miércoles, julio 9

Peña Nieto, Pegasus y el fin del pacto de impunidad. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Empresarios israelíes dicen que sobornaron a Peña con 25 MDD. ‘Ponen en duda mi honorabilidad’, responde

El escándalo que envuelve a Enrique Peña Nieto por el presunto soborno de 25 millones de dólares recibido de empresarios israelíes para facilitar la venta del spyware Pegasus y otros contratos de seguridad, no sólo revela la profundidad de los negocios turbios durante su sexenio: marca también la fractura visible del pacto de silencio que lo protegía desde que dejó la Presidencia.

Según documentos revelados por el medio israelí The Marker, los empresarios Uri Ansbacher y Avishai Neriya —representantes en México del poderoso aparato de vigilancia israelí— habrían hecho esta “inversión conjunta con una figura de alto rango” para abrir las puertas del gobierno priista en 2012. No es difícil adivinar a quién se refiere “el N electo”: el propio Peña Nieto.

Ese dinero fue más que un soborno: fue la cuota de entrada a un sistema institucional que, con Peña al frente, operó como cliente voraz del espionaje político. Pegasus fue usado para espiar a periodistas, defensores de derechos humanos e incluso a funcionarios de alto nivel del propio gobierno, incluidos Alejandro Encinas y su equipo. Y aunque el aparato se puso en marcha bajo Peña, continuó operando —con discreción y contratos opacos— durante el sexenio de López Obrador.

Peña, que durante años se refugió en el silencio diplomático del exilio y la protección política de un sistema que premia la obediencia con impunidad, ahora se ve obligado a responder. Calificó de “dolosas” las acusaciones que ‘ponen en duda su honorabilidad’, dijo, y que paradójicamente no provienen del gobierno mexicano ni de una fiscalía audaz, sino de una disputa privada entre sus antiguos socios comerciales, ventilada en arbitraje internacional.

El pacto se rompe no por convicción ética, sino porque ya no resulta rentable en un nuevo contexto en el que quien lo protegía desde Palacio Nacional -incluso con la reverencia cotidiana de llamarlo “el licenciado Peña Nieto“,- se encuentra él mismo en la disyuntiva de proteger su propio pacto con la actual mandataria, su heredera, ante el embate virulento del trumpismo.

Este escándalo no llega solo. El soborno de Pegasus sólo suma a una constelación de casos que van desde Odebrecht, la Casa Blanca, La Estafa Maestra, hasta los megaproyectos manchados por sobrecostos y favoritismos, como el NAIM o el Tren México-Toluca. Sin olvidar tragedias encubiertas como Ayotzinapa, crímenes de Estado maquillados como omisiones.

Hasta ahora, Peña había logrado preservar una imagen de intocable, gracias a un sistema de equilibrio entre viejos aliados —mediáticos, empresariales, judiciales— que preferían dejarlo en paz a cambio de su retiro discreto. Pero el haber abierto la boca en un documental negando que existan pruebas de irregularidades en el proyecto del aeropuerto de Texcoco -argumento principal del ex presidente AMLO para cancelarlo-, parece propiciar el rompimiento del pacto que lo protegía.

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