jueves, abril 25

“No ordenamos asesinar a periodistas”: Amlo. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Finalmente Carlos Loret y sus secuaces lograron pegarle a don Andrés donde más le duele: sus hijos

Priva en el país un peligroso ambiente de asonada mediática que está siendo alimentado por los nostálgicos del neoliberalismo o “neoporfirismo”, empeñados en echar toda la carne al asador en su delirante ambición de regresar al poder, desde donde se enriquecieron hasta la ignominia.

Dicho lo anterior, me permito aventurar la hipótesis de que en el rotundo éxito que lleva ganada esta estrategia mediática perversa, juega un papel paradójicamente fundamental el propio Presidente objeto de la misma, pues ya va para un mes nutriéndola a diario con desplantes lastimosos que revelan una gran debilidad, al grado de que casi a punto del llanto, tiene que evocar a Melchor Ocampo en su frase célebre “me quiebro, pero no me doblo”, que en mi modesta opinión debería ser al revés: “me doblo, pero no me quiebro”.

La balconeada que le pusieron a José Ramón López Beltrán por su estilo de vida en Houston tan alejado de la prédica cotidiana de su padre sobre la honrada medianía y la austeridad franciscana, habría obligado al mandatario a reconocer que no pudo influir en su hijo mayor para inculcarle esos valores.

También don Andrés, si estuviera mínimamente bien asesorado, debería haber explicado, de bote pronto, que de cualquier modo ese reportaje malicioso no es prueba suficiente de un conflicto de interés, pero que si tal fuera el caso, recomendaría a las autoridades que obraran conforme a Derecho y aplicaran todo el peso de la ley, precisamente por tratarse de un cercanísimo familiar suyo. Punto.

Ya después esas mismas autoridades harían el trabajo de dejar pasar unos meses para finalmente esgrimir los típicos malabarismos legaloides que trajeron de vuelta al General Cienfuegos o exoneraron a Pío, a Bartlett y a un número indeterminado de…

Pero don Andrés no se deja asesorar y la runfla de inútiles que le rodean no solamente no le advierten sobre los riesgos de actuar como lo ha venido haciendo, hasta el grado de violar la ley de protección de datos personales; o promover la idea de que los periodistas deberíamos estar agradecidos porque no es él quien ordena que nos maten -“como hacían sus antecesores”-; o que los abyectos senadores de Morena se atrevan a señalar que “como nuestro Presidente encarna o simboliza los ideales de la nación, de la patria y del pueblo, sus adversarios [incluidos los periodistas que lo criticamos] traicionan a la patria”.

La ausencia de una buena asesoría está llevando a un hombre bien intencionado como don Andrés a exhibirse como un Presidente autoritario, vengativo, irracional y peligrosamente déspota, cuando no lo es. De hecho es todo lo contrario, pero no ha entendido que como Presidente debe escuchar a todos, gobernar para todos y ser estrictamente escrupuloso en la observancia de la ley.

Si a esta grave deficiencia en su estilo personal de gobernar agregamos su inexplicable propensión a encumbrar a las Fuerzas Armadas, se completa un cuadro de angustiante preocupación que los enemigos del régimen aprovechan para generar odio y esparcirlo mediante campañas millonarias por televisión, radio y redes sociales.

Serénese, don Andrés. No caiga en la trampa de estos cabrones. Deje de pelearse con los periodistas que lo criticamos de buena fe y con la mirada puesta en que las cosas mejoren. No haga caso a los comunicadores que lo critican por encargo y mucho menos a los que lo lambisconean, porque son los que más daño le hacen a su causa.

Rodéese de gente inteligente que lo ayude a superar esta crisis creciente que dividirá aún más a un país ya demasiado polarizado.

Revise concesiones televisivas y radiofónicas. Empodere al pueblo. Legalice las drogas para arrancarle a los narcos todo su poder. Reconcíliese con las mujeres a las que tanto ha maltratado, legalizando el aborto en todo el territorio. Olvídese de integrar la Guardia Nacional a las Fuerzas Armadas. Écheles el guante a los criminales y deje de presumir la “baja letalidad” en los enfrentamientos con esos monstruos que tanto lastiman al pueblo que usted dice amar. Democratice la selección de lo que debe ser una guardia nacional eminentemente civil y aplique impuestos rudos a los megamillonarios para que ayuden a hacer más sustanciosas las pensiones y las becas.

Hay mucho que hacer como para seguir perdiendo el tiempo en estériles confrontaciones a nivel de la superestructura ideológica. Ataque directamente la estructura económica de una sociedad tan cruelmente desigual.

Entonces y solo entonces sentirá, a plenitud, lo que los mexicanos somos capaces de hacer por alguien -como el general Cárdenas-, que verdaderamente vele por nuestros intereses más allá de discursos interminables y baños de pueblo en giras compulsivas.

Entonces veremos a los verdaderos traidores de la patria tomar sus fortunas malhabidas para largarse del país, si es que el complaciente fiscal Gertz se los permite. Entonces sí que estaríamos avanzando en una cuarta transformación nacional.

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