Tacha Carlos Slim de “imbéciles” a los premios Nobel de Economía que lo critican
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Rechaza impuestos a los megarricos para abonar a la justicia social. Se abatiría la inversión, dice
Carlos Slim Helú, el hombre más rico de México, volvió a escena con su habitual despliegue de optimismo, pragmatismo y, sobre todo, defensa de sus propios intereses. En su conferencia de prensa anual, el empresario aplaudió el plan económico de Claudia Sheinbaum y celebró la apertura de la presidenta hacia el sector privado. Pero cuando se trató de hablar de la posibilidad de una reforma fiscal que aumente los impuestos a los más ricos, su discurso fue otro: “se van a desanimar a invertir”, advirtió con tono paternalista, como si la economía mexicana dependiera de la buena voluntad de su círculo de multimillonarios.
Slim defiende la inversión como la solución a la pobreza, aunque convenientemente omite que su fortuna se disparó un 80% durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, pasando de 49 mil 100 millones de dólares a 89 mil 600 millones en 2024. Un ascenso que contrasta con la precariedad de millones de mexicanos y que se cimentó, en parte, en jugosos contratos públicos otorgados a su conglomerado.
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La fortuna de Carlos Slim se duplicó en el gobierno de López Obrador
Entre aplausos a Sheinbaum y tibieza con Trump
El magnate también expresó su entusiasmo por el “Plan México” de Sheinbaum, que busca elevar la inversión privada al 25% del PIB para 2026. Aunque evitó dar detalles sobre sus propias apuestas, dejó claro que su grupo empresarial busca contratos de “asociación mixta” con el gobierno en infraestructura, energía y telecomunicaciones. No es sorpresa: Slim ha sabido jugar con todos los gobiernos, ya sean de izquierda o derecha, para mantener su hegemonía empresarial.
Sobre Donald Trump, con quien mantiene una relación cordial desde 2016, Slim fue cauto. Aunque rechazó los aranceles, pues reconoció que podrían ser perjudiciales para la economía, no dejó de ver con buenos ojos algunas de las políticas del presidente estadounidense. Su tibieza con Trump contrasta con su firmeza contra los premios Nobel de Economía Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, quienes en su libro “Por qué fracasan los países” describieron la compra de Telmex como un ejemplo de “capitalismo de cuates”.
“Son unos imbéciles”
Visiblemente molesto, Slim descalificó a los economistas con un “son unos imbéciles que ponen las cosas sin saber qué escriben”. Y es que el libro sostiene que Slim no construyó su fortuna gracias a la innovación, sino a base de adquisiciones estratégicas y privilegios gubernamentales, como la compra de Telmex en 1990, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Un “golpe maestro”, según los autores, en el que Slim adquirió el control del 51% de la empresa sin ser la oferta más alta, retrasando pagos y financiándolos con los propios dividendos de Telmex.
Slim intentó minimizar la privatización de Telmex, asegurando que sólo compró el 20.4% de la empresa junto con socios extranjeros, pero omitió mencionar el monopolio que ejerció por décadas y las trabas que impuso a la competencia en telecomunicaciones. Su enojo con los Nobel es comprensible: pocas cosas irritan más a un multimillonario que le recuerden los favores que lo convirtieron en tal.
“No es la vuestra una sed insaciable?”
Como broche de oro, Slim cerró su conferencia leyendo un pasaje de “El Profeta”, de Khalil Gibran, sobre la virtud de dar y recibir. “No es la vuestra una sed insaciable?”, recitó con solemnidad, sin percatarse de la ironía de que la frase saliera de la boca del hombre que por años fue el más rico del planeta. Luego se levantó con rigidez, tomó del brazo a su yerno Arturo Elías Ayub y salió del recinto ante un mar de flashes, dejando tras de sí la certeza de que, mientras los impuestos sigan sin tocar su fortuna, su “sed insaciable” seguirá intacta.