domingo, febrero 9

Primoroso homenaje a Alfredo del Mazo González. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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El segundo piso del pacto de impunidad con Peña y la restauración del monopartidismo hegemónico

La columna de Salvador Camarena (“El segundo piso de Atlacomulco”. La Feria. Salvador Camarena. El Financiero) se centra en un análisis mordaz del homenaje que Morena, en el Estado de México, rindió al exgobernador priista Alfredo del Mazo González el viernes pasado. El texto expone las contradicciones de Morena al intentar presentar a Del Mazo como un opositor al “neoliberalismo”, un discurso que, como señala Camarena, resulta históricamente insostenible y políticamente incoherente.

Contradicciones del discurso de Morena

Camarena comienza contextualizando el homenaje, presidido por Delfina Gómez, actual gobernadora del Estado de México, y marcado por la presencia de figuras priistas vinculadas al emblemático Grupo Atlacomulco, entre ellos los ex gobernadores Camacho, Del Mazo Maza, El Chapitas Ávila y Arturo Montiel, justo en la víspera de la reivindicación de Humberto Benítez Treviño -el último procurador del salinato- con el nombramiento de un incondicional suyo como líder interino del Poder Judicial mexiquense y de su hijo, Humberto Benítez González, como jefe de los notarios públicos de la entidad.

La presencia de Horacio Duarte como orador oficial, hablando en representación de los tres poderes del estado, subraya, según Camarena, una unidad institucional que no gira en torno a la gobernadora, sino que denota una inusual alianza simbólica entre Morena y los viejos actores del PRI, lo que ha dado en denominarse el PRIMOR a nivel nacional y que alcanzó su máxima expresión en el Estado de México con la entrega electoral de la plaza a Morena por cuenta del vástago del priista homenajeado, a cambio supuestamente de una embajada que hasta la fecha no se ha concretado, pero que todo indica podría realizarse en breve.

Alianza entre Morena y los viejos actores del PRI

Alianza entre Morena y los viejos actores del PRI

El punto central de la crítica recae en el intento de Duarte de reivindicar a Alfredo del Mazo González como un político “aperturista” y contrario al “neoliberalismo”. Este esfuerzo, afirma el autor, raya en lo descabellado, pues contradice los hechos históricos: Del Mazo González no solo fue parte del rígido sistema priista, sino que, como secretario de Energía durante el sexenio de Miguel de la Madrid, “su hermano mayor”, fue pieza clave en la implementación de políticas neoliberales, incluidas privatizaciones en el sector energético.

Horacio Duarte en el homenaje a Alfredo del Mazo González

Horacio Duarte en el homenaje a Alfredo del Mazo González

El pragmatismo político detrás del homenaje

La columna sugiere que esta reinterpretación de la figura de Del Mazo no es casual, sino que responde al peculiar maridaje político entre Morena en el Estado de México y el apellido Del Mazo, que ha dominado la política local durante décadas. En este contexto, Duarte destaca el “legado” de Del Mazo, minimizando su participación en prácticas que exacerbaron la desigualdad social y desdibujaron el papel del Estado en sectores estratégicos, sin mencionar que fue por su intermediación que Alfredo del Mazo Tercero despidiera en forma fulminante a su vocero, Jorge Alberto Pérez Zamudio, por andar financiando en medios una campaña sucia contra la entonces aspirante al gobierno mexiquense, por segunda vez consecutiva, Delfina Gómez Álvarez.

Camarena desmonta este discurso señalando las incoherencias históricas: si bien Del Mazo perdió en 1988 frente a Carlos Salinas de Gortari, quien consolidó el modelo neoliberal, esto no lo convierte automáticamente en su opositor. Al contrario, su papel en el gabinete de De la Madrid lo posiciona como un actor activo en la transición hacia un modelo económico que Morena, al menos en el plano discursivo, asegura combatir.

Del Mazo González representa un modelo económico que Morena, al menos en el plano discursivo, asegura combatir

Del Mazo González representa un modelo económico que Morena, al menos en el plano discursivo, asegura combatir

Conclusión

La columna de Salvador Camarena es una crítica contundente al pragmatismo político de Morena, que, en su afán por consolidar su poder en el Estado de México, se muestra dispuesto a reescribir la historia y a aliarse con figuras emblemáticas de un sistema que asegura querer transformar. Camarena no solo desnuda estas contradicciones, sino que plantea preguntas incómodas sobre los límites éticos y políticos de un movimiento que aspira a liderar una “Cuarta Transformación”. La ironía final del texto, que menciona posibles evoluciones de figuras controvertidas de otros estados, subraya el peligro de que esta reinterpretación histórica se normalice como práctica política.

Lo que Camarena no parece apreciar es que la campaña contundente del ex presidente López Obrador para detractar a los neoliberales que le antecedieron en el cargo, pero solo en el nivel meramente discursivo –que encubría un evidente pacto de impunidad con el peñismo–, alcanzó plenamente su objetivo de arrasar en las elecciones municipales, estatales y presidencial y que ahora, el segundo piso de la 4té contempla la reconciliación plena con el peñismo en particular y el Grupo Atlacomulco en el Estado de México, y con otras expresiones del viejo priismo en el resto del país, ante la inminencia de la toma de posesión de Donald Trump en su segundo y peligrosísimo mandato, quien amenaza con aranceles e intervenciones directas contra narcotraficantes mexicanos en nuestro territorio, lo que motiva a Morena a llevar los pactos de impunidad con los expertos priistas en la negociación con el narco, a otro inimaginado nivel, lo que encumbra a personajes como Humberto Benítez Treviño en el control del Poder y la Reforma Judicial en el Estado de México.

AMLO y su pacto con el priismo de Peña Nieto

AMLO y su pacto con el priismo de Peña Nieto

Y no hay que extrañarse en absoluto don Salvador. López Obrador no es realmente de izquierda y por tanto no tuvo ningún empacho en nutrir las filas del morenismo con viejos prospectos del priismo que ni siquiera pertenecían a las filas del nacionalismo revolucionario tricolor, con los que más bien ha tenido fricciones, igual que con los zapatistas, las feministas y los grupos en favor de la despenalización del aborto y la marihuana.

La meta del segundo piso apunta más bien a restaurar el monopartidismo hegemónico autocrático –como sugiere en su columna de hoy Raymundo Riva Palacio— con fuertes dosis de asistencialismo social y modestos impulsos al salario mínimo que garanticen unos 30 o 36 años de obradorismo salvaje, con nuevas y viejas chiquilladas partidistas, electoralmente inocuas, pero políticamente redituables.

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