jueves, noviembre 21

La dirigencia de Alito en el PRI es insostenible. Acusa a Sales de “robar equipo de espionaje”

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“Un pajarito me lo contó”, dice. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Ante la andanada de audios extremadamente comprometedores que ponen al líder nacional del PRI, Alejandro Moreno, al borde de su inexorable renuncia, “Alito” declara, tranquilamente, como dando “patadas de ahogado”, que el ahora fiscal de Campeche y ex comisionado federal de Seguridad, Renato Sales Heredia, se robó -así lo dice textualmente-, aparatos para el espionaje, con valor de 800 millones de pesos, para espiar a opositores y periodistas.

Reveló que el proveedor del equipo que se habría utilizado es una empresa israelí, y dijo que un ‘pajarito’ le acaba de contar que lo tiene el fiscal Sales Heredia -antes Comisionado Federal de Seguridad-, en Campeche.

De cualquier forma, es muy evidente que el daño ya está hecho y que, a todas luces, incluso aunque pudiera probar mediante peritajes, como pretende, que las grabaciones son falsas o manipuladas -en una de ellas dice textualmente que “a los periodistas no hay que matarlos a balazos, sino de hambre”-, la suerte de Alito ya estaba echada desde que se perfiló para perder la casi totalidad de las gubernaturas que ostentaba su partido cuando tomó posesión del cargo de dirigente nacional.

8 gubernaturas cedió en el pasado proceso electoral y está a punto de perder, en unos días, otras 2, lo que dejará al antes partido hegemónico a nivel nacional con la vergonzosa posesión de solo 2 gubernaturas que casi seguramente entregará el año próximo a Morena.

La permanencia de Alito al frente del PRI es insostenible y solo se explicaría como una estrategia concertada con Morena (el famoso PRIMOR) para extinguir al tricolor del panorama electoral mexicano de modo que pueda concretarse una nueva “Dictadura Perfecta” al interior de la Cuarta Transformación. Una restauración del régimen que brindó alternancia en el poder a las corrientes progresistas y conservadoras que cohabitaron pacíficamente al interior del partido que se mantuvo, así, como hegemónico durante 70 años de relativa “estabilidad política”, dándole algunas concesiones -¿atole con el dedo?- a partidos radicales, de derecha e izquierda.

Ello significa que los priistas que antes se alineaban con la fracción “nacionalista revolucionaria”, entre los que figuran nada menos que el propio López Obrador, Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas y cientos o miles de ahora destacados militantes de Morena, podrían retomar abiertamente la cohabitación -que ya se da en grande pero de manera no reconocida- con políticos de una derecha relativamente “razonable”- para reinstaurar la alternancia que rompió en el 88 Miguel de la Madrid para imponer una dictadura neoliberal “imperfecta” de 6 sexenios al hilo.

Ello explicaría la obstinación incomprensible de AMLO en mantener a los jefes de esa mafia fraudulenta del poder en el limbo de la más descarada impunidad. Le permitieron llegar a la Presidencia de la República mediante un acuerdo inviolable con Carlos Salinas de Gortari (el jefe real de todos ellos), a través de su intermediario Enrique Peña Nieto, a quien AMLO por ello, le profesa “consideración y respeto”.

Los exceso terribles del saqueo neoliberal tenían al país al borde de la insurrección y López Obrador llega para apaciguar los ánimos y volver a instaurar la alternancia negociada entre las facciones relativamente civilizadas de las viejas derecha e izquierda priistas, dejando en la orilla marginal a las corrientes más extremistas de cada vertiente, para lograr una relativa estabilidad política que permita seguir saqueando a las masas en beneficio de unos cuantos, pero sin los extremos de matar a la gallina de los huevos de oro.

Dicen unos columnistas locales que para suplir a Alito el PRI perfila a Miguel Ángel Osorio Chong. Eso sería darle la puntilla a todos los políticos que pretendan permanecer en el tricolor con una mínima credibilidad social y política para su causa.

En todo caso, la negociación con Salinas, el único y verdadero jefe de la nomenklatura priista -a través de su intermediario Peña, insisto- podría ser Alejandro Murat, acreedor a algo más que una embajada luego de entregar al morenismo el simbólico (por su grandeza cultural que tanto exalta el Presidente) estado de Oaxaca.

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