AMLO, ¿responsable del asesinato de Hipólito? Por Jesús López S. LA VERSIÓN NO OFICIAL
Ignoró la denuncia pública del mártir michoacano sobre la dramática inseguridad en La Ruana
Como si tuviera 5 semanas o incluso 5 meses gobernando, el presidente López Obrador culpó esta mañana al expresidente Felipe Calderón y a su lugarteniente en la guerra contra el narcotráfico, Genaro García Luna, ¡del asesinato de Hipólito Mora!, aunque usted no lo crea.
El argumento de don Andrés, “sobre todo para los jóvenes, es que no hay texto sin contexto”. Como de costumbre, omitió mencionar en los “antecedentes” o herencias de su administración, las atrocidades y traiciones del peñismo contra los grupos de autodefensa michoacana, protagonizadas por el Virrey Castillo.
Por su parte, el gobernador de Michoacán, el tal Bedolla -que va que vuela a engrosar con el de Veracruz la lista de sátrapas morenistas- se limitó a decir que los autodefensas eran ilegales y no le hicieron más que daño a Michoacán. Que le pidió al ahora mártir Hipólito Mora que se fuera a radicar a Morelia, reconociendo, así, su incapacidad para pacificar al estado y que el único lugar medio seguro es su capital. ¿Habrase visto semejante inútil? ¿Quién es el que le hace daño a Michoacán?
La consigna -ahora que al PRI ya se lo cargó la parca- es atribuirle todos los males a Calderón, porque “el licenciado Peña Nieto solo merece consideración y respeto” por parte del Presidente, luego de que el de Atlacomulco se negó a practicarle un tercer fraude electoral, como “lo presionaba a hacer la oligarquía” y por ello goza actualmente de absoluta impunidad, ¿alguien todavía lo duda?
Además, el panismo tiene probabilidades de triunfo en la guerra de los huipiles que se avecina entre Beatriz Paredes, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, desgreñadero en el que, lo anticipo desde ahora, podría salir ganando MC, con “M” de Marcelo.
Cualquiera de los dizque periodistas lambiscones que figuran como extras en la puesta en escena de la mañanera que se hubiera atrevido a comentarle al mandatario que ya son 5 años en el poder, habría recibido, en el ocaso de una administración fallida, la justificación típica de los dictadores: “luego de 36 años de neoliberalismo salvaje, de saqueo y genocidio, hacen falta por lo menos 3 sexenios para rectificar las cosas, para “purificar” la vida pública nacional y acabar con la violencia “atacando sus causas”.
Claro que tiene razón Jorge Ramos, reconoció el mandatario. Mi sexenio es, efectivamente, el que más homicidios dolosos tiene -admite al fin-, pero enseguida justifica: ¡lo que olvida el periodista conservador es mencionar cómo lo recibimos!, y muestra la famosa gráfica de asesinatos dolosos que heredaron las diversas administraciones desde Zedillo, en la que se aprecia la muy alta barra que Peña le heredó, sin mencionar que, a pesar del aparente descenso, la 4té lo superó en menos de 5 años.
No se puede respetar la investidura presidencial cuando es precisamente quien la ostenta el primero en denigrarla.
Se necesita ser muy cara dura para andar culpando a sus antecesores de sus propios fracasos. Para no admitir que la fanfarronería ésa de los “abrazos a la delincuencia” constituye un insulto imperdonable a un pueblo lastimado con cientos de miles de asesinatos, al mismo tiempo que se proclama “el amor” a ese pueblo masacrado y olvidado.
Se necesita estar muy apartado de la realidad para rendir culto a la propia personalidad, con varias horas al día de autoelogios y triunfalismo, mientras crecen los feminicidios, los secuestros -ahora incluso masivos-, la extorsión en vastísimos territorios y empiezan a florecer los bombazos.
Y se requiere finalmente un grado igualmente preocupante de autodegradación para rendirle culto a un personaje a todas luces confundido al que le urge que sus cercanos dejen de venerarlo y lo ayuden a superar sus graves limitaciones.
¿Soy un conservador de mierda por decir exactamente lo que pienso, sin eufemismos rasca espaldas?
Quizá, pero tomen en cuenta solamente que con esta misma sincera ferocidad critico a los saqueadores neoliberales que rompieron en los ochenta con la alternancia interna del priismo típico de la “dictadura perfecta” que les dio viabilidad a presidentes de la talla del general Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos, entre otros absolutamente contrastantes como Carlos Salinas y Gustavo Díaz Ordaz. Y que para imponer 36 años de dictadura neoporfirista no tuvieron empacho en asesinar a Luis Donaldo Colosio y perpetrar escandalosos fraudes electorales, entre otras muchas atrocidades.
Lo único que exijo es un mínimo de congruencia entre lo que dice López, y lo que hace.