El despistado es usted, Sr. Presidente: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial
Actúa como en los idos tiempos de la dictadura perfecta
https://youtu.be/37gMMuIxRJo
“Yo creo que andan bien despistados todos. Porque yo creo que el PRI no habrá de elegir a su candidato, y seguro estoy, a partir de aplausos y elogios”, dijo el Presidente Peña en respuesta a lo que muchos interpretaron como un “destape” adelantado de Meade por cuenta de Videgaray.
Es cierto, señor Presidente Peña, todos estamos despistados, o “hechos bolas” como diría su innombrable gurú, ése que tiene la manía de reaparecer, como ave de mal agüero, justo en cada víspera del “destape“. Pero no estamos tan despistados como usted piensa, o no al menos en el sentido en que usted piensa. El despiste radica en que no sabemos hasta qué punto es usted capaz de entender que los tiempos ya no son los mismos. Que el ritual o la “liturgia del destape” -como usted dice- ya no tiene sentido, simple y llanamente porque el candidato del PRI, sea quien sea, tendrá sustancialmente menos probabilidades de éxito electoral respecto de los otros dos candidatos importantes, a saber, Andrés Manuel López Obrador, por Morena, y muy probablemente Ricardo Anaya por el Frente.
Dice el gran Álvaro Delgado que “en la perversión del tapadismo, ese repugnante hábito priista que fascina a los adictos al régimen, hasta Luis Videgaray puede ser el verdadero candidato presidencial, aun cuando haga creer que lo será su cómplice José Antonio Meade“. No puede resumirse mejor el hecho de que el jueguito del destape tenía vigencia durante las décadas de la dictadura perfecta, cuando el Presidente todopoderoso en turno elegía a su sucesor, es decir, al correligionario del partido único que le iba a cuidar las espaldas una vez abandonado el poder omnímodo del que gozó para hacer y deshacer a su antojo durante seis años.
Parece que usted, don Enrique, no se ha percatado, entre muchos otros rubros elementales, que su partido perdió hace lustros el privilegio de destapar a su sucesor. Cuando mucho -y hasta en eso estaría usted en particular muy limitado- el presidente saliente puede elegir ahora al candidato que luchará en una arena electoral muy competida, en ese sentido, estaría obligado a escoger al mejor, al que tenga mayores probabilidades de triunfo comicial en una reñida competencia, y no por capricho, simpatía o amistad a quien mejor le cuidará las espaldas como sucesor. La alternancia obliga al presidente a escoger la mejor opción para conservar el poder.
Parece que el despistado es usted, Sr. Presidente, porque lo hemos visto tomar muy malas decisiones a lo largo de su sexenio y peor aún, hemos observado hasta el cansancio que no parece molestarle a usted en absoluto que esas malas decisiones le ganen la antipatía generalizada del pueblo, es decir, del electorado. Lo vemos casi a diario rindiendo compulsivos homenajes a las Fuerzas Armadas cuando México se ha convertido, bajo su mandato y el de su antecesor del PAN, en un cementerio. En una selva de inseguridad absoluta, donde la masacre cotidiana de sus habitantes no parece preocupar a las autoridades que actúan como si todo navegara con rumbo y certidumbre institucional.
Es tal el grado de divorcio con la realidad que ha llegado usted al extremo de calificar como bullying contra las instituciones los justos reclamos de la sociedad.
En los tiempos del partido único, el hecho de que Videgaray se hubiera adelantado a señalar con un dedo falso a su gallo personal, le habría significado el destierro y la ignominia. Y a su apadrinado le habría costado el descarte fulminante. Lo del “beso del Diablo” que manejan algunos columnistas, es una estupidez, porque ese beso lo dan los que están maldecidos por el sistema y evidentemente el canciller Videgaray es uno de los más bendecidos.
Así que, señor Presidente Peña, deje usted por favor de hacer el ridículo con su inoperante, anacrónico y trasnochado jueguito del “Tapado” y póngase a analizar con sus mejores consejeros, al margen de los dos principales grupos interesados, encabezados por Videgaray y Osorio Chong, quién puede salvarle a usted el pellejo en el plebiscito que se aproxima.
O siga usted jugando a que su dedo flamígero hará el milagro de imponer un sucesor por puro capricho personal.
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