jueves, noviembre 21

“BIENESTAR A LA MEXICANA”. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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A ver a ver. ¿Cómo está eso de que no me pidieron permiso? Los moditos autoritarios de don Andrés

El Presidente va tomando color; poco a poco va mostrando lo que hay realmente detrás de sus prédicas cotidianas. A fuerza de repetir a diario el mismo discurso, rodeado de los mismos dizque periodistas lambiscones que no se atreven a cuestionarlo (con las honrosas excepciones que todos conocemos), don Andrés va exhibiendo lo que en realidad piensa de, por ejemplo, los pequeños y medianos empresarios.

A pesar de que las PyMES aportan alrededor del 40% del PIB y proveen el 80% del empleo en México, López Obrador parece despreciarlas, identificándolas con esos grandes empresaurios que no pagaban impuestos y que, aliados al poder político neoliberal, son los padres de la corrupción que atinadamente el Presidente de la cuatroté quiere desterrar, pero hasta ahora sólo en el discurso.

Don Andrés parece completamente obnubilado. Para él solo existen los pobres (los buenos) y los ricos (los malos). La clase media no figura ni en su discurso, ni en su imaginación y mucho menos en sus programas de Gobierno. Por un lado afirma, un día sí y al otro también, que la familia es, en esta contingencia, el pilar de la recuperación sanitaria, más incluso que los hospitales y clínicas, pero parece ignorar que 65% de las más de 4 millones de PYMES en México son de carácter familiar, por lo que también son, entonces, el pilar de la recuperación económica durante y después de la pandemia.

Al Presidente sólo le importan los pobres. Los humildes que no tienen trabajo o se desempeñan a duras penas en la economía infernal, perdón, informal. Los que no laboran en una PyME y mucho menos en una gran empresa de esas que le deben al fisco y se niegan a pagarle. De esas 15 que han evadido la friolera de 50 mil millones de pesos y que el Presidente anda pidiéndole a uno de los líderes patronales que le ayude a cobrarles. Ternurita.

Unas de esas empresas, como las de Ricky Ricón Salinas Pliego, que se ha rebelado contra las medidas sanitarias, convirtiendo sus oficinas y tiendas en centros activos de contagio, y usando a su merolico Alatorre para desacreditar al vocero oficial ante la pandemia, no irritan al Presidente, como son amigos ni los regaña siquiera. Al contrario, les obsequia el tiempo oficial, les condona ese impuesto en especie que pagaban los concesionarios del espectro radioeléctrico que es -como las reservas monetarias-, propiedad de la nación.

Condonar el 40% del total del tiempo fiscal justo en una época en la que esos tiempos de radio y televisión deberían explotarse al máximo para educar a la población que no tiene internet ni computadora, pero si su pantallota plana, constituye, aquí y en China, un crimen de lesa humanidad. Por la falta de cobertura nacional de las estupendas conferencias de López-Gatell tenemos huestes de imbéciles haciendo fiestas o peregrinaciones religiosas y toda suerte de violaciones graves ahora sí que al debido proceso de la sana distancia. Y eso es culpa cien por ciento de López Obrador y su vocero Jesús Ramírez Cuevas.

Pero aguas con que a un grupo de empresarios comprometidos y con conciencia social se les ocurra gestionar un préstamo de 12 mil millones de dólares al Banco Interamericano de Desarrollo para apoyar a las PyMES en México, porque eso sí calienta al Presidente:

A ver a ver, ¿cómo está eso de no pedir permiso? “No me gusta mucho el ‘modito’ de que se pongan de acuerdo y quieran imponernos sus planes. ¿Se hace un acuerdo y ahora que Hacienda lo avale? ¿Y qué? ¿Nosotros estamos aquí de floreros? Imagínense que el Presidente se entera de que ya hubo un arreglo, que ya nada más van a pedirle que Hacienda avale. ¿Así se lo imaginaron? ¿O cuando dijeron ‘que el gobierno se adhiera a nuestro plan económico’? ¡¿Cómo?! Es mucha la prepotencia. Nooooooooo”.

Sus famosos préstamos de 25 mil pesos para pequeñas y medianas empresas, con tasas de interés más altas mientras más grandes la PyME, puede que alivien momentáneamente las más ingentes necesidades de una empresa pequeñita de 5 trabajadores. Les tocaría de a 5 mil pesotes por choya para salvar el mes. ¿Pero a una empresa mediana de 200 trabajadores, para qué carajos les sirven 25 mil pesos?

López Obrador odia a los empresarios, pero son ellos los que con sus impuestos le proveen fondos al Estado para que don Andrés construya su ejército de fanáticos, regalándoles dinero, directamente, sin intermediarios, claro, a los viejitos, a los estudiantes y a los discapacitados, entre otros clientes electorales.

Don Andrés odia también a los burócratas. Les quita su aguinaldo y los va empobreciendo cada vez más. Les arrebata el 25% de su sueldo para regalarlo a gente improductiva, en lugar de estimular el empleo para no tener parásitos esperando la ayuda gubernamental.

El auxilio en caso de emergencia no debe ser regateado, sobre todo a los más desprotegidos. Pero institucionalizar la “ayuda” como estrategia permanente de Gobierno dizque para superar la desigualdad social, solo creará ejércitos crecientes de muertos de hambre, cada vez más onerosos. Si no hay dinero para pagar las pensiones de quienes trabajaron durante toda una vida, mucho menos habrá para quienes viven del erario, cuando los empresarios decidan retirarse a otro lugar antes que estar manteniendo a las huestes electoreras de un mandatario que no tiene la más elemental noción de la Economía.

¿Quién quiere crear una pequeña empresa para ser extorsionado por el crimen organizado y por un gobierno que encima de no cumplir con su responsabilidad básica de brindarnos seguridad, todavía se atreve a usar nuestros impuestos para mantener a su clientela electoral?

“Bienestar a la mexicana”, así definió muy orgulloso esta mañana el Presidente López Obrador su política de dejar intocados los intereses de los grandes empresarios y perdonar a los ex presidentes corruptos que nos saquearon. Su obsesión de “ayudar” a los pobres a costa de empobrecer a las clases medias y a los grandes empresarios honestos que sostienen este país con impuestos y con la creación de empleos, es lo que don Andrés entiende como bienestar a la mexicana.

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