viernes, marzo 29

La “Guía Ética” según San Pedro Miguel. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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El evangelio obradorista, como cualquier otro compendio ideológico, viola infinidad de derechos de autor

Asegura el periodista de La Jornada, Pedro Miguel, que López Obrador:

1.- “Ha ido revirtiendo una a una las miserias de una administración pública que servía a los intereses particulares en detrimento de los sociales”.

2.- Ha emprendido una inmensa tarea de redistribución de la riqueza

3.- “Ha cimentado la recuperación de la soberanía nacional en diversos ámbitos”

4.- “Ha desatado un proceso para restituir a los poderes de la Unión su capacidad de legislar y ejecutar políticas públicas, facultad que les fue amputada por la proliferación programada de organismos autónomos, entidades descentralizadas y demás oficinas de nombres largos y pomposos, presupuestos injustificables y utilidad más que cuestionable”.

Respecto del primer punto, me atrevo a interpretar, con la mejor leche del mundo, que el ideólogo y propagandista del obradorismo -antes periodista crítico- confunde rebajar sueldos de la alta burocracia y pregonar a diario que ya se acabó la corrupción y la impunidad (aunque ese discurso dogmático no tenga referentes en la realidad, puesto que no hay persecución judicial contra nadie de los corruptos del obradorismo expuestos mediáticamente), aunado al reparto más o menos masivo, más o menos fallido de minipensiones que no le alcanzan a nadie para vivir, con el presunto hecho de “estar revirtiendo una a una las miserias de una administración pública que servía a los intereses particulares en detrimento de los sociales”.

En el segundo punto de su panegírico de santos y mártires, don Pedro Miguel miente abiertamente. No hay forma de decirlo con sutileza. “Una inmensa tarea de redistribución de la riqueza” sería aquella que aumentara al 40% el Impuesto Sobre la Renta a quienes facturaran más de 10 millones de pesos al año. Se cobrara lo mismo que ahora, es decir, aproximadamente el 30% de ISR a quienes facturaran entre 5 y 10 millones de pesos anuales. 20% a los que estuvieran en el rango de 2 a 5 millones. 10% a los que fluctuaran sus ganancias entre 1 y 2 millones. Y finalmente exoneraran de pagar Impuesto Sobre la Renta a quienes facturan menos de un millón de pesos al año.

¡Eso sí que sería “emprender una inmensa tarea de redistribución de la riqueza”!

Con referencia al punto 3, estoy perfectamente de acuerdo, sobre todo en el ámbito de la política exterior.

Finalmente, no creo que un Congreso de la Unión tan supeditado a los designios (y a veces a los caprichos) del Ejecutivo, tan sumiso o más que las mayorías priistas de antaño respecto del Presidente en turno, viva realmente un “proceso para restituir a los poderes de la Unión su capacidad de legislar y ejecutar políticas públicas”, aunque estoy de acuerdo en que “la proliferación programada de organismos autónomos, entidades descentralizadas y demás oficinas de nombres largos y pomposos, presupuestos injustificables y utilidad más que cuestionable”, representaban el cáncer de la simulación gubernamental, el gatopardismo que inventaba organismos para aparentar ante la sociedad que se atendían sus demandas.

Respecto de la andanada moralizante de dichos muy pomposos que plagan el mamotreto moralizante expuesto en Palacio Nacional como “Guía Ética para la transformación de México” de la cuatroté -casi calca de la exposición de motivos que Miguel de la Madrid presentó en 1982 para “La Renovación Moral de la Sociedad“, por cierto- me limito a decir que todos esos buenos deseos que habitualmente se expresan en época navideña, representan anhelos expresados en infinidad de corrientes filosóficas y religiosas, de modo que resulta muy difícil hallar los planteamientos originales para citarlos con propiedad.

Quizá les hizo falta un buen sociólogo en el equipo de trabajo donde brillaron tan distinguidas personas, porque bien aplicada esa disciplina, es posible demostrar que el camino del infierno está plagado de buenos deseos y que más vale desde el gobierno -laico por cierto- garantizar la aplicación rigurosa de la ley a quienes violen o desdeñen esos preciosos conceptos o mandamientos.

Pedro Miguel despotrica contra quienes criticamos a la administración obradorista, unos porque se han declarado oficialmente “oposición”, y otros porque habiendo votado por el cambio vemos con horror que éste parece ser meramente cosmético:

“Cabe esperar que quienes han visto con escepticismo y hasta con horror la elaboración de un documento de estas características lo lean y lo debatan con argumentos y no se atrincheren en descalificaciones in toto del gobierno de López Obrador o alegatos ad hominem; eso no haría sino reafirmar el vacío de ideas, propuestas y proyecto de nación que ha caracterizado a individuos y organizaciones de la oposición en estos dos primeros años del gobierno de la Cuarta Transformación“.

Quizá el periodista que debe sobrevivir en el fondo de la conciencia de Pedro Miguel -y no el propagandista del obradorismo que se ha instalado en la superficie-, recuerde que luego del genocida Gustavo Díaz Ordaz, la dictadura perfecta impuso a un populista dicharachero que juró llevar al país “arriba y adelante”. Era necesario un demagogo de esa talla para calmar los ánimos caldeados luego de la masacre de Tlatelolco.

Quizá también recuerde que el gran escritor mexicano Carlos Fuentes se entusiasmó precozmente y declaró que “era deber histórico de los intelectuales apoyar la gestión de Luis Echeverría Álvarez“, quitándose su espléndida casaca de escritor de altísimos vuelos para convertirse en propagandista de un genocida.

No digo que éste sea el caso, desde luego. Don Andrés Manuel es una magnífica y muy respetable persona. Sólo le ruego al gran periodista de La Jornada que tenga esto en consideración.

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