viernes, marzo 29

La repentina mutación de Loret en “paladín de la democracia”. Televisa, en la mira de AMLO

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En política y periodismo, como en la magia, nada es lo que parece. Por Jesús López Segura

LA VERSIÓN NO OFICIAL.

Gracias a la probablemente ilegal denuncia presidencial, ya sabemos quiénes y con cuánto financian a Carlos Loret de Mola, pero, muy mal aconsejado por su vocero Jesús Ramírez, el Presidente López Obrador ha estado jugando el paradójico papel de principal promotor del mercenario #Lord Montajes, todavía empleado secreto de Televisa, según informó el propio mandatario.

Con todo y que AMLO reconoció que fue tendencia, a nivel mundial -¡más que el conflicto de Ucrania!- su supuesta violación de la ley al exponer públicamente datos personales de un particular, don Andrés volvió a exhibir hoy -lunes 14 de febrero, en su conferencia de prensa- el cuadro de los presuntos ingresos del periodista, conducta calificada por “barras de abogados”, huestes enfurecidas de críticos del obradorismo y “bots financiados por la mafia del poder”, como ilegal.

Cuando la reportera le trata de explicar que Loret no es funcionario público y por tanto sus datos personales están protegidos, el mandatario argumenta que las empresas que lo financian “son de interés público, porque están concesionadas por el Estado”, lo cual es cierto para Televisa y W Radio, pero no para Latinus, El Universal y el Washington Post. Este brevísimo comentario podría ser el preludio de una revisión de las concesiones de Televisa y W Radio, porque su alegato de defensa radica en que no balconeó a Loret, un particular, sino a empresas de interés público concesionadas por el Estado mexicano.

Fuera del espacio estelar como conductor en Televisa (pero dentro de su nómina millonaria, ahora lo sabemos) Carlos Loret seguiría siendo Loretito –admirado por cientos de miles de nostálgicos del saqueo neoliberal que lo ven como su rabioso vocero–, pero gracias a la promoción frecuente del propio don Andrés, Loretito parece haberse transformado en Loretote, con potencialmente millones de seguidores que resultan de la suma de los beneficiarios del neoliberalismo salvaje, es decir, su base dura, más los decepcionados de la 4té.

Muy mal aconsejado, el Presidente ha dedicado su inédito espacio matutino de comunicación, a promocionar a sus adversarios políticos por la inexcusable vía de criticar, casi a diario, a sus voceros a sueldo.

De manera creo que bien intencionada, don Andrés sigue actuando como lo que ha sido toda su vida, un opositor, es decir, alguien que denuncia públicamente -y entiende así su trabajo político- las desviaciones corruptas del poder. Pero cuando él mismo ostenta ese poder (casi absoluto, por cierto, durante sus primeros años de gobierno) no se atreve a usarlo con la firmeza de quien se dice radical. Por el contrario, impuso (y apoya incondicionalmente con su “confianza” ratificada mil veces) a un fiscal que no solo es un auténtico florero, sino que además usa flagrantemente su estratégico puesto para dirimir mezquinos asuntos personales.

Como el de Luis Echeverría, el principal problema del gobierno obradorista parece ser el ostensible contraste entre su intenso protagonismo verbal y su falta prácticamente absoluta de acciones concretas para corregir lo que, tan insistentemente, se dedica a denunciar.

Por ese contraste tan notorio entre lo que dice y lo que hace en su lucha contra la corrupción, podría calificarse al de López Obrador como un gobierno plañidero, porque lamenta públicamente, a diario, las atrocidades que cometieron sus 6 antecesores -desde De la Madrid, hasta Peña-, bañándolos con insultos como “neoliberales corruptos, saqueadores, ladrones de elecciones y genocidas”, pero al mismo tiempo aboga para que no se les juzgue, montando una consulta mal hecha en la que reiteradamente advirtió que él votaría en contra “porque lo suyo no es la venganza” y esos canallas que nos saquearon peor que en los 300 años de colonia, “tienen muy buenos abogados”.

Como si aplicar la ley, como juró solemnemente don Andrés, fuera un asunto de “venganza”.

Con López Obrador casi todo queda en el nivel de denuncia pública y su justificación es lo que él y algunos de sus seguidores, sólo algunos, entienden como “la revolución de las conciencias”, lo que en términos marxistas significa “la toma de conciencia de clase de los oprimidos como condición -sine qua non- de su reivindicación social”; pero en el lenguaje evangelista típico del mandatario, significa la revelación mesiánica de verdades trascendentes que se le ocultaron al pueblo bueno durante más de 3 décadas.

Con gran éxito de audiencia, don Andrés ha convertido el inédito espacio de sus conferencias mañaneras (que ahora copian burdamente imitadores deleznables como el gobernador de Veracruz) para atacar a la prensa crítica de su gobierno, ayudando -de manera inconsciente pero eficaz- a la fama de los periodistas a los que cuando no mancha, tizna con el favor innecesario e irracional de una frenética publicidad gratuita.

Cada pregunta relativamente incómoda que llegue a formularse en La Mañanera recibe como respuesta un regaño al periodista que la formula, acompañado de la aclaración de que ese jalón de orejas no es para él, sino para el medio corrupto para el que trabaja. El Sketch invariablemente va seguido de una larguísima reseña –repetida hasta la náusea– de las vicisitudes y ataques de la prensa que tuvo que sufrir el apóstol de la democracia, Francisco I. Madero. Para cuando termina esta suerte de monótono ritual, ya nadie se acuerda de la pregunta original.

Lo que más me preocupó, insisto, de la certera –aunque ciertamente ilegal– balconeada presidencial del fastuoso patrocinio del mercenario Loretito, es ese tufo de reclamo a los directivos de Televisa. Esa insinuación –típica de los actos fallidos– que parece revelar un secreto inconsciente: que a Televisa se le exigió correr a Loret, pero la poderosa emisora simplemente lo sacó de cuadro, y lo siguió financiando para atacar, con virulencia inusitada, al Presidente desde un espacio en redes sociales patrocinado también por otros enemigos de la 4té, ávidos por regresar al poder.

En política y periodismo, como en la magia –y en la mafia–, nada es lo que parece, pero si esta apariencia de que Televisa engañó a don Andrés haciéndole creer que había despedido a Loretito, resulta cierta, pronto deberíamos ver tambalearse el financiamiento millonario en publicidad del que todavía goza la empresa de comunicación más grande de América Latina e incluso podrían estar en riesgo sus múltiples concesiones.

Pero ya veremos.

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