Corren del Instituto del Deporte al titular, por corrupto. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Los motivos de otra destitución, la de Bernardo Barranco en TV Mexiquense, quedan en la opacidad
El Gobierno del Estado de México actuó con inusual celeridad tras la difusión de señalamientos en la revista Proceso sobre presuntas irregularidades en la administración de recursos destinados al deporte. La tarde del miércoles 1 de octubre, el secretario de Educación de la entidad, Miguel Ángel Hernández Espejel, destituyó a Manuel Sotomayor de su cargo como encargado del despacho del Instituto del Deporte, apenas cuatro meses después de haberlo nombrado.
Desde el día anterior, Sotomayor había sido notificado de la instrucción de iniciar el protocolo de entrega-recepción. Pero el funcionario decidió aferrarse al escritorio: se negó a recibir el oficio de destitución y a entregar formalmente el cargo. La resistencia obligó al director de Administración de la Secretaría de Educación, Israel Sánchez López, a levantar un acta administrativa circunstanciada que da fe de la negativa.
El movimiento ocurre en el marco del reportaje de Proceso que documentó prácticas irregulares en la entrega de apoyos a deportistas: estímulos simulados, cheques endosados a la autoridad y denuncias de sobreprecios en boletos de avión vinculados al programa Becas Viajes al Extranjero para el Bienestar. Un cúmulo de evidencias que llevó al gobierno a reaccionar con toda puntualidad.
La claridad en la destitución de Sotomayor contrasta, sin embargo, con otra remoción reciente que levantó más preguntas que certezas: la del director de TV Mexiquense (Sistema Mexiquense de Medios Públicos), Bernardo Barranco. Aunque se insiste en que el exfuncionario mantiene su espacio de opinión en la televisora (“El Hilo Negro“), en el ambiente político flota la sospecha de que lo que en realidad le costó el puesto fue una actitud crítica poco compatible con la tersura institucional.
Así, el Edomex muestra dos caras de una misma moneda: por un lado, la contundencia frente a la denuncia de irregularidades en el deporte; por el otro, la sutil negrura de un hilo que lleva a la decisión de apartar a un funcionario incómodo. En ambos casos, el mensaje es claro: el gobierno reacciona rápido, aunque las razones de fondo no siempre queden escritas en el acta circunstanciada.
Muy bien que se reaccione con agilidad ante una evidencia de corrupción, muy triste que no se tolere la crítica y se trate a comunicadores profesionales y libres con desprecio institucional, con la prepotencia de una burocracia ensoberbecida que está muy lejos de ser inmaculada o perfecta.
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