martes, noviembre 25

Sheinbaum y la carabina de Amlosio. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Ofrece “mesas de diálogo” mientras los transportistas exigen acabar con la extorsión en las carreteras

La “movilización nacional” de productores y transportistas no nació de un capricho ni de la mala leche opositora, como parece creer la Presidenta, a quien todavía damos el beneficio de la duda, no por ingenuos, sino porque la alternativa sería terrible para el país: que AMLO se salga con la suya y sustituya a Claudia con Adán, con Andy, o peor aún, con él mismo.

La movilización estalló porque en México mover un camión por carretera se ha convertido en una ruleta rusa: o te asaltan, o te extorsionan, o simplemente desapareces junto con la mercancía. Y frente a este cuadro, la Presidenta Sheinbaum sale con su oferta de “mesas de diálogo”, como si el país padeciera un malentendido administrativo y no un colapso criminal explícito.

Desde antes de las seis de la mañana, los bloqueos comenzaron a multiplicarse en el Estado de México: México-Toluca, México-Querétaro, Ecatepec, Tecámac, Texcoco, Acolman… una geografía del hartazgo. Productores y choferes atravesaron tractocamiones, cerraron carriles completos y provocaron filas kilométricas. No eran actos de sabotaje político: eran gritos de auxilio (como los de Carlos Manzo) al borde de una carretera tomada por bandas que cobran cuotas por respirar.

En la México-Toluca, a la altura de Plazas Outlet, dos camiones atravesados bastaron para formar una fila de más de cinco kilómetros. En la México-Querétaro, pasando Palmillas, los transportistas bloquearon parcialmente desde antes de las siete, obligando a miles de personas a avanzar a vuelta de rueda. Las lonas lo decían sin florituras: “Transportistas solicitan seguridad en todas las carreteras y en todo el país”. Ni reforma constitucional, ni nuevo modelo policial, ni asamblea de expertos: seguridad. Punto.

En Ecatepec, sobre la vía López Portillo, pesados camiones cerraron ambos sentidos. En Tecámac, otro grupo bloqueó la Texcoco-Lechería. Y en la autopista Ecatepec-Pirámides, rumbo a Acolman, más unidades exigieron lo mismo: “Alto a la delincuencia contra el transporte”. Mientras tanto, miles de automovilistas y usuarios del transporte público quedaron varados, obligados a improvisar rutas imposibles.

Incluso en la México-Texcoco y la autopista Peñón-Texcoco, donde apenas 12 camioneros bastaron para obstruir tres de cuatro carriles, la demanda volvió a resonar con crudeza: el Estado mexicano ha renunciado a garantizar el tránsito libre en su propio territorio.

Y ahí radica la ironía central: mientras los transportistas ponen el cuerpo y sus unidades para denunciar una realidad insoportable, el gobierno federal responde con la vieja receta del “vamos a dialogar”, como si la criminalidad en carreteras fuera susceptible de resolverse con café, galletitas y un memorándum de acuerdos.

Los manifestantes no piden una audiencia. No exigen una reforma legal ni una consulta popular. No reclaman una mesa multisectorial con académicos y funcionarios. ¡Exigen que pare la extorsión en las carreteras! Exigen que el Estado haga lo único que un Estado que se respeta debe garantizar: seguridad.

La hipocresía está en fingir que se trata de un diferendo. No lo es. Es un colapso. Y ante un colapso, ofrecer “mesas de diálogo” no es voluntad política: es eludir la responsabilidad de gobernar, con un insufrible estilo de burla.

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