La Dictadura Imperfecta. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

La increíble y triste historia de la cándida Claudia y su padrino desalmado
Dice doña Claudia que se equivocan quienes afirman que AMLO abrazaba a los criminales. No. De lo que se trata —expresó en su mañanera con rostro de angustia contenida— es de abrazar a los jóvenes para evitar que se sumen a las filas de los cárteles.

¿Y el saludo respetuoso a la mamá del Chapo, perdón, del señor Guzmán Loera? ¿Y la liberación de su hijo Ovidio luego del Culiacanazo? ¿Y la irritación de meses contra Estados Unidos por la captura del Mayo Zambada? ¿Y la amenaza de ruptura por la detención del general Cienfuegos? ¿Y los innumerables testimonios del financiamiento narco a sus campañas? ¿Y el huachicol fiscal? ¿Y la instalación de La Barredora en la Secretaría de Seguridad de Tabasco por cuenta de su “hermano” Adán?
Pero, por encima de todos esos indicios inequívocos de complicidad con los criminales, ¿cómo explica doña Claudia la instrucción permanente a las fuerzas de seguridad —civiles y militares—, a lo largo de todo el sexenio anterior, de no intervenir aun cuando poblaciones enteras estuvieran cercadas por cárteles que no les permitían siquiera ir por provisiones?
¿Cuántas veces se reportó que la Guardia Nacional recibía suministros y agua vía helicóptero en sus cuarteles, donde permanecían encerrados por el cerco narco, mientras la población era simplemente abandonada a su suerte?

Y para no ir más lejos, ¿cuántas veces se ignoró el llamado de auxilio del heroico alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, antes de que lo asesinaran?

Esta nueva ocurrencia de nuestra despistada presidenta surge, probablemente, luego de una noche de insomnio, masticando el informe de que el asesino material de Manzo fue un chavo de 17 años. Claro —se dijo tal vez a sí misma—: “mañana voy a explicar que los abrazos y no balazos estaban dirigidos a los jóvenes, no a los criminales. Así quizá mi padrino me perdone los excesos de Omar”.
Pobre doña Claudia. Debe ser terrible pagar los costos del ejercicio del poder sin gozar de sus beneficios. Sentir que su presidencia es prestada. Por eso se ve tan desencajada.

Que Monreal y compañía le tiendan la cama con la revocación de mandato, y que la iniciativa de Alfonso Ramírez Cuéllar para librarla de ese golpe constitucional de Estado, no prospere.
Debe ser muy triste sentirse manoseada públicamente, cuando los mismos guardias que deberían cuidarla la convencieron previamente de acudir a su cita caminando por el centro de la ciudad para ahorrarse quince minutos: los más humillantes de su vida. Que senadores, diputados y hasta su secretaria de Gobernación pasen por el tamiz de Palenque todas sus decisiones.

Que tenga que salir a destiempo con el plan peñista de rescate a Michoacán, cuando ya medio mundo la señala como la cruel y desalmada responsable directa de la masacre contra ese gran héroe nacional. O, de plano, que la viuda de Carlos Manzo, con todo y su corazón destrozado, tenga la gallardía inaudita de darle una lección irrefutable de dignidad personal.
En la dictadura perfecta, las corrientes conservadora y nacionalista revolucionaria del PRI se alternaban en el ejercicio de la Presidencia de la República. Así llegaron al poder personajes contrastantes como Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán, o Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.

Fue De la Madrid quien cerró la puerta a esa alternancia, imponiendo una dictadura imperfecta de treinta años de neoliberalismo salvaje con gobiernos conservadores del PRI y del PAN.
Los morenistas no son otra cosa que los viejos militantes de la corriente nacionalista del PRI —con algunas adhesiones de izquierda moderada y de saltimbanquis deleznables del propio PRI y de otras formaciones políticas oportunistas— que retoman el poder y, en revancha, quieren instaurar otras tres décadas de dictadura imperfecta.
“Imperfecta” porque, simple y llanamente, dejan de escuchar a los opositores e imponen sus mayorías a rajatabla, hasta que el hartazgo ciudadano decide expulsarlos por el voto —cuando la dictadura está encabezada por los conservadores—, o por la rebelión, cuando la dictadura es de izquierda, dada su proclividad a mantenerse en el poder indefinidamente mediante la eliminación de cualquier vestigio de contrapesos “democráticos”.

Don Andrés, el cacique presidencial, advirtió que se mantendría alejado del poder en Palenque, siempre y cuando no hubiera una causa grave que requiriera su regreso, como una invasión extranjera, por ejemplo. Así lo dijo.
Donald Trump está a punto, al parecer, de darle el pretexto idóneo para su retorno, que coincidentemente ya prepara AMLO con la presentación de su nuevo bodrio “best seller” por la publicidad desbordada con recursos públicos.





