El regateo por el número de muertos. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Jesús Ramírez Cuevas es el verdadero villano de la película
Como si se hablara de chiles, y no de una terrible crisis humanitaria, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, regatea con Jorge Ramos sobre las cifras escalofriantes en el mercado mexicano de la muerte que ya acumula, nada más en los tres últimos sexenios, alrededor de 400 mil asesinatos dolosos: 120 mil con Calderón, 154 mil con Peña y 121 mil en 4 años de obradorismo.
Su gobierno ya superó en 4 años el número de muertes de todo el sexenio que pateó el avispero y militarizó la seguridad pública, le hace notar no con esas palabras, sino con un tono respetuoso, pero firme, Jorge Ramos al Presidente de México.
“Indica que su estrategia de seguridad no ha funcionado, la militarización no ha funcionado ni su propuesta de la Guardia Nacional y por eso muchos se oponen a ella y al ‘abrazos no balazos’. Si usted no corrige, las cosas se van a poner mucho peor. Usted dice que van bien, pero si no se corrigen y se siguen matando 84 mexicanos al día como en agosto, al final, cuando usted entregue el poder, va a haber 191 mil muertos”.
Hasta ahora, el récord sexenal del genocidio mexicano lo mantiene Peña, con 154 mil asesinados en su gobierno.
El mandatario mexicano respondió que no coincide con los datos de Ramos, quien insistía, hasta el cansancio, que los obtuvo de las cifras oficiales de su propio gobierno.
“Pues no coincido contigo y considero que no tienes razón en los datos”, espetó López Obrador, quien se dio el lujo de celebrar -y dijo sentirse tranquilo y optimista- porque su gobierno registra una reducción de muertos de 2% (corrigiendo el 10% de la gráfica), en comparación con el último año de gobierno de Enrique Peña Nieto.
Era un típico diálogo de sordos. AMLO se abstuvo de sacar a relucir su clásico “yo tengo otros datos” porque lo que le ponían enfrente eran ¡sus propios datos! Y aun así los negaba. Frente a miles de personas, volteaba la cara a la realidad, a los hechos, y se aferraba a lo que -con ayuda de perversos prevaricadores de la verdad que le rodean- existe solo en su imaginación.
López Obrador se exhibió ayer ante el implacable periodista mexico-norteamericano como un idealista mal asesorado, que se aferra a su visión de manera sincera (por eso tiene tantos seguidores que creen en él contra viento y marea), pero está rodeado de manipuladores oportunistas que acomodan la información para darle por su lado. Que le hacen creer que cualquier dato duro que presente una disonancia con sus fantasías, es producto de la perversidad de sus adversarios, “empecinados en destruir su heroica y gloriosa lucha por la transformación nacional”.
No señor, no estoy sugiriendo que usted tuerza la información. De hecho me baso en ella, en su información -le decía Ramos, palabras más o menos-. Tampoco cuestiono su popularidad, que no tiene nada que ver con lo que estamos discutiendo. Reconozco que es usted muy popular y estoy al tanto de que goza de un 68% de aceptación.
Lo único que le digo es que con los propios informes de su gobierno, en 4 años ha logrado superar la cifra de asesinatos que todo el sexenio de Calderón y va que vuela para arrancarle a Peña Nieto el deshonroso campeonato de 154 mil cadáveres en su conciencia.
Pero usted me dice, en plena cara, que escribo para un boletín del conservadurismo refiriéndose al Reforma, donde colaboro a mucha honra, y me insulta afirmando que nosotros, los que usted llama conservadores y adversarios, deseamos que haya más muertes para que, así, fracase su gobierno y podamos regresar a seguir saqueando al país.
Y yo le digo que nadie quiere que haya más muertos. Que nosotros, los conservadores, también estamos perdiendo a familiares y amigos en esta crisis humanitaria, pero usted no escucha. Afirma que La Jornada es uno de los escasísimos medios que dicen la verdad, pero olvida mencionar que ese diario recibe cuantiosos recursos de su gobierno, equivalentes casi a los que dilapida con las televisoras, podría haber argumentado Ramos, pero prefirió llevar la fiesta en paz con Jesús Ramírez, el verdadero villano de esta película.
Mientras le sigan haciendo creer al presidente que su estrategia funciona, los angustiadísimos mexicanos no veremos la luz al final de este tenebroso túnel y se consolidará el horror de la militarización, lo que solo empeorará las cosas. ¿No cree usted?