El más raro proceso de entrega-recepción. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
AMLO quiere invitar a Claudia a realizar una gira, “a ver si no está muy ocupada”
Estamos a diez de junio (ya nadie recuerda el halconazo de Echeverría, por cierto) y faltan por tanto 3 meses y 20 días aproximadamente para que Claudia Sheinbaum asuma el cargo a plenitud, no sabemos si también el poder. De seguro se tratará del proceso de entrega-recepción más sonriente y aterciopelado en la forma, es decir, para la foto, pero más rudo y brutal en el fondo.
¿Por qué?
Porque no solamente asistimos a la entrega formal del poder por cuenta de uno de los presidentes más fuertes de la historia de México, afectado por añadidura por una megalomanía que raya en lo patológico, un ave rara que dedicó su tiempo a coordinar la campaña de sus sucesora con la aplastante victoria que dejó al mundo entero boquiabierto, sino que también se trata de la entrega del poder presidencial, por primera vez en su historia, a una dama, lo que en un país cien por ciento machista, quizá el más machista del orbe, se antoja muy pero muy cuesta arriba para alguien tan autoritario que linda con la misoginia, como Andrés Manuel López Obrador.
Los que ahora se dedican tiempo completo a cantar loas al Presidente y a rendirse ante su sucesora como si se tratar de la Virgen de Guadalumpen, aunque antes los depreciaban con un odio inocultable (como el Teacher López Dóriga, por ejemplo), me dirán que don Andrés es un hombre que ha cedido muchos y muy importantes espacios de poder a las mujeres y que, a la luz de esa evidencia indiscutible, resulta ocioso y hasta insultante especular que le costará trabajo cederle algo más que un bastón simbólico a doña Claudia.
Como se necesitan dos para bailar una cumbia, un tango o un danzón, la asunción del poder de la nueva mandataria tendrá que ver con su capacidad para decirle no al presidente saliente en sus ansias por dar un último manotazo autoritario de poder, en el ocaso de su agónico mandato, con la serie de reformas conocidas como la tercera vía.
Don Andrés ha estado bailando a buen ritmo con muchas mujeres que le deben todo y le muestran una lealtad extrema, y ya sabemos lo que hace el presidente con mujeres que alguna vez le dieron la espalda, como Rosario Robles o que, sin haber sido nunca de su tribu, se dedicaron a criticarlo, como María Amparo Casar o Anabel Hernández.
Si Claudia asume como presidenta el mismo papel indecoroso que tuvo como candidata, no al extremo de besarle la mano (como la cacique de Tecámac) pero si de repetir textualmente su demagógica doctrina, como si fuera propia, López Obrador pasará a la historia como el gran impulsor de las mujeres, pero si doña Claudia antepone su formación ambientalista, su vocación profesional por las energías limpias, su racionalidad femenina para no tirar el dinero en obras de relumbrón, entonces se desenmascarará el mito y saldrá a relucir lo que todos esperamos de ella y, al mismo tiempo, quedará al descubierto la misoginia disimulada de un engreído machín autopostulado como héroe nacional a presidir la rotonda de los hombres ilustres, pero incapaz de soportar que ninguna mujer le marque la agenda.
Ya veremos si después de la comida de hoy con don Andrés, Claudia decide abandonar a Juan Ramón de la Fuente y su tarea prioritaria y monumental de construir un nuevo gobierno, para irse a perder el tiempo en una de esas giras de autoelogio y autocomplacencia que tanto agradan al señor de Palenque, al Tlatoani de Macuspana, al emperador de Palacio Nacional.