La militarización avanza en forma frenética. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
AMLO reclama a Televisa: “por qué le pagaron millones a Loret si se supone que ya no trabaja ahí”
El Presidente López Obrador “presume la nueva empresa ‘Olmeca-Maya-Mexica‘ a cargo de las fuerzas armadas“. Así titula Proceso la nota sobre el anuncio presidencial de la compañía militar que administrará el Aeropuerto Felipe Ángeles, el de Tulum, el de Chetumal, el de Palenque y también el Tren Maya, aclarando que el 75% de las ganancias serán destinadas para las jubilaciones de marinos y soldados. ¿Debemos suponer que el 25% restante será para beneficio del pueblo que paga las obras con sus impuestos?
“AMLO atribuye avance del país a las Fuerzas Armadas“. Tal es el encabezado de la nota respectiva de El Financiero, en la que se explica que, aun teniendo todo el respaldo del pueblo, el Presidente Andrés Manuel López Obrador resaltó que sin el apoyo de las Fuerzas Armadas no podría sacar adelante al país.
“Nosotros no nos vamos a divorciar nunca del pueblo, le debemos al pueblo el haber llegado para transformar y nunca le vamos a dar la espalda. Bueno, eso es muy importante, pero aun teniendo clara la importancia del pueblo y atendiendo al pueblo, ayudando a todos, escuchando a todos, respetando a todos y dándole la preferencia a los pobres, como lo estamos haciendo, de todas maneras, no hubiésemos avanzado como estamos avanzando sin el apoyo de las Fuerzas Armadas” dijo textualmente.
¿Por qué plantear esa disyuntiva de pueblo o fuerzas armadas?
¿Por qué obsequiarles a los militares las ganancias de megaobras construidas con dinero público y no devolver al pueblo los beneficios de esas obras, en forma de mejores condiciones de vida para todos los ciudadanos, y no solo o mayoritariamente para el sector castrense?
¿A quién se debe el Presidente? ¿Al pueblo que votó por él o a los militares?
Todo el discurso presidencial gira en torno a la hipótesis de que, durante 36 años, los gobiernos neoliberales despojaron al pueblo para favorecer a un presunto puñado de empresarios corruptos. Y digo “presunto” porque si tuviera los pelos de la burra en la mano, ya se ha tardado mucho en meterlos a la cárcel, tanto a los exgobernantes corruptos, como a sus cómplices de la iniciativa privada.
Es muy preocupante el discurso reiterativo del mandatario mexicano en el sentido de que la mejor forma de garantizar la continuidad de su proyecto de nación es depositar el control del mismo en el poder militar, bajo el supuesto de que “el Ejército mexicano es incorruptible, por su condición misma de haber surgido como producto de la Revolución Mexicana”.
¿Incorruptible? ¿Y el 68? ¿Y la guerra sucia? ¿Y Tlatlaya y Ayotzinapa? ¿Y…?
AMLO prometió en campaña que el pueblo de México sería el beneficiario de su gobierno “y en primerísimo lugar los pobres”. Este discurso lo repite compulsivamente como Presidente, pero sin que esa promesa vaya más allá de la retórica y de los limitados apoyos que constituyen sus famosas becas y pensiones para estudiantes y adultos mayores, que no alcanzan para vivir, pero son poderosos paliativos para nutrir huestes de votantes agradecidos.
Nunca dijo don Andrés que el principal beneficiario de su obra de Gobierno iba a ser el poder militar, como en los hechos (y hasta en el descuidado discurso) lo confirma a diario.
Durante la campaña, el entonces candidato presidencial llegó a sugerir que podría desaparecer a las fuerzas armadas (como hizo el Presidente Figueres en Costa Rica, a mediados del siglo pasado). Dijo que más allá de sus labores de protección civil en casos de desastre, el Ejército “difícilmente serviría para contener una hipotética invasión extranjera, pues la historia demuestra que en tales casos siempre ha sido el pueblo el que saca la cara por México“.
Pero ahora, como si fuera algo digno de celebrar, don Andrés enlistó que, además del AIFA, los militares están colaborando en acciones civiles “como nunca” con la construcción de 2 mil 744 sucursales del Banco del Bienestar, instalaciones de la Guardia Nacional, canales de riego en el norte, y participan en labores de seguridad pública, entre otras numerosas responsabilidades, como el control absoluto de las aduanas.
Si eso no es militarización, entonces que nos expliquen qué está pasando, porque a pesar o precisamente por ese proceso de militarización frenética, que pone en riesgo inminente el futuro del país, ni siquiera se han abatido los alarmantes índices de criminalidad con los que el mandatario parece sentirse muy cómodo, pues prefiere dedicar sus enojos e indignación no a los asesinatos de nuestras mujeres, o de los periodistas, sino a la defensa de su hijo mayor, quien tuvo la torpeza de burlar con su conducta el modelo de austeridad que su padre intenta inculcar al pueblo de México, pero que, con todo respeto, no pudo enseñarle ni a sus hijos.
Ya va para 3 semanas despotricando contra los periodistas que difundieron algo tan diáfano como el hecho de que la forma de vida de José Ramón contradice el discurso de su padre, independientemente de que tal forma de vida provenga de la riqueza de su esposa, o de un conflicto de interés con Pemex.
Si AMLO corrió al único funcionario público que estaba trabajando realmente contra la corrupción, por el solo hecho de la ostentación lujosa de su boda, entonces por qué no obra en consecuencia, como cuando prometió que solo se haría cargo de su hijo menor de edad, “Guchilopoztli”, apodo que entre risitas maliciosas reveló nada menos que la vocera del vocero presidencial.
La libertad de expresión no significa que yo pueda escribir esto sin que los mares de fanáticos obradoristas me linchen, o los sectores duros de las fuerzas armadas me censuren o maten. El meollo de la “libertad de expresión” como escribí muchas veces en los tiempos de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña, radica en que el mandatario en turno escuche y rectifique. De nada sirve que presuman respeto a esa libertad fundamental cuando ni siquiera se toman la molestia de atender las críticas con un espíritu abierto.
Si de veras -como dicen algunos analistas- don Andrés decidió estallar la bomba contra España para distraer el escándalo de José Ramón López Beltrán, estamos fritos.
Si es verdad que las famosas empresas españolas Iberdrola, Santander y OHL, entre otras, “saquearon al país con la complicidad de políticos mexicanos y españoles”, entonces el camino de un Presidente que se autocompara con Juárez y Madero y que presume de encabezar una transformación de la talla de nuestras mayores gestas históricas, no es reclamarle al gobierno actual de España las atrocidades del pasado, sino correr del país a esos empresarios saqueadores, expropiar sus bienes y meter a la cárcel a sus cómplices.
Pero don Andrés opta por andar lamentando a diario, como gobierno plañidero, lo mal que nos trataron desde la época de la colonia.
Ofuscado cada vez más por la defensa fallida de su hijo mayor, el Presidente reclamó esta mañana a los directivos de Televisa, y adelanta que les exigirá explicaciones de por qué le pagaron varios millones de pesos a Carlos Loret de Mola el año pasado, si se supone ya no trabaja ahí.
Con ese reclamo, el Presidente que alardea respetar al máximo la libertad de expresión y dice conformarse con el solo “derecho de réplica”, deja la sospecha de que existió un arreglo con la emisora -ahora partida en 3-, para sacar del aire al periodista más incómodo de su administración, lo que podría derrumbar la narrativa de que este gobierno no ha pedido ni pedirá jamás la cabeza de un periodista “como hacían los anteriores”.
¿Entonces? ¿Siempre sí son iguales?
CON INFORMACIÓN DE:
El Financiero.- https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/2022/02/11/sin-fuerzas-armadas-no-hubieramos-avanzado/