martes, junio 17

Sheinbaum pone en riesgo la relación con EE. UU. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Exhibe debilidad política y torpeza estratégica al imitar el modelo fallido de las “mañaneras”

En nado sincronizado, Salvador García Soto (El Universal) y Raymundo Riva Palacio (El Financiero) exponen argumentos contundentes sobre el gravísimo error de Claudia Sheinbaum al repetir el ritual matutino de su antecesor de la conferencia de prensa “mañanera”. García Soto, como es costumbre, es demoledor en su análisis:

“La idea de que un presidente que habla mucho gobierna bien no es necesariamente la que mejor se acomoda a esta coyuntura delicada que le está tocando a la doctora Sheinbaum en las relaciones con Estados Unidos. Si su antecesor hablaba y hablaba, y con eso fascinaba a sus seguidores, es porque él tiene otra personalidad y otro estilo político que no necesariamente es imitable ni recomendable para su sucesora, por mucho que lo admire y quiera parecerse a él. A López Obrador se le daba bien la arenga y la demagogia y le sirvió para sus objetivos políticos, pero no necesariamente el mismo modelo le está haciendo bien al gobierno de Claudia Sheinbaum.”

Y la señora presidenta —con “a”, como le dice hoy mismo el hazmerreír oficialista, Lord Molécula, de quien ya se burlan hasta varios de los chayoteros de la Mañanera del Pueblo— nos regaló hoy una muestra perfecta de lo absurdo que resulta exponerla a diario en una conferencia de prensa, por muy controlada que esté.

Doña Claudia dedicó casi todo su tiempo a lamentar —con tono plañidero, conmovedor para sus seguidores, humillante para sus críticos— las acusaciones ciertamente falsas de la secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Kristi Noem, quien dijo textualmente: “la condeno” por supuestamente alentar manifestaciones violentas en Los Angeles, California.

En medio del llanto diplomático por la calumnia de Noem —a quien Sheinbaum quizá ya consideraba amiga tras su visita a Palacio Nacional—, la mandataria mexicana volvió a exhibir su inexperiencia política con una frase de alto riesgo: “tampoco estamos de acuerdo con las redadas”.

¿A quién se le ocurre pronunciar algo así cuando se le está acusando —falsamente, sí, pero en público y con repercusiones— de intervenir en asuntos internos de Estados Unidos?

Para colmo, ese desliz diplomático contradice el supuesto acuerdo que México mantiene con Washington para evitar una guerra arancelaria, cooperación que incluye frenar el tráfico de migrantes y fentanilo en la frontera. Prueba de ello es el despliegue de decenas de miles de elementos de la Guardia Nacional para esos fines.

Decir “no estamos de acuerdo con las redadas” no solo es un acto intervencionista impropio, sino una violación abierta a la soberanía estadounidense, ya de por sí vulnerada por los millones de mexicanos que cruzan ilegalmente la frontera y nos envían más de 60 mil millones de dólares al año en remesas, la principal fuente de divisas de México, como ha reconocido la propia presidenta.

Las redadas son un asunto de política interna estadounidense, ajustado a la ideología republicana que mira con desprecio racista a los latinos —particularmente a los mexicanos—, postura exacerbada durante el mandato francamente fascista del presidente Ku Klux Klan, en contraste con las administraciones demócratas que toleran el fenómeno porque saben que el trabajo de los indocumentados es barato y de alta calidad.

Lejos de declarar “héroes” a los mexicanos que decidieron emigrar a Estados Unidos —bajo su cuenta y riesgo— en busca de mejores condiciones “para ganarse la vida”, como solía justificar López Obrador su incapacidad para crear oportunidades en el país, el oficialismo debería asumir su responsabilidad por incumplir durante seis años esa promesa explícita del ex mandatario mexicano. Hoy, la estabilidad económica de México sigue dependiendo, vergonzosamente, de las remesas enviadas por quienes los gobiernos, tanto neoliberales, como de la 4té, abandonaron.

A ello se suma un dato revelador: una mayoría de mexicanos y latinos ya establecidos legalmente votaron por Donald Trump, inclinando la balanza en contra de la espléndida Kamala Harris. ¿Por qué? Porque ven en los nuevos migrantes ilegales una amenaza directa a su propio sustento, dado que representan mano de obra más barata para los empleadores voraces.

Este hecho derrumba la retórica oficial: los migrantes mexicanos no son héroes que se sacrifican por la patria, sino personas que legítimamente buscan el bienestar de sus familias, y que votaron por Trump no por afinidad ideológica, sino por puro instinto de supervivencia.

Lo que sí queda perfectamente claro es que la 4T necesita presentarlos como héroes nacionales por un motivo simple y llano: gracias a las remesas han logrado contener, hasta ahora, el estallido social que podría haber sido inevitable tras el fracaso absoluto de la política de abrazos, no balazos.

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