Miente el vocero de AMLO sobre presunta “violación del protocolo” por parte de Norma Piña
El trato dado a la presidenta de la Corte raya en la violencia política en razón de género
LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Con un inconfundible tinte de autoritarismo machón, el vocero del Presidente López, Jesús Ramírez, difundió mentiras sobre una presunta “violación del protocolo” por cuenta de la ministra presidenta de la Corte, Norma Lucía Piña Hernández, en el solemne acto que año con año se repite en el Teatro de la República de Querétaro, el 5 de febrero, para conmemorar la promulgación de la Constitución de 1917.
“En el acto del 106 aniversario de la Constitución mexicana, fuimos testigos de la vitalidad de nuestras instituciones con un debate de ideas entre los representantes de los tres poderes de la Unión. Resulta desafortunado que no todos respetaron el protocolo de la ceremonia”, escribió en Twitter Ramírez Cuevas.
Muchos medios maiceados siguieron puntualmente la línea impuesta por Presidencia, consistente en acusar a la ministra de haber violado el protocolo. El propio mandatario ratificó, con desprecio evidente, al día siguiente en La Mañanera, el infundio:
“Ayer me dio mucho gusto porque se notó, yo creo que porque estaba cansada o no quiso pararse la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia, pero me dio muchísimo gusto porque eso no se veía antes, los ministros de la Corte eran empleados del Presidente”.
La realidad es muy distinta: Lo primero que hicieron -seguramente comandados por Jesús Ramírez, quien se balconea cada vez más claramente como el instigador de los odios del mandatario contra periodistas y funcionarios que no se pliegan a sus deseos- fue violar la tradición de sentar a los representantes de los tres poderes al centro del presídium. Norma Piña, Santiago Creel y el senador Alejandro Armenta fueron desplazados, “de última hora”, hacia los extremos de la mesa, lo más alejados posibles del Presidente, lo que constituye una grosería infantil.
Cuando entró López Obrador al recinto, todo el mundo se puso de pie para aplaudirle -conforme a una tradición a la que no obliga el protocolo- excepto la ministra Piña, quien aplaudía entusiasta, pero sin levantarse, hasta que se anunció el acto solemne de honores al primer mandatario, cuando -conforme al protocolo- se levantó de su asiento, lo que ignoraron Jesús Ramírez y los medios que difundieron la mentira de la supuesta violación protocolaria.
Luego, tanto AMLO como la ministra Piña omitieron mencionarse mutuamente en la presentación de sus respectivos discursos, lo que revela una actitud de pueril berrinche de quien resulta tan contradictorio, que celebra un acto de independencia al mismo tiempo que se molesta porque otros poderes lo traten como igual. De quien habla de que no son iguales, pero le irrita profundamente que no se le rinda pleitesía. De quien trata con desprecio a una dama, esa sí valiente (no como la que presume esa cualidad en discursos compulsivos en el Edomex) porque no se plegó a la sumisión general que nutre la megalomanía del muy vigente presidencialismo salvaje.
Otro Jesús muy distinto, Reyes Heroles, decía que la forma es fondo. Y en el fondo de estas afrentas de Presidencia contra los otros dos poderes de la Nación, subyace la inequívoca intención de fincar un evidente autoritarismo, a base de nutrir el odio contra la prensa critica, contra las clases medias “aspiracionistas”, contra los empresarios, contra las mujeres…
¿Qué clase de persona se requiere ser para darse ínfulas de salvador de la patria y compararse con mártires de la democracia como Francisco I. Madero, al tiempo que se trata de humillar a la primera dignísima mujer que preside la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ello porque con ese afortunadísimo nombramiento, se le impidió consumar su capricho de imponer a una plagiadora en el puesto?