Se le cae el sistema a Mario Delgado. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
“La única posibilidad de derrota política, electoral y ética de Morena se incuba desde dentro”: Álvaro Delgado
“Las condiciones estaban puestas para que la renovación de la estructura del partido Morena colapsara”, diagnostica una nota de Proceso. Y en efecto, el colapso ocurrió durante un fin de semana que marcó el arranque en conflicto -con impugnaciones, acusaciones de fraude y listados apócrifos-, del registro de aspirantes a integrar el Congreso Nacional de Morena.
Subían y bajaban listas depuradas, una y otra vez, por presiones de gobernadores y otros “influyentes” que no querían que fulano o zutano quedara dentro de la estructura que, si bien no tiene mucho que ver con la candidatura presidencial, como hizo ver Mario Delgado tratando de apaciguar los encendidos ánimos, sí con las posibilidades de acceder a diputaciones y senadurías, entre otros cargos de elección popular.
Mario Delgado actúa como si los militantes de su partido fueran tontos. Intentó -según comentaron a Notiguía fuentes directamente relacionadas con el caso- deshacerse de Xóchitl Zagal para apoderarse de las estructuras de programas sociales, a través de la Secretaría de Organización del CEN de Morena y realizar, desde ahí, el gran negocio de la desviación de recursos de esos programas a campañas políticas y a los bolsillos de los corruptos de siempre. Se lo impidieron.
Quizá por ello Mario Delgado tomó ahora venganza y excluyó a la talentosa joven Zagal de la contienda final por la candidatura en el Edomex.
Álvaro Delgado, el gran escritor y columnista vaticina una ruptura inminente al interior de un partido de por sí completamente roto.
Dice Delgado el bueno, es decir Álvaro y no Mario, que “ante la corrupta, inepta y ruin oposición, con liderazgos inocuos y cuya única oferta a los mexicanos es volver a los privilegios del viejo régimen, la única posibilidad de derrota política, electoral y ética de Morena se incuba desde dentro del partido que creó y lidera el Presidente Andrés Manuel López Obrador“.
Con mucho respeto creo que Álvaro está completamente equivocado al estimar que la corriente crítica que se incuba al interior de Morena es la que va a acabar con la Cuarta Transformación. Y me duele decirlo porque como él, algún día abracé la esperanza de que López Obrador representaba un verdadero cambio para un país atracado en grande por una clase política prianperredista profundamente corrupta.
No, Álvaro. La corriente crítica que prospera poco a poco al interior de Morena -y no me refiero solo a los Ackerman, o a los Gibranes, sino a líderes del tamaño de Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, es la que va a salvar al movimiento de la esquizofrenia en la que, lamentablemente, lo ha sumido su propio líder, Andrés Manuel López Obrador.
A fuerza de tantos años de bregar en la oposición, don Andrés, con todo respeto, ha seguido actuando, ya siendo Presidente -con un Congreso a su favor y un pueblo dispuesto a jugársela con él hasta las últimas consecuencias- como eso, como un opositor profesional. Como un antagónico de sí mismo. Como un predicador que despotrica a diario contra los mafiosos de antes, desde el espacio que se construyó en Palacio Nacional, pero explícitamente negado a actuar conforme al juramento prestado al asumir el cargo, complaciente con un fiscal bueno para nada al que respalda en cada escándalo, en cada increíble metida de pata, en cada ostensible acto de corrupción.
Álvaro tiene razón en cuanto que los opositores prianperredistas atacan a don Andrés porque anhelan el retorno del saqueo del que se beneficiaron hasta la ignominia. Pero falla al diagnosticar que los que criticamos de buena fe el mesianismo presidencial, los abrazos y no balazos, la militarización plena del país y la atroz inseguridad pública que el tabasqueño se niega a admitir, somos los que vamos a destruir la cuarta transformación.
Por el contrario, el movimiento por el que el pueblo de México se arrojó a las urnas echando del poder a los saqueadores neoliberales, encabezado por AMLO en la gesta histórica del 2018, debe ahora rectificar el rumbo marcado por ese gran hombre que fue un enorme opositor, pero es ahora un mal Presidente.
Ese gran movimiento no es patrimonio exclusivo de él, es de todos nosotros. Es de los hombres y mujeres de buena fe que, sin importar su filiación, anhelamos construir un gobierno decente que realmente meta a la cárcel a los corruptos sin titubear ni un segundo. Que forme guardias civiles armadas, elegidas democráticamente en cada ranchería, en cada ciudad, para que el pueblo se defienda a sí mismo de los estragos de los criminales organizados.
Que legalice el consumo y comercialización de drogas no malignas como la marihuana, para arrebatarle recursos a los criminales. Que despenalice el aborto y tome medidas urgentes y efectivas para proteger a las mujeres mexicanas de los embates de feminicidas despiadados que actúan hoy con absoluta impunidad.
Es la hora de la reconciliación nacional que implica dejar de usar la Presidencia de la República como instrumento para la polarización social y política, con fines electoreros, disfrazando con encuestas a modo, la más descarada práctica del dedazo.
Hay que decirle claramente a nuestro respetado presidente que quienes criticamos con espíritu constructivo sus cada vez más absurdas ocurrencias (que serían hasta anecdóticamente simpáticas si no tuvieran las consecuencias trágicas de millares de muertes perfectamente evitables), lo hacemos no porque queramos que regresen los saqueadores a los que él y solamente él se ha negado a juzgar, sino porque deseamos con el alma que realmente prospere el movimiento al que pertenecemos no porque militemos o no en Morena, sino porque votamos por él.
Y ahí cabemos todos. La cantaleta de que hay 20 millones de mexicanos conservadores que, según don Andrés, constituyen un lastre insalvable, debe ser desechada. Salvo unos cuantos criminales despiadados, ladrones y genocidas que el presidente López Obrador -y solamente él- ha decidido dejar en libertad, hay una inmensa mayoría que desea construir un país de oportunidades para todos, sin importar que, por azares del destino, militen en partidos de derecha o de izquierda radical, o que, como la mayoría absoluta, no militemos en ningún partido, grupo, sindicato o secta religiosa.
Ya estuvo bueno de que desde la más alta tribuna del país nos tachen de “conservadores” incluso a quienes cultivamos, con orgullo, ideas mucho más avanzadas que el Presidente y su corte de lambiscones. Con todo respeto.
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