viernes, noviembre 1

El tarifazo al transporte público en el Estado de México atiza el fuego de la 4T en la entidad. Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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Exigen miles de morenistas, encabezados por Daniel Serrano, renuncia del secretario de “Inmovilidad”

Militancia morenista proveniente de todos los rincones del Estado de México tomó textualmente la Plaza de Armas de la capital mexiquense para exigir a gritos la renuncia no solo del secretario de Movilidad, Raymundo Martínez Carbajal -uno de los cuadros que Eruviel Ávila le heredó a la presente administración estatal-, sino también del propio mandatario Alfredo del Mazo Maza, quien parece no haber evaluado correctamente el riesgo de autorizar un aumento del 20% en el transporte público más ineficiente, corrupto y peligroso del país.

Los esfuerzos meramente cosméticos del mandatario por simular una presunta armonía -francamente postiza- con el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, han quedado al descubierto con el “tarifazo“, duro golpe a la economía de los sectores más pobres de la entidad que se suma a multitud de iniciativas que el heredero de la dinastía Del Mazo y primo del ex presidente Peña, ha venido imponiendo con el beneplácito y colaboración descarada de la mayoría de diputados.

La intención del gobernador Del Mazo de congraciarse con el Gobierno federal -aunque sólo sea de dientes para afuera- contrasta notablemente con la arrogancia del grupo hegemónico de Morena en la entidad, el GAP (Grupo de Acción Política, o Grupo Texcoco) comandado en la Cámara de Diputados -de mayoría morenista en el papel- por Maurilio Hernández, el Rey del Gatopardismo Mexiquense; el verdugo oficial de la autonomía universitaria; alcahuete del endeudamiento multimillonario del Ejecutivo; enterrador de la iniciativa de ley para proteger a periodistas; y padre del incremento a la tenencia y uso de automóviles, aberración que contraviene uno de los mandamientos fundamentales de la 4T de no aumentar impuestos.

El reclamo que Daniel Serrano y sus huestes plantearon ayer a los diputados que -con muy escasas y honrosas excepciones- ni siquiera se dignaron a hacer acto de presencia en un evento multitudinario realizado a las puertas del Congreso mexiquense, es que se comprometan -más allá de tibios exhortos y súplicas al poder Ejecutivo– a hacer suyos los compromisos irrenunciables del movimiento que los llevó al Poder Legislativo.

El coscorrón está dado. En Morena no mandan Yeidckol ni los diputados que se acomodan al status quo y ejercen el poder que les dio el voto en contra de los intereses populares que deberían representar y defender.

No manda en Morena ni siquiera el Presidente de la República, que ha preferido expresamente mantenerse al margen de la grilla partidista. No manda ciertamente el GAP, abocado únicamente en promover los interese particulares de su grupo, en el que figuran personajes oficialmente empoderados por un movimiento que ahora los repudia.

En Morena manda la militancia, dice Daniel Serrano, y ella empezó a expresarse ayer con la contundencia de un movimiento que su líder nacional ha comparado con las 3 grandes transformaciones que ha vivido nuestra nación a lo largo de su historia: La Independencia, la Reforma y la Revolución.

La estafeta está en la mesa. ¿Quiere Del Mazo realmente, sinceramente, llevar la fiesta en paz con el mandatario federal como sus asesores le aconsejan?

La renuncia inmediata de Raymundo Martínez Carbajal es la concesión menor que la congruencia más elemental le impone a Del Mazo. Dar marcha atrás al tarifazo y exigir a la mafia del transporte mexiquense que devuelva un poco de todo lo que ha acumulado en décadas de explotación a los usuarios, es tarea que exigiría, ciertamente, pantalones, es decir, actuar “fuerte y con todo”.

La política es el arte de hacer posible lo que grupos de interés quieren que parezca imposible. Persistir en un doble juego de engañar a López Obrador bregando, en el discurso, por su causa, pero en sentido contrario en la práctica; corromper a diputados para simular una luna de miel ficticia con la 4T, es un juego demasiado peligroso que se les volverá a cobrar en las urnas. Al tiempo.

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