viernes, marzo 29

“Populismo” contra Neoliberalismo salvaje: Por Jesús López Segura. La Versión no Oficial

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Doña Rosita vence en calidad moral y exhibe a las 16 familias Forbes de México

Doña Rosita vence en calidad moral y exhibe a las 16 familias Forbes de México

 

A nueve meses de la elección presidencial, ya está perfectamente delineada la estrategia de alumbramiento de cada uno de los paridos, perdón, partidos en contienda, excepto, quizá, Morena. Se sabe desde siempre que el candidato será López Obrador, pero es lo único que se sabe.

No han delineado los morenistas, o al menos no han hecho pública una estrategia eficaz, creíble, prometedora para contrarrestar las acciones de los demás organismos políticos, cada vez más claramente coludidos en su contra y alrededor de la dupla del prianismo, es decir, del PRI -aliado con empresaurios de la reconstrucción para acaparar los 37 500 millones de pesos como sustituto electorero del financiamiento público a los partidos-, por un lado, y los anayistas del Frente Ciudadano por México, por el otro.

La apuesta del sistema prianista no puede ser más obvia: ante la debacle insuperable de la imagen presidencial peñista, recuperada en un grado mínimo por las acciones derivadas de la catástrofe, se impulsa al Frente Ciudadano por México para darle fuerza a los aliados secretos del priismo, es decir, al PAN y al PRD, con su satélite dantesco del Movimiento Ciudadano. Esta alianza le restará un buen número de votos a López Obrador, dejando abierta, entonces, la posibilidad de que la elección se vaya a tercios, como es el propósito fundamental del sistema, con la mira puesta en que si no gana el PRI, al menos sus aliados secretos del Frente logren arrebatar el triunfo a quien consideran su “populista” enemigo común.

En realidad, las opciones electorales en México se expresan en dos grandes rubros antagónicos que permearon las elecciones internas del PRI durante los 70 años de “Dictadura Perfecta” en una suerte de “alternancia interna” y que se resumen con nitidez en el viejo libro -pero no por ello obsoleto- “México, la Disputa por la Nación“, de Rolando Cordera y Carlos Tello, y que en la actualidad ha puesto al día los conceptos de Industrialismo contra Nacionalismo Revolucionario, en términos de Neoliberalismo VS Populismo.

 

El Neoliberalismo, como la expresión política y económica cumbre del capitalismo, es decir, de un sistema que privilegia la concentración del dinero en cada vez menos manos, a costa de la depauperación masiva de miles de millones de seres humanos en nuestro planeta, y que valora en el más alto grado la libertad de mercado, es decir, la promoción de toda clase de objetos de consumo, en su mayoría no solamente innecesarios, sino contaminantes y superfluos -al menos ante las ingentes necesidades de huestes de muertos de hambre que el propio sistema genera-, sin la intervención de ninguna instancia reguladora de esta locura consumista que conviene a los mercachifles y productores de toda clase de venenos para la sociedad.

Este sistema ha logrado transferir sus deshumanizados “valores” al ámbito electoral, creando la democracia de mercado, en la cual se abusa de los medios de comunicación masiva controlados, para imponer a los candidatos como productos de consumo comicial, a través de la mercadotecnia política, disciplina muy bien remunerada que manipula abiertamente a la opinión pública para engañarla en favor de los prospectos que cuentan con más recursos económicos -mal o bien habidos- y que muy rara vez llegan a cumplir el espíritu de sus promesas de campaña, por mucho que las firmen ante notarios públicos.

La democracia efectiva es prostituida con la democracia de mercado, ante la complaciente mirada de autoridades electorales privilegiadas por el mismo sistema al que sirven, a veces con un insolente descaro. La democracia real es aquélla donde los electores tienen oportunidad de conocer y votar por las mejores propuestas que convengan efectivamente a los intereses de la mayoría. En la democracia de mercado se engaña a los electores para hacerles creer que las propuestas de las élites adineradas que financian las campañas de manera a menudo ilegal, son las que convienen a la mayoría.

Un asunto tan simple nunca es defendido en su espíritu por autoridades electorales extraviadas, intencionalmente, en los tortuosos vericuetos de una “legalidad” en permanente “actualización”.

En la concepción neoliberal -completamente obsoleta y absurda- el Estado es convertido en un aliado incondicional de los empresarios que se enriquecen hasta la ignominia, pretextando que las leyes del mercado -como si se tratara de ordenamientos divinos- no deben ser estorbadas por la actividad gubernamental constituida para equilibrar las cosas en favor de los trabajadores y los desempleados.

La otra opción electoral es la que el sistema llama peyorativamente “populista”, porque concibe el papel del Estado como un amortiguador de las profundas desigualdades sociales que generan en México una veintena de familias extremadamente ricas, coexistiendo con decenas de millones de mexicanos en pobreza extrema. Populista porque se preocupa por el bienestar de mayorías depauperadas, es decir, por los que llamamos genéricamente “el pueblo”.

El desprecio con el que los servidores del neoliberalismo se refieren a los “populistas” revela su grado increíble de insensibilidad ante la tragedia cotidiana en que ellos mismo han obligado a vivir, o más bien morir de hambre a millones de compatriotas que, en su extrema miseria, demuestran tener un mucho más alto grado de solidaridad con los damnificados de los desastres naturales, como es el caso emblemático de Doña Rosita, una viejecita de más de 80 años que vive de la caridad pública y, sin embargo, apenas pudiendo sostenerse en pie, fue a donar un kilo de frijol, una bolsa de sopa y ropa usada a un centro de acopio en San Cristóbal de las Casas.

Bastaría con el 0.5% de la fortuna acumulada por las 16 familias Forbes más ricas de México para resolver por completo el problema de la reconstrucción. Pero los beneficiarios del sistema neoliberal sólo donan migajas de su fortuna y algunos de ellos están a la caza del gran negocio que implica esa reconstrucción, para incrementar sus caudales.

Una ancianita, armada con un kilo de frijol en sus manos, ha sido capaz de exponer, con su portentosa nobleza, la avaricia de las familias más ricas de México.

No tienen llenadera, dice frecuentemente el candidato eterno del “populismo” o más bien humanismo, a quien los neoliberales asociados en diferentes partidos políticos, incluso los disfrazados de “izquierda” como el actual PRD, han logrado derrotar con las trampas y mañas de un sistema construido específicamente para tal propósito superior y al que dicen estar interesados en perfeccionar, pero siempre con la mira puesta en que unos cuantos ricos -cada vez menos- impongan su ley a la inmensa mayoría de seres humanos cada vez más expuestos al calentamiento global, a una guerra nuclear y a las catástrofes naturales derivadas de esta locura estúpida del neoliberalismo salvaje.

 
Nota de contexto:

El parto del 1 de junio. Salvador García Soto / Serpientes y Escaleras
El Universal.- http://www.eluniversal.com.mx/columna/salvador-garcia-soto/nacion/el-parto-del-1-de-julio

 

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