viernes, julio 26

Sigue López Obrador empantanado en chismes de lavadero: Llama “metiche” a Ted Cruz

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Ahora pide a Jorge Ramos transparentar su sueldo. Acusa a Lilly Téllez de traidora y a Denise Dresser de espía de los EU

LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Arrastrando la investidura presidencial a los más bajos niveles de intercambio de insultos con personajes que lo critican, el mandatario mexicano empieza de plano a extraviar por completo la brújula, sin que nadie de sus allegados le haga ver que esa no es la forma democrática y civilizada de afrontar a la oposición ni mucho menos a la prensa nacional e internacional.

Al afirmar lo anterior, de ninguna manera me estoy inscribiendo en la lista de nostálgicos del neoliberalismo salvaje que pujan en una suerte de asonada mediática -nutrida a diario, paradójicamente, por el propio Presidente López Obrador– para el retorno al poder de quienes, ciertamente, dejaron al gobierno actual una herencia maldita de inseguridad incontrolable y de enriquecimiento fastuoso de unos cuantos a costa de la miseria de la mayoría.

Quienes votamos por López Obrador, sinceramente creímos que tendría la experiencia y madurez necesarias para trasladar sus discursos agresivos contra la mafia del poder, desplegados en su eterna campaña -y que llegaron a seducir a decenas de millones de mexicanos hartos del saqueo- a acciones concretas para poner judicialmente a cada uno en su sitio y enderezar el barco.

Pero lo que hemos visto ya rebasando la mitad del sexenio, es que don Andrés, con todo respeto, prosigue de manera cada vez más retóricamente violenta, agrediendo a los que llama conservadores desde el púlpito que constituye su instrumento de guerra mediática -la Mañanera- sin pasar de ahí al ejercicio pleno del poder que cada día se le escapa de las manos un poquito más, mientras sus adversarios crecen y amagan con volver por sus fueros.

Creímos que tanta verborrea en la que se retrata a sí mismo a diario como émulo de Madero y Juárez, era una preparación del terreno para imponer la ley a todos aquellos que la violaron hasta el cansancio, obsequiando el 60% del territorio a mineras nacionales y extranjeras en actos que constituyen el delito flagrante de traición a la patria; o a influyentes bribones que, con préstamos oficiales, construyeron penales por los que cobraban 16 mil millones de pesos al año por manutención, aunque no hubiese reos.

Pero parece que el mandatario que se cree el paladín de la justicia y líder de una transformación nacional de la talla de nuestras mayores gestas históricas se conformó con ya no ceder nuevas concesiones mineras, y obtener un 15% de descuento concedido graciosamente por los propietarios de esos penales donde ellos mismos deberían estar alojados.

Ya vamos para el mes de ataques a la prensa todos los santos días -en un país donde se mata a los periodistas como en ningún otro lugar del mundo- por la histeria de que acusaran a su hijo mayor de desvirtuar la austeridad que el Presidente predica como única forma de alcanzar la felicidad, independientemente de que exista o no “conflicto de interés” en la renta de una mansión.

¿Qué tiene que hacer la Presidencia de la República publicando la conferencia de prensa de un particular, el vicepresidente de Baker Hughes, Bob Pérez, que alega ausencia de conflicto de interés en el que estaría involucrado el hijo del presidente?

Eso mismo constituye otro conflicto de interés. Uno tras otro por la pésima actitud de quienes rodean al mandatario y lo mal aconsejan y hasta lo impulsan para que siga ensartándose él solo en una cadena interminable de desatinos.

¿Qué tiene que andar el Jefe del Ejecutivo llamando chismoso a un senador gringo, o traidora a una senadora mexicana?

Ted Cruz es un conservador fascista de mierda. De acuerdo. Loret de Mola es un mercenario que cobra a la mafia del poder –y muy bien– por golpear como porro al Presidente y su movimiento, sin criticar jamás a quienes lo patrocinan, desde luego. Pero de ningún modo el Presidente de la República debe usar el puesto para dirimir asuntos personales, como lo hace el fiscal florero, que es un bueno para nada, pero a quien don Andrés le obsequia espaldarazos gratuitos y francamente preocupantes a la menor provocación.

Si Latinus, como dicen, fue patrocinado con dinero desviado a través de contratos millonarios del Gobierno de Silvano Aureoles en Michoacán, por la concesionaria Televisa y por recursos oscuros de la familia de Roberto Madrazo Pintado, entre otros ¿qué espera el Presidente para meterlos a la cárcel?

¿No sería mucho más contundente que se aplique la ley si en verdad los recursos con los que se financia a Loret y a Brozo son de procedencia ilícita?, porque si no lo son, entonces el mandatario es quien está violando la ley, flagrantemente, al acusar de mercenario a un periodista solo porque tiene un magnífico sueldo y lo critica.

¿Para qué carajos convierte a Loretito en un presunto héroe de la derecha metiéndose en dimes y diretes cotidianos con él, en lugar de encarcelar a sus presuntamente corruptos patrocinadores y cancelarle sus concesiones a Televisa?

Al paso vertiginoso del tiempo en este sexenio, cada vez quedan menos dudas de que AMLO fue un gran opositor, pero un mal gobernante, pues –a pesar de algunos de sus espléndidos logros– quiere ejercer el poder desde un invernadero digital de producción mediática donde despliega a diario sus interminables soliloquios contra los conservadores malvados que le negaron los espacios de difusión cuando era un candidato maldecido.

Alguien tiene que decirle a este buen hombre que la está regando. Está dejando pasar la gran oportunidad que le dimos con nuestro voto de lograr equilibrios verdaderamente democráticos en lo que muchos creímos sería la primavera mexicana.

Y todo por andar perdiendo el tiempo en giras tan compulsivas como inútiles –pero que se convirtieron luego de décadas de campaña en su hábitat natural–, y discursos francamente megalómanos que revelan, al mismo tiempo, una inseguridad atroz frente a los saqueadores y genocidas que deben estar muertos de risa desde sus fastuosas mansiones mal habidas, mientras transcurre la militarización frenética de nuestro amado México.

¿Pero qué necesidad?

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