Decapitan al alcalde priista de Chilpancingo. No cumplía ni una semana en el cargo
La violencia en Sinaloa -que AMLO desdeñó- ya ha cobrado 155 vidas desde la captura de El Mayo
La violencia implacable que azota a México ha mostrado su rostro más brutal en los estados de Sinaloa y Guerrero, revelando un patrón de impunidad y falta de control gubernamental. En Sinaloa, 155 asesinatos en un solo mes, desde la traición de Los Chapitos al Mayo Zambada, son un claro testimonio de la incapacidad del Estado para frenar la escalada de violencia que incluye secuestros, despojos de vehículos, y enfrentamientos armados, como lo revelaron en forma descarnada el general removido Francisco Jesús Leana y el propio expresidente López Obrador, quien rogaba a los narcos tener un mínimo de responsabilidad por su familia y su estado.
A pesar de la magnitud de los hechos, las respuestas oficiales parecen limitadas a la recopilación de cifras: 238 despojos violentos de vehículos y 171 privaciones de libertad. Las autoridades, lejos de ofrecer una estrategia clara, simplemente notifican los hechos como lo muestra esta mañana la Presidenta Sheinbaum al ser cuestionada sobre el asesinato del alcalde de Chilpancingo, con la típica y lacónica declaración de que “se está investigando”.
El espeluznante asesinato y decapitación del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, con menos de una semana de asumir el cargo, representa un golpe atroz a la gobernabilidad local. Este asesinato se suma a los de otros funcionarios clave, como el secretario de Seguridad Pública y el secretario general del Ayuntamiento. La gobernadora Evelyn Salgado, en lugar de enfrentar el problema de raíz, se limita a emitir comunicados sobre la intensificación de operativos de seguridad, mientras la especulación y el miedo crecen entre los ciudadanos.
Ambas situaciones reflejan una alarmante tendencia de ingobernabilidad y descomposición institucional en México. Tanto Sinaloa como Guerrero están atrapados en una espiral de violencia donde los funcionarios y ciudadanos son blanco fácil de grupos armados. Las autoridades, lejos de ofrecer soluciones concretas, se ven superadas por la magnitud de los problemas, y las respuestas tardías o insuficientes dejan un vacío que los criminales no tardan en aprovechar.