lunes, mayo 20

Polémica hace más popular a Félix Salgado: Morena. Por Jesús López. LA VERSIÓN NO OFICIAL

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AMLO podría pasar a la historia como el promotor abierto de un peligroso violador

Parece que la polémica desatada por la postulación de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero por cuenta de Morena, luego de las denuncias por violación y acoso sexual de varias de sus presuntas víctimas, lejos de perjudicar al controvertido personaje, terminó beneficiándolo, según destaca en una nota de portada el diario Reforma, citando fuentes de la dirigencia misma de Morena.

En primera instancia y para entender este extraño fenómeno que resalta el diario de referencia, podría aplicarse el concepto bien difundido de que la publicidad, aunque sea negativa, suma. Pero tratándose de un asunto tan denigrante, es decir, que se le presente mediáticamente como violador múltiple, no resulta fácil aplicar esa fórmula. Tiene que haber algo más que explique cómo es posible que suba la popularidad de un hombre señalado como violador, un rubro de la delincuencia particularmente odioso en cualquier país civilizado. ¿Entonces?

La respuesta obvia apunta hacia el respaldo presidencial. Es tan influyente la voz de don Andrés Manuel entre los sectores más fieles de sus devotos seguidores que, con el simple planteamiento de que “tratan de lincharlo mediáticamente”, repetido en dosis adecuadas en las Mañaneras, ha sido capaz de purificar al presunto violador. Incluso lo comparó con su héroe favorito, Francisco I. Madero, al recomendar un libro del caricaturista Rafael Barajas, “El Fisgón”, sobre linchamientos.

Está tan arraigado el machismo en este país que -con el apoyo institucional adecuado- cualquier violador profesional de mujeres puede ser visto con tolerancia e incluso ser admirado por su pretendida “virilidad extrema”. De ahí quizá el apodo de “Toro sin cerca” que los hinchas de este presunto delincuente le han conferido sin ocultar mucho su secreta admiración.

López Obrador ha dicho también que “lo que querían” sin especificar quiénes, era que él descalificara a Salgado Macedonio, como si fuera un cacique, para luego refrendar que es un demócrata, lo que para los fanáticos de don Andrés significa, simple y llanamente, que si la ciudadanía vota por un mono, entonces el gobernador tendrá que ser el chango que la mayoría impuso, independientemente de cualquier otra consideración.

Por añadidura (o para más joder como diría Venancio), el Presidente López Obrador puso en duda en su conferencia de hoy la existencia misma de las 5 denuncias por violación que pesan sobre su delfín para Guerrero, e inclusive, deslizó la posibilidad de que se trate de víctimas “fabricadas”.

De esta forma, en pleno contexto del Día Internacional de la Mujer, cuando en el mundo entero se clama por terminar con los feminicidios y los muy diversos tipos de violencia de género, entre los que sobresale por su particular virulencia criminal negarle a las mujeres que deciden abortar la posibilidad de recibir servicios médicos adecuados e, incluso, encarcelarlas por esa decisión dolorosamente personal, en México, un gobernante que se declara de izquierda, decide alegremente convertirse en promotor de la campaña de un presunto violador. ¿Por qué?

Aquí la respuesta no es tan sencilla. Las motivaciones que pueda tener un hombre inteligente y honrado -como sin duda lo es el mandatario mexicano- para apoyar abiertamente a un presunto monstruo como Mace(r)donio, son un enigma francamente incomprensible, arraigado quizá en las contradicciones más profundas de su inconsciente.

La otra polémica sobre la que se han montado Ciro Gómez Leyva y la runfla de ex chayoteros del neoliberalismo salvaje, tiene que ver con la discusión sobre los gases lacrimógenos.

Que si se lanzaron o no, cuando todo el mundo vio que sí se lanzaron. Que si, entonces, los lanzó el Gobierno Federal o el de la Ciudad de México, y Claudia no se atreve a denunciar abiertamente la hipocresía de sus vecinos de Palacio Nacional. Que si se trataba de gases lacrimógenos o de otro tipo de gases. Que si eran flatulencias de algunas feminazis estreñidas.

Ahora sola falta que el genio Jesús Ramírez Cuevas salga con la batea de babas de que se trataba de una sanitización porque muchas manifestantes no traían cubrebocas.

La polémica en sí resulta ridícula porque nadie en su sano juicio condenaría que se le arrojen gases lacrimógenos a golpeadoras profesionales que tratan de prenderle fuego a estoicas mujeres policías enviadas como carne de cañón al matadero.

Ante la pregunta de qué hará el Gobierno de la República contra el grupo de provocadores violentos que se infiltraron en las marchas para ensuciar el legítimo movimiento feminista, el Presidente López Obrador dice que no se hará nada, porque el peor castigo es el que les puede dar la gente que repudia la violencia.

Esta respuesta presidencial al reportero de Canal 14 hoy por la mañana, revela un rasgo inquietante del inconsciente de don Andrés, quien parece empeñado en no hacer la distinción que cualquiera -incluso con mucha menos experiencia que él en materia de manifestaciones- puede hacer con relativa facilidad: Una cosa es el grupo de provocadoras violentas y otro muy distinto el resto de las manifestantes legítimas.

A las primeras se les debe aplicar todo el peso de la ley, eso no es opcional como piensa equivocadamente el mandatario. Es su obligación cumplir y hacer cumplir la Constitución que estas mujeres violan de manera flagrante. A las segundas, las manifestantes legítimas que reclaman sus derechos mancillados, se les debe brindar la protección del aparato gubernamental y escucharlas sin regateos.

Al confundir o mezclar a ambos grupos en uno solo, el Presidente revela una intención -quizá inconsciente, insisto- de desprestigiar al movimiento en su conjunto. Alguien tendría que decírselo antes de que el feminismo termine por ser su Waterloo.

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