martes, julio 1

Intensifica EU el bloqueo contra Cuba. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Trump redobla el castigo genocida contra la isla: una cruzada fascista disfrazada de “libertad”

Donald Trump, en uno de sus gestos más cínicos y abiertamente criminales, ha decidido reforzar el bloqueo económico contra Cuba, endureciendo aún más las condiciones de vida de un pueblo que lleva más de seis décadas asfixiado por el embargo imperial. Amparado en su retórica vacía de “libertad, justicia e independencia”, el magnate neofascista reafirma una política de castigo colectivo que no solo viola los derechos humanos más elementales, sino que pone de manifiesto la naturaleza vengativa y enfermiza de su cruzada contra un país soberano.

La Casa Blanca lo dice sin rubor: se rechazan los llamados internacionales —especialmente desde la ONU— para poner fin al bloqueo, porque lo importante no es el bienestar de los cubanos, sino el capricho geopolítico de un líder obsesionado con restaurar la Guerra Fría en pleno siglo XXI. Que nadie se engañe: Trump no “apoya al pueblo cubano”, lo utiliza como rehén para satisfacer sus delirios de grandeza y su resentimiento ante la creciente cercanía de Cuba con potencias emergentes como Rusia y los BRICS.

El nuevo Memorándum Presidencial de Seguridad Nacional (NSPM) no solo intensifica la presión económica, también profundiza el chantaje ideológico: prohíbe transacciones con empresas controladas por el ejército cubano, tilda al país de “patrocinador del terrorismo” y acusa al gobierno de “represión” y “condiciones inhumanas”… mientras Washington endurece sanciones que provocan desabasto, pobreza y sufrimiento directo sobre la población civil, sin distinción alguna.

El teatro del “rescate democrático” es tan burdo como predecible. Trump se envuelve en la bandera de los derechos humanos al tiempo que impide los viajes a la isla, bloquea remesas, y exige informes sobre fugitivos —como si Estados Unidos no ofreciera refugio a torturadores, golpistas y terroristas con causas penales en América Latina. El secretario de Estado Marco Rubio, oficiando de operador ideológico del exilio rancio, remata la hipocresía prometiendo “rendir cuentas” al “régimen ilegítimo”, cuando es la propia política estadounidense la que ha sido condenada por voto abrumador durante décadas en la Asamblea General de la ONU.

Lo que hay detrás de este endurecimiento no es preocupación por el pueblo cubano, sino pánico por la pérdida de hegemonía regional. La creciente presencia de Rusia en la isla y su incorporación a espacios como los BRICS encienden las alarmas de un imperio en decadencia que recurre, como siempre, al bloqueo y al castigo para reafirmar su incipiente control.

Como bien denunció el canciller cubano Bruno Rodríguez, se trata de una conducta criminal, una agresión sistemática que viola todas las normas internacionales. Una política que, más allá de las máscaras democráticas, revela el verdadero rostro de un régimen —el de Trump y sus cómplices— que no duda en utilizar el hambre y la escasez como armas de guerra, tal como lo hace su protegido Netenyahu en Palestina.

En nombre de la “libertad”, se impone un bloqueo genocida. En nombre de la “justicia”, se legitima la represión económica. Y en nombre del “pueblo cubano”, se lo condena a sufrir por no plegarse al orden dictado desde Washington. La historia será implacable con quienes, como Trump, han hecho de la política exterior un instrumento de venganza imperial y de brutalidad ideológica y bélica.

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