viernes, julio 26

Arremete la industria de la comunicación contra López Obrador: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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Intelectuales orgánicos claman por el retorno del mesianismo tropical

 

Era un peligro para México, pero ahora resulta que… ya no lo es. El sorpresivo comentario del mercenario español del marketing político, Antonio Solá, sobre Andrés Manuelovich, desarma a los medios hegemónicos mexicanos empeñados en cumplir con su asignado papel fundamental, condición sine qua non para conservar sus concesiones y mantener su jugoso financiamiento oficial. La gran industria capaz de inflar o destruir campañas, de encumbrar o desbarrancar candidatos, se ha visto en la necesidad de dirigir su maquinaria pesada en contra del candidato puntero en las encuestas.

Los intelectuales orgánicos del sistema, los consentidos de la televisión, los que pasan la prueba del asquito por todo lo que suene a “populismo“, es decir, si quieren recibir la cálida hospitalidad del canal de las estrellas, arremeten a coro contra López, -como le dicen a secas a don Manuelovich, como si apellidarse así fuera una especie de estigma-, simplemente porque el sistema que los controla se encuentra al borde de un ataque de nervios debido a que la precampaña de Me-a-de ha sido un absoluto desastre.

Antes, le criticaban a López su purismo. Su prurito antiséptico para acercarse siquiera a cualquiera que tuviera el más mínimo asomo de contaminación en negocios sucios. La corrupción, en un sentido fisiológico, supone la descomposición de la materia orgánica y es en extremo contagiosa. La impunidad es el combustible, el plano de sustentación de la corrupción. López se presentó durante décadas como el político químicamente más puro, el más reticente a sumarse a las filas de la orgía de corrupción que impera en el país.

Esta convicción personal -que redunda naturalmente en una estrategia mediática muy eficaz-, le valió a López ser señalado como el protagonista de una suerte de mesianismo tropicalKrauze dixit-. Este señalamiento, no por elegante o exquisitamente fino, menos feroz y plagado de desprecio, se suma a otras críticas de los mismos “fifís” -diría el propio López– que ahora se molestan por su apertura, por haber cambiado, por estar dispuesto a perdonar, a sumar, a zambullirse en el lodo de la triste realidad en donde no existe nadie libre de pecado como para andar arrojando piedras mediáticas.

 

Los perredistas, grandes atletas del pragmatismo más promiscuo de la historia nacional, se creen -especialmente los de la tribu de Los Chuchos“- la más acabada rémora mexicana de la “civilidad” de la izquierda europea. Mientras firman pactos vergonzantes como el de las contrarreformas “estructurales, de gran calado” del peñismo, se cantan loas a sí mismos por su “madurez política”, por su “patriótica flexibilidad”, por su capacidad para formar coaliciones y alianzas con quien sea a fin de lograr mayorías viables de gobierno. El poder por el poder, sin importar en absoluto ideologías, convicciones o principios. Y esta postura les encanta a ciertas rameras de la comentocracia oficialista.

Pero cuidada con que López se atreva a abrir sus generosos brazos a ex militantes de otros partidos con buenos antecedentes de gobernanza y capacidad de triunfo electoral, como sería el caso, por mencionar un ejemplo, de Juan Rodolfo Sánchez Gómez para la alcaldía de Toluca, porque ponen el grito en el cielo. Les sale lo sectarios y claman por el retorno de los brujos. Por el regreso del agente 007, desde Rusia, con amor.

No mamen.

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