles y menciona —para rematar— a Apatzingán y El Aguaje, cunas históricas del narcotráfico en Michoacán.
“Me dijo la presidenta: cántame este corrido”, reveló el vocalista en vivo, con el aplauso de la propia Arreola, que parecía no haber leído la letra que inicia con la poética frase: ‘De coca y de hierba mala van las trocas bien cargadas’.
El detalle habría pasado como simple anécdota de cantina si no fuera porque Apatzingán vive hoy una auténtica guerra interna. Apenas hace unos días, Bernardo Bravo, líder limonero, fue hallado asesinado y torturado, presuntamente por el grupo criminal Los Blancos de Troya. En los últimos meses, la región ha acumulado cifras de violencia que harían sonrojar a las autoridades más cínicas.
Pero la alcaldesa, en vez de convocar a una reunión urgente con el gabinete de seguridad, prefiere el karaoke del narco. Lo suyo no es la estrategia, sino el espectáculo.
Y por si la ironía fuera poca, la escena se dio unas semanas después de que el propio gobierno de Michoacán prohibiera los narcocorridos por decreto, en un intento (fallido) de no seguir glorificando la cultura del crimen. Fanny, fiel al espíritu de la 4T, parece entender la ley como algo “interpretativo”: prohibido para los demás, permitido para la autoridad.
No faltará quien defienda el numerito como “una manifestación cultural”, pero cuesta creer que una funcionaria pública, cuya obligación es cuidar la imagen institucional y la paz de su municipio, celebre con una canción que glorifica el tráfico de drogas y la impunidad de los cárteles.
Lo más grotesco es que días antes la propia alcaldesa se había quejado amargamente de no haber sido invitada a una reunión de seguridad encabezada por Omar García Harfuch, reclamando además que ella no cuenta con vehículos blindados, a diferencia de los altos mandos federales. “Yo me tengo que quedar aquí”, dijo entonces, como mártir del abandono institucional. Y vaya que se quedó: no para atender la crisis, sino para pedir que le canten “La Raza Michoacana”.
Mientras tanto, Apatzingán sigue siendo —como desde hace décadas— el escenario perfecto donde el Estado mexicano canta su desafinada tragedia.





