miércoles, marzo 12

La ‘guerra’ del narco en Culiacán cobra vidas infantiles mientras el gobierno minimiza la masacre

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“En Sinaloa se vive muy bien”, dijo Rocha Moya mientras recibía su credencial de afiliación a Morena

La violencia en Sinaloa no distingue edades. Desde septiembre pasado, más de 800 personas han sido asesinadas en el estado, y entre ellas al menos 30 niños han caído bajo el fuego del narcotráfico. Un dato escalofriante que, sin embargo, parece no alterar la estrategia oficial.

El secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, admitió la cifra con un tono casi burocrático: “Que también la sociedad de Sinaloa sepa eso”. Como si hiciera falta que la sociedad, aterrada y de luto, necesitara un recordatorio de la tragedia que vive a diario.

Omar García Harfuch no ha podido controlar la violencia en Sinaloa

Omar García Harfuch no ha podido controlar la violencia en Sinaloa

Este baño de sangre es resultado de la lucha intestina entre los Chapitos y los Mayitos, las facciones del Cártel de Sinaloa que se despedazan desde que Ismael “El Mayo” Zambada fue entregado a las autoridades estadounidenses. ¿El traidor? Nada menos que Joaquín Guzmán López, hijo de “El Chapo”, quien lo subió a un avión con destino a una celda. El ajuste de cuentas no se hizo esperar.

Pero entre sicarios y capos, los que pagan el precio son los niños. El caso más indignante es el de Gael y Alexander, de 9 y 12 años, asesinados junto a su padre en un asalto a su vehículo el 19 de enero. Un crimen que encendió la furia ciudadana y llevó a cientos de personas a exigir la renuncia del gobernador Rubén Rocha Moya, de Morena. Su respuesta fue tan insensible como predecible: “En Sinaloa se puede vivir perfectamente bien”, mientras recibía de manos de Andy, orgulloso y sonriente, su credencial de afiliación a Morena.

Los niños de Sinaloa, víctimas también de la violencia

Los niños de Sinaloa, víctimas también de la violencia

Mientras tanto, la Guardia Nacional desfila por las escuelas, y el gobierno insiste en que “no ha habido ningún solo incidente violento” dentro de ellas. Como si la carnicería fuera menos alarmante porque ocurre en las calles, en los hogares o en los autos donde padres e hijos mueren acribillados.

García Harfuch promete que el despliegue militar y los operativos debilitarán a los cárteles y reducirán los homicidios. Pero la realidad es brutal: 30 niños han muerto en solo cinco meses, y las ejecuciones continúan. Sinaloa es un campo de batalla, y la infancia, el blanco más indefenso de esta guerra que el gobierno insiste en maquillar con cifras y discursos vacíos.

 

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