lunes, diciembre 2

Confronta Ciro Gómez Leyva al presidente de la Fundación Rosenblueth, Enrique Calderón Alzati: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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La Consulta sobre el NAICM “no es mínimamente aceptable”: Federico Berrueto

https://youtu.be/7u6I12ArpBw

 

 

Ciro Gómez Leyva, quizá el más agresivo representante del “periodismo militante en favor de la opción Texcoco” para el NAICM, convoca esta mañana, en una mesa de discusión, a Enrique Calderón Alzati, presidente de la Fundación Rosenblueth -y encargado de la consulta sobre el NAICM-, con la clara intención de confrontarlo con uno de los encuestadores consentidos de los medios neoliberales de la televisión mexicana, Federico Berrueto, del “Gabinete de Comunicación Estratégica” -a pesar de sus frecuentes fallas en la capacidad prospectiva de sus instrumentos estadísticos-, y con Alejandro Moreno, Director de Encuestas de El Financiero.

El meollo del argumento de Ciro tiene que ver con el litigio que la mayoría de los medios neoliberales -comprometidos tendencio$amente con el proyecto Texcoco– han estado manifestando con terca obcecación: la gran probabilidad de que consulta y encuesta choquen en sus resultados, por un lado, y su ansiedad por saber qué decisión se tomaría en ese caso.

Han insistido hasta el cansancio en que la muestra para la consulta no es representativa y que tal ejercicio saldría sobrando en la medida en que varias casas encestadoras “prestigiosas” ya han determinado que la gran mayoría de los opinantes se inclina, de cualquier modo, por Texcoco.

En este punto están atorados tirios y troyanos. Unos con la pretensión pseudocientífica de que las encuestas son inapelables y, otros, desdeñando el rigor metodológico que debería tener la consulta y que, desde el punto de vista técnico, efectivamente, no lo tiene, cuestión que ha aceptado sin ningún reparo el propio don Enrique Calderón Alzati, como corresponde a su bien ganado prestigio de científico social.

Así las cosas, no me queda más remedio que entrar al aburrido enfoque epistemológico que todos parecen eludir porque no se dan cuenta, o deliberadamente excluyen de la discusión -por los intereses creados que condicionan sus posturas antagónicas- de que, en ciencias sociales -a diferencia de las ciencias exactas- es fundamental distinguir los diferentes niveles en los que se ubican “la técnica”, por un lado, y “el método”, por el otro.

Una encuesta, por muy bien elaborada y aplicada que sea, no es más que un instrumento meramente técnico que invariablemente debería usarse para incorporarlo como tal, es decir, como un elemento adicional dentro del complejo análisis en que deben basarse las decisiones “metodológicas” en el ámbito de lo social y, por ende, gubernamental.

La encuesta es un instrumento constreñido -incluso en el caso de que se haya diseñado y aplicado con absoluto rigor técnico, lo que, por lo demás, rara vez ocurre en nuestro país- a una fotografía instantánea de las preferencias de un sector representativo del universo, ciertamente, pero en un momento dado, lo que puede variar, incluso drásticamente, de un día para otro.

Están limitadas, pues, a un instante del tiempo social y de ninguna manera deben ser determinantes, por tanto, para decisiones trascendentes y periodos prolongados. Pero, adicionalmente, hay que entender que las encuestas siempre están condicionadas en temas que involucren muchos intereses creados -hasta grados que no se pueden ignorar- por las líneas de difusión que marquen los medios hegemónicos, principalmente los electrónicos, antes de que se apliquen esos instrumentos estadísticos.

Así, una consulta nacional para, por ejemplo, aplicar la pena de muerte, podría arrojar resultados completamente distintos en un lapso muy corto de tiempo si los medios difundieran poco antes de la consulta conmovedores reportajes sobre el macabro quehacer de un feminicida serial como “El Monstruo de Ecatepec“.

De igual manera, una nueva consulta o encuesta podría revocar la pena de muerte, en otro ejemplo hipotético, si se difundiera masivamente el documental “Presunto Culpable” o el reciente reportaje que deja en claro cómo los juzgadores mexicanos toman decisiones completamente subjetivas, derivadas de sus prejuicios personales sobre raza, religión y muchos otros factores.

Si la gente se diera cuenta de que en México la justicia está en manos de burócratas muchas veces irresponsables y, a menudo, corruptos, difícilmente dejarían en sus manos la capacidad de decidir si un reo, muy probablemente inocente, vive o muere, a manos de semejantes administradores de “justicia”.

De ahí la importancia de la revocación de mandato que promueve López Obrador quien, al parecer, ha entendido a cabalidad que los instrumentos estadísticos en que basan sus decisiones los gobiernos neoliberales son completamente subjetivos y encima están inducidos severamente por las campañas periodísticas que ellos mismos, los tomadores de decisiones, mandan a hacer con sus jilgueros de la prensa hegemónica, a la que pagan millonadas y les mantienen sus concesiones de lujo.

Las decisiones basadas en encuestas ciertamente “representativas” de la opinión de la gente, están condicionadas, en suma, por la falta de rigor metodológico en otro de los niveles fundamentales de la ciencia social crítica, es decir no “positiva” o “funcionalista”, basada en principios epistemológicos en los que se considera que la “observación” del objeto de estudio no es ni con mucho aséptica, sino que, por el contrario, el sujeto interviene directamente en la alteración de ese objeto en un nivel que Ciro Gómez y sus cómplices “encuestadores” jamás van a reconocer, porque de eso viven.

 

Al periodismo neoliberal militante, como el que practican Gómez Leyva y un sinnúmero de conductores de televisión para conservar su puesto, sólo le preocupa que estadísticamente la muestra esté bien seleccionada y el cuestionario sea relativamente congruente, pero ignoran irresponsablemente el hecho sociológicamente relevante de que la opinión emitida en un momento dado, está invariablemente contaminada por la campaña publicitaria a modo que ellos mismos elaboran en su perversa y masiva invasión, por encargo, del objeto de “estudio”.

Desde luego que si la gente se vuelca en las mesas de consulta a votar en contra del proyecto Texcoco y ello entra en contradicción con los resultados de la encuesta, representaría un fenómeno social digno de ser interpretado para la toma de decisiones.

Y una probable interpretación, rigurosamente sociológica, sería que en la encuesta vota a favor una inmensa mayoría simplemente por la campaña que durante meses han estado financiando en las televisoras los empresarios interesados en el millonario proyecto que podría traer consigo una catástrofe ecológica más a los Valles de Texcoco y de México. Pero cuando se convoca a la gente que no se deja influenciar por ese tipo de campañas para que opine, a que participe en las decisiones de gobierno, entonces de vuelca con el entusiasmo que merece la esperanza de detener un proyecto devastador para el hábitat pero que grupos neoliberales insaciables promueven por puro y simple interés personal.

¿Cuál dato, cual indicador, ambos obtenidos con rigor metodológico, debe pesar más sobre la decisión de un gobierno auténticamente democrático?

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