AMLO es más poderoso hoy que cuando era Presidente. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López S.
Impuso la “supremacía constitucional” castrando el presidencialismo de la primera mujer en el puesto
A la señora Presidenta Sheinbaum –de todas mis consideraciones, como diría Marco Levario— le extraña muchísimo que 8 ministras y ministros de la Corte se arroguen el derecho de invalidar una reforma “que ya está en la Constitución y que fue aprobada por el Constituyente, con el aval del pueblo de México“. Pero no le llama la atención en absoluto que un solo hombre, desde su refugio de descanso en Palenque, haya sido quien movió los hilos para aprobar esa reforma y se saque de la manga, en un acto de prestidigitación política simplemente insólito, de un día para otro, la supremacía del Poder Legislativo, enteramente bajo su control.
“La Emperatriz” Claudia Sheinbaum, como le dice el ocurrente Germán Martínez a la señora Presidenta, en alusión a que AMLO podría ser declarado en cualquier momento “Alteza Serenísima” –como dijo su servilleta–, ha sido puesta en el Poder Ejecutivo, con todo respeto, como “payasa de las cachetadas” por quien ejerce el poder real desde casa de La Chingada a través de una interpósita persona (su hijo Andy) que le lleva a Adán Augusto y a Ricki Ricón Monreal las instrucciones para arrebatarle el poder absoluto a la señora, justo en el primer ejercicio femenino, dizque histórico del ahora, gracias a esa supremacía legislativa, obsoleto presidencialismo absolutista mexicano.
Y doña Claudia, fiel y entregada como es, parece no darse cuenta de que le han perpetrado un Golpe de Estado y no precisamente desde las filas de la oposición, o del Ejército, sino desde las entrañas mismas de su propio movimiento, o más bien dicho, desde el movimiento que no es suyo pero que la impuso en el poder formal, mientras se mueven los hilos de la mayoría calificada (espuria, por cierto) para que se erija formalmente al hijo del caudillo. Si AMLO fuera un poco más joven y no estuviera su salud tan deteriorada, estaría pensando en imponerse él mismo en una reelección perfilada legalmente a modo por la supremacía legislativa, a más tardar en la revocación de mandato de Claudia.
Y no es que don Andrés, con todo respeto, haya albergado alguna vez las ansias de dictador –que sí tienen algunos correligionarios suyos como el Noroñas–, sino que simplemente no hay poder humano que le haga desistir de la idea, errónea por cierto, de que él es el salvador de la patria, una especie de héroe nacional de la talla de quienes forjaron las primeras 3 grandes transformaciones del país. Incluso podría aventarse la puntada de aprobar una forma legaloide de regreso formal al poder si es que el cambio de Gobierno en Estados Unidos impone a México condiciones extraordinarias que ameriten, como él mismo advirtió, su retorno inmediato a Palacio Nacional.
Lo cierto es que todo el panorama político mundial está polarizado, como en los tiempos de la guerra fría, en dos grandes paradigmas: Los “civilizados” y los “populistas”, derivados directamente de la conceptualización genial de Max Weber para caracterizar los “tipos ideales” de dominación política: los liderazgos burocráticos y los carismáticos.
1.- “Los burocráticos”, son todos aquellos “civilizados” que creen sinceramente en las bondades del Estado de Derecho, de las instituciones y de las leyes. Estudian a fondo el espíritu de las constituciones forjadas por los Constituyentes originales y apuestan a la independencia y equilibrio de los poderes constituidos.
Lamentablemente, todo ese monumental y sofisticado edificio jurídico –avalado por la academia y la intelectualidad orgánica– ha sido puesto, en la praxis política del capitalismo y sus modos de producción derivados a partir de la tremenda ya no evolución sino revolución de las fuerzas productivas (desde el Internet hasta la Inteligencia Artificial) al servicio de las clases dominantes, generando una hiperconcentración de la riqueza mundial en cada vez menos manos, con la consecuente depauperación masiva de miles de millones de seres humanos. Ese frenesí por las ganancias trajo como corolario, aparte de la desgracia económica de las mayorías, la destrucción acelerada, en términos geológicos, de las condiciones mínimas de sobrevivencia ambiental por el abuso de las fuentes fósiles de energía.
2.- “Los carismáticos” constituyen la segunda gran secta de la polarización nacional (y planetaria) conformada por huestes decepcionadas por la discrepancia brutal entre los rimbombantes postulados del edificio jurídico-político y la realidad lacerante que los contradice a diario. Hartos de que los estudiantes de Derecho tengan que abandonar todos los más caros principios de su ardua capacitación tan pronto como entran al mercado de trabajo, donde tienen que aprender las múltiples triquiñuelas que definen la práctica profesional real y concreta de ministerios públicos, jueces y magistrados corruptos.
Solo era cuestión de tiempo para que surgiera un líder habilidoso para exponer esa esquizofrenia política definida por la disonancia entre el Estado de Derecho formal y el Estado de Chueco real, lo que ha generado en México una devoción masiva y una lealtad incondicional por ese liderazgo al que se le atribuyen capacidades cuasi sobrenaturales. Ahí está puesta la mesa para los dictadores de corte “populista”, capaces de usar las instituciones creadas por los “civilizados” para colarse a la cúspide del poder y dedicarse, desde ahí, a desmantelar por completo el edificio jurídico que, paradójicamente, los benefició hasta el punto de hacerse de la Presidencia de la República.
En lugar de castigar a los responsables del pudrimiento –en la praxis política– del Estado de Derecho, es decir a los cárteles de cuello blanco incrustados como fósiles en los 3 poderes, haciendo de las suyas, y de aplicar todo el peso de la ley a los cárteles del narcotráfico, los políticos populistas terminan aliándose con esos poderes fácticos, con la fe depositada en el supuesto de la purificación nacional que un líder carismático puede llevar adelante, a nombre de un concepto abstracto de “pueblo” del que se siente líder absoluto, por la pura fuerza de una demagogia tan silvestre que, invariablemente, terminará por revertírseles.
Las dudas sobre si Sheinbaum administrará formalmente el liderazgo carismático asentado en Palenque, o tratará de construir un segundo piso más “civilizado”, se disiparán tan pronto como el Congreso de la Unión dé salida, en fast track como ha hecho con las iniciativas de AMLO, o de plano obstaculice la reciente reforma enviada por ella a fin de arrebatar a las Fuerzas Armadas y al Ministerio Público el monopolio de la inteligencia para combatir al crimen. Así de claro: Del comportamiento del Congreso ante esa feliz iniciativa sabremos si hay Maximato o no.