La estrategia de pacificación del país está condenada al fracaso. Por Jesús López Segura / LA VERSIÓN NO OFICIAL
Las causas de los diversos tipos de homicidio son muy distintas
El Presidente López Obrador y algunos de sus “defensores” (no sabemos qué tan “espontáneos”) han intentado inscribir la lucha de las mujeres mexicanas por frenar la ola de feminicidios que azotan al país, en el contexto de “la violencia general que afecta no solo a las mujeres, sino particular y mayoritariamente a los hombres”.
Y, en efecto, la violencia desatada por Felipe Calderón al declarar la guerra contra el narco, devasta principalmente a los hombres, habida cuenta de que en ese marco de sangrienta confrontación -inducida por el fanatismo prohibicionista nixoniano de “El Borolas“-, las víctimas masculinas superan en número con mucho al de las mujeres.
Ese hecho estadístico ha dado pie a todo género de confusiones en las que ha caído el Fiscal Gertz Manero y probablemente el mismísimo Presidente López Obrador, empecinado en combatir no solamente los feminicidios, sino los infanticidios y todos los tipos que pudiera haber de homicidios “atacando las causas” que él ubica básicamente en la pobreza y la desintegración familiar.
Gertz no parece entender que de las 100 muertes violentas que ocurren diariamente -en promedio- en este cementerio de país, un 10% corresponde a mujeres asesinadas no por otra causa que por el hecho de ser mujeres. Aunque mueran muchos más hombres, probablemente ninguno de los casos pudiera catalogarse como “masculinicidio” (o androcidio), es decir, asesinato de un hombre por el odio generado contra él por el solo hecho de ser hombre.
Por esa falta absoluta de entendimiento fue que Gertz sugirió eliminar el concepto de feminicidio y así simplificar las labores de investigación, con el ciertamente noble propósito de hacerlas más simples y eficaces.
Lo que no “visibilizó” el Fiscal fue que, con esa medida, nadie duda que bienintencionada, pero torpe, nunca sabríamos los mexicanos -es decir dejaríamos de “visibilizar”- cuántas mujeres son asesinadas por odio, por pura y simple misoginia machista.
Ahora bien, detrás de cada feminicidio hay una larguísima cauda de discriminación, acoso y violencia contra las mujeres en general, de cualquier edad, raza y posición social. Todas sin excepción son violentadas por el hecho de ser mujeres en un país en donde el derecho de votar, obtenido muy tardíamente, hace apenas 64 años, -justo la edad de López Obrador– fue concedido, graciosamente -lo mismo que las cuotas de género en las Cámaras y puestos públicos-, ¡por los hombres!, pero sin tocar en absoluto la discriminación brutal que aqueja a la inmensa mayoría de las mujeres en México co-ti-dia-na-men-te.
Por cada mujer que llega a ocupar una curul o un puesto público destacado en México, existen cientos de miles o quizá millones que siguen siendo violadas por sus propios familiares, secuestradas para obligarlas a trabajar como prostitutas, vejadas en toda clase de producciones pornográficas, insultadas en la calle, amedrentadas, discriminadas en el trabajo o esclavizadas en maquiladoras o en el hogar y, para colmo, obligadas a mantener un embarazo no deseado -o abortar en forma clandestina, con el grave riesgo de morir por una fiebre puerperal-, con el ridículo argumento de que “moralmente” están obligadas a sustentar el desarrollo de un grupo de células embrionarias en el interior de su útero. ¡SU útero!
El argumento de López Obrador y su equipo -incluido el “fiscal autónomo”- de que hay que acabar con toda forma de violencia “atacando las causas” que él ubica en “la pobreza, la marginación y la proclividad de los jóvenes a buscar la felicidad en la ropa de marca y los autos de lujo”, es muy discutible, porque ni la mayoría de los pobres se vuelven delincuentes, ni la mayoría de los jóvenes se vuelven sicarios. De modo que la estrategia de otorgar becas a los jóvenes y dar limosnas a los pobres está muy lejos de ser eficaz, en lo que va de esta administración, para frenar la ola de violencia que ciertamente le heredaron los neoliberales.
La causa fundamental de la violencia en México es el paradigma del prohibicionismo en materia de drogas que Felipe Calderón llevó al extremo de declarar una guerra. Antes de esa trágica decisión, había muchos pobres y muchos jóvenes sin oportunidades y ello no era causa de “violencia extrema”.
López Obrador parece ver con claridad el tema cuando condena “el garrotazo que Calderón le dio al avispero”, pero solo hasta el momento en que la consecuencia lógica de esa premisa indiscutible sería abandonar el paradigma prohibicionista -es decir legalizar, por lo menos, la marihuana- porque esa acción impostergable choca con el conservadurismo que el Presidente tiene respecto del cannabis y todos los prejuicios que el prohibicionismo publicitó hasta la náusea sobre esa droga inocua.
La conclusión de que inyectar dinero en efectivo a jóvenes y pobres acabará con la violencia, parte de premisas falsas, porque las causas de los diversos tipos de homicidios son muy diversas:
Los feminicidios se fincan en un modelo patriarcal asentado en el planeta desde hace 5 mil años. Están tan profundamente arraigados en todas las naciones, con las particularidades de cada país -especialmente el ancestral machismo mexicano, alcoholizado y misógino- y su combate es todo un reto a la imaginación.
Los asesinatos de periodistas tienen causas muy distintas, pero, en general, se relacionan con funcionarios públicos molestos porque se les señale de corruptos. Este hecho está perfectamente documentado y poner a los funcionarios públicos a “proteger a periodistas” es tan aberrante e inútil como dejar la custodia de los bancos de sangre en manos de Drácula.
Los infanticidios tienen también causas muy distintas que habría que buscar en las profundidades de mentes torcidas por la brutalidad de crecer en un país en donde las oportunidades de sobrevivir para la mayoría, han sido supeditadas históricamente a las de la minoría oligarca para enriquecerse hasta la ignominia.
Los derechos de las mujeres, los niños y los adolescentes, no están siendo protegidos ni de lejos por la 4T. De hecho, fincar “las causas de la delincuencia” en el apetito de jóvenes por una vida de lujos y proponer que dándoles una beca para que estudien o trabajen como aprendices significa “atacar las causas de la delincuencia”, es tan absurdo como afirmar que son los jóvenes -y no los narcotraficantes coludidos con políticos y burócratas corruptos-, los culpables de la violencia en México.
Desdeñar, ignorar la lucha actual de las mujeres en México, con base en el prejuicio de que “está siendo financiada -y no utilizada- por los conservadores -como sugirió el reportero machista Marco Antonio Olvera Jiménez en La Mañanera- llevará al país a mayores grados de confrontación de los que ciertamente querrá aprovecharse la extrema derecha misógina, disfrazada de “feminista”, para llevar al poder a un Bolsonarito mexicano.
Frida Guerrera fue insultada por Marco Antonio Olvera Jiménez cuando la incluyó en la lista de los Calderones y compañía. Fue agredida, en cadena nacional, cuando el reportero pidió a Santiago Nieto que la investigara “como probable financiadora” de un movimiento del que ella se ha deslindado claramente. Y fue difamada cuando se le acusó de no haber hecho nada en pro de las mujeres antes del 2018. Lo menos que se merecía el reportero lambiscón, era una cachetada.
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20 noviembre, 2024
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