martes, octubre 28

Segundo atentado frustrado: Harfuch, el blanco que amenaza al poder: Raymundo Riva Palacio

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El brazo derecho de Sheinbaum vuelve a ser objetivo de los poderes que temen perder sus privilegios

Por Jesús López Segura

El reciente atentado fallido contra Omar García Harfuch, revelado por Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, constituye un hecho de extrema gravedad que trasciende lo personal: es el segundo ataque directo contra el funcionario que encarna, para muchos, el único intento real de Claudia Sheinbaum por devolverle credibilidad a la seguridad pública mexicana.

Cuando García Harfuch sufrió el primer atentado

Según Riva Palacio, el atentado ocurrió en vísperas del Grito de Independencia, cuando varios disparos impactaron la casa de Harfuch en Polanco, un sitio donde el secretario de Seguridad federal suele despachar, aunque esa noche —por fortuna— no se encontraba. De haber estado allí, es probable que México hablara hoy de un magnicidio político en toda regla.

El sigilo con que se ha manejado el caso es tan espeso como inquietante. Fuentes cercanas a Harfuch confirmaron el ataque, pero las versiones sobre cómo y desde dónde se efectuaron los disparos varían. Lo único cierto es que el funcionario, desde que sobrevivió en 2020 al brutal atentado del Cártel Jalisco Nueva Generación, vive bajo una amenaza permanente, cambiando de domicilio y rutinas como un jefe policial en zona de guerra.

García Harfuch ha creado enemigos externos e internos

La diferencia esta vez es el contexto: Harfuch no sólo combate al narcotráfico con detenciones y decomisos récord, sino que ha tocado fibras mucho más sensibles. Su ofensiva contra el contrabando de combustibles y las redes de corrupción que florecieron bajo la sombra del sexenio anterior lo ha enfrentado no sólo con el crimen organizado, sino con los intereses políticos y económicos enquistados dentro del propio régimen.

Milton Morales Figueroa, asesinado el año pasado, era mano derecha de García Harfuch

Riva Palacio insinúa, con razón, que el abanico de enemigos es vasto y variado: desde cárteles que vieron reducidas sus ganancias por la captura de capos y el decomiso de fentanilo, hasta grupos de poder político ligados al huachicol fiscal y a redes de financiamiento electoral clandestino que alcanzan a exsecretarios de Estado y gobernadores morenistas.

La posibilidad de un atentado “interno” —una ejecución disfrazada de ajuste criminal— no se descarta. De hecho, el asesinato el año pasado de Milton Morales Figueroa, mano derecha de Harfuch, sigue envuelto en misterio. Su equipo sospecha que lo mataron desde dentro, cuando se acercó demasiado a una red de corrupción policial.

Omar García Harfuch y Ricardo Trevilla titular de la Sedena

Más alarmante aún es que, tras este nuevo atentado frustrado, áreas de inteligencia militar habrían intentado difundir la versión de que se trató de un “autoatentado”, en un intento por desacreditar a Harfuch y minar su influencia en el gabinete. La maniobra, según Riva Palacio, no prosperó, pero deja al descubierto las tensiones que hierven entre el secretario de Seguridad y el general Ricardo Trevilla, jefe de la Defensa.

García Harfuch en la mira de los que temen perder sus privilegios

El hecho de que se haya atentado dos veces contra el hombre más protegido de México —y el más próximo a la Presidenta— revela no sólo la ferocidad del crimen organizado, sino también la fragilidad del poder civil dentro del propio gobierno de Sheinbaum. Si Harfuch cae, no lo haría sólo por las balas del narco, sino por el fuego cruzado de las intrigas palaciegas.

El intento de asesinar a Omar García Harfuch es, en el fondo, un mensaje a la Presidenta: no basta querer “hacer las cosas diferentes” si las cuñas que le dejó López Obrador siguen clavadas en el corazón del sistema. En un país donde la línea entre Estado y crimen se ha vuelto difusa, proteger al hombre que intenta recomponerla no es un asunto personal. Es cuestión de supervivencia nacional.

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