miércoles, octubre 29

Otro arancelazo de 30% de EU contra México. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Trump exige que Sheinbaum entregue a narcopolíticos, pero ella lo reta brindándoles espaldarazos

Después de meses de advertencias más que claras —y no precisamente susurradas—, Donald Trump decidió pasar del berrinche diplomático al sablazo económico. Con su característico tono de matón de barrio, el presidente estadounidense impuso un arancel del 30% a todas las importaciones mexicanas, acusando a México de seguir permitiendo que los cárteles conviertan a Estados Unidos en un “parque de juegos del narcotráfico”, lo cual, por desgracia, es enteramente cierto. Una medida brutal que arranca el 1 de agosto y que, fiel al estilo chantajista del magnate, podría subir aún más si Claudia Sheinbaum osa aplicar represalias.

Lo que indigna a Trump —y que repite hasta la náusea en su carta a la presidenta mexicana— es que, pese a reconocer cierta cooperación, México “no ha hecho lo suficiente”. La gota que colmó el vaso: más de 250 mil muertos estadounidenses por sobredosis de fentanilo durante la 4té, tragedia que Trump carga sin ambages sobre los hombros del vecino del sur, a quien responsabiliza por “fallar” en el control de los cárteles.

La respuesta de México, por ahora, es seguir en la mesa de negociaciones. Sheinbaum, que apenas comienza a acomodarse en la silla presidencial, optó por no escalar el conflicto, consciente de que el 80% de las exportaciones mexicanas depende del apetito estadounidense. El mensaje es resistir sin romper, a pesar de que las consecuencias económicas ya se sienten, sobre todo en la industria automotriz, el acero y el tomate, que serán golpeados con aranceles adicionales.

Mientras la incertidumbre frena inversiones y tumba empleos, la advertencia de Trump resuena como un eco de su primer mandato: si no hacen lo que yo digo, les va peor. Sheinbaum, por su parte, deberá decidir si mantiene la apuesta fallida por el diálogo a toda costa, eludiendo la legítima demanda trumpiana de dejar de abrazar a narcofuncionarios corruptos, o si finalmente toma cartas más firmes frente a la herencia maldita que le dejó su antecesor.

Julio Hernández López, periodista que difícilmente puede ser catalogado como “opositor”, lo dice sin ambages en su Astillero del medio oficialista La Jornada:

“La presión trumpista podría ser el punto de apoyo que permitiera a la presidenta Sheinbaum deshacerse de personajes que le fueron impuestos, como cuotas de compensación por el proceso de las corcholatas (Ricardo Monreal en San Lázaro, Adán Augusto López Hernández en el Senado y el propio Ebrard en Economía), o como continuidad administrativa en secretarías y direcciones importantes. También ganaría mucho la Presidenta si se deshiciera de ciertos cargos partidistas y reafirmara la condición personalísima del ejercicio del Poder Ejecutivo federal.”

Pero en lugar de entregar a los políticos a todas luces cómplices y socios de los narcos, ya no digamos que por las presiones del decadente imperio, sino por un mínimo de responsabilidad frente al pueblo de México, la mandataria decide ir a darle un espaldarazo a los gobernadores de Sinaloa, Sonora y Baja California justo en el fin de semana en el que Ovidio Guzmán se declara culpable de los delitos por los que fue extraditado, y empieza a soltar la sopa.

Esto es interpretado por Raymundo Riva Palacio en su columna de hoy de El Financiero como un error de la mandataria, pero en realidad refleja la clara intención de Sheinbaum de jugársela con el ex presidente AMLO hasta el final, cuando Trump nos arrastre en sus patadas de ahogado.

Pésimamente asesorada, Sheinbaum se pone al tú por el tú con el abogado de Ovidio Guzmán -que la acusa de ser la publirrelacionista del Cártel de Sinaloa– y se retrata con el gobernador de Sonora, a días de que el muy cínico publicó notas falsas de que había asistido a una reunión en terreno estadunidense, donde, gracias precisamente a ese montaje descarado, ahora sabemos que ya tiene prohibido el acceso, so pena de ser aprehendido. ¿Pero qué necesidad… o más bien necedad?

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