jueves, julio 25

Pierde la calma AMLO frente a reclamos feministas de Frida Guerrera. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Llama la CNDH a Gertz Manero a “no persistir en la intención de modificar el tipo penal de feminicidio”

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) llamó al fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, a “no persistir en la intención de modificar el tipo penal de feminicidio”, y calificó como “un retroceso” su intención de cambiar ese delito por el de homicidio agravado.

Esta declaración de la CNDH se suma a una vigorosa protesta feminista a las puertas de Palacio Nacional, lo que quizá puso nervioso al Presidente López Obrador, que había defendido días antes la propuesta, finalmente abortada, del fiscal Gertz Manero, quien pretendía clasificar todos los asesinatos de mujeres en el tipo penal de feminicidio, con el consecuente aumento de las penas para cualquiera que asesinara a una mujer, así fuera por accidente o cualquiera otra circunstancia atenuante, lo que Gertz pensaba, equivocadamente -y así se lo hicieron saber las feministas-, beneficiaba a ese sector “vulnerable” de la sociedad mexicana.

Al clasificar por igual, es decir, al enmarcar todo asesinato de mujeres en el mismo tipo penal, se impide observar la magnitud de los crímenes de odio contra la mujer. Se deja de “visibilizar” un fenómeno que es necesario medir con urgencia para poder entender con claridad qué es lo que está pasando en una sociedad que mata a sus mujeres por el simple hecho de serlo. Por puro y simple odio. No para robarlas, no para secuestrarlas, no por accidente, no por ninguna otra causa que por el hecho de ser mujeres.

¿Es esto difícil de entender?

Pues evidentemente ni el Fiscal Gertz ni el propio Presidente López Obrador entienden un carajo de este asunto tan simple y, al mismo tiempo, tan aterrador.

Frida Guerrera, una dama ejemplar que lucha virilmente por sus derechos -uso intencionalmente la palabra “virilmente” para denotar que la valentía no es exclusiva de la masculinidad- tuvo la osadía de cuestionar directamente a un Presidente demasiado acostumbrado a recibir preguntas idiotas de los pseudoperiodistas que, con honrosas excepciones, acuden diariamente a Palacio Nacional a denigrar la profesión y a hacer el ridículo.

Se necesita ser muy osada para exponerse al escarnio público si se cuestiona a un Presidente tan popular. Se requiere mucho valor para enfrentar la reacción de un lacayo disfrazado de periodista como Carlos Domínguez (“Nación 14” se llama su canal) que interrumpe un diálogo fructífero como si fuera el moderador de La Mañanera, para que el interminable monólogo de autoalabanza continúe.

Para no dar lugar a interpretaciones dolosas de los adoradores ciegos del Presidente, que se cuentan por millones, reproducimos íntegro el video de referencia en este espacio, como una sincera invitación a que se quiten las gafas del fanatismo y descubran la verdad: López Obrador dice cosas muy bonitas. Expresa deseos muy loables que todos compartimos pero que, hasta ahora -a casi un año y 3 meses- chocan con la realidad de su mandato, no resisten una evaluación objetiva en los hechos.

Qué bueno que se pronuncie claramente contra el feminicidio. Maravilloso que condene el machismo y no haya dejado prosperar la iniciativa de Gertz (confesión que hace trizas, por cierto, la presunta autonomía del fiscal). Qué bueno que haga pedazos las raterías y el genocidio de sus antecesores, pero los mexicanos esperamos de él más que palabras. Exigimos resultados.

El que millones de mexicanos se sientan felices con las solas palabras y promesas, debería alarmarnos, porque el mismo fanatismo ciego con el que hoy lo defienden, podría volcarse en irracional energía hacia las corrientes ultraconservadoras en el futuro. Como dice el propio López Obrador la izquierda suele coincidir con la ultraderecha al tocarse en el círculo de los espectros políticos radicales.

En sus décadas de Dictadura Perfecta, el PRI hizo arribar, después del odioso diazordacismo, al populismo demagógico de Echeverría. La gente encontraba en el elocuente discurso echeverrista -divorciado por completo de la realidad concreta de su gobierno- una esperanza, finalmente traicionada.

Luego del incipiente neoliberalismo salvaje de Miguel de la Madrid -quien hablaba ya de renovación moral de la sociedad solo para taparle el ojo al macho de la creciente y generalizada corrupción-, hubiera tocado el turno de un alivio popular encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, pero la ansiedad por consolidar a México en la corriente mundial del neoliberalismo salvaje, impuso al salinismo depredador, seguido durante varios sexenios por la dictadura prianista, apuntalada por el fraude electoral y el uso indiscriminado del Ejército con el pretexto estúpido de la “guerra contra el narco”.

Hoy padecemos una infladísima retórica contra la corrupción y la impunidad, aderezada con su propia antítesis: el empeño inquebrantable de López Obrador para no tomarle cuentas a los ex presidentes, es decir, a los verdaderos responsables y jefes de la mafia del poder, autores principales del saqueo y el genocidio por el cual, precisamente, votamos por este mandatario.

¿Cuánto tiempo más resistirá un discurso esquizofrénico que postula -en el nivel de la retórica- una lucha heroica contra la corrupción y la impunidad, al mismo tiempo que se opone tajante, explícitamente a castigar, en el terreno de los hechos, a sus auspiciadores principales, a los padres de la corrupción y la impunidad?

Entiendo que millones se resistan a perder la esperanza luego de tantos años de frustración. Pero cerrar los ojos a la realidad no nos permitirá empujar los hechos para concretar nuestra legítimas y merecidas expectativas de una vida mejor.

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