viernes, julio 26

Toluca, ¡campeón nacional en robo de vehículos! LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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En los primeros meses del año fue la única región del país en la que creció ese delito

De nada ha servido que la administración municipal de Toluca invada cada esquina con decenas de “cadetes“, o policías municipales “en capacitación” que dejan la apariencia de que en la capital mexiquense priva un Estado de Sitio, puesto que el robo de vehículos y el desmantelamiento de autos fuera de los antros -con la evidente complicidad policial- sigue creciendo, a contracorriente de lo que ocurre en el resto del país donde, al menos en este indicador de inseguridad pública, sí ha mostrado avances el Gobierno de la República.

Hay una disminución neta importante en el rubro de robo vehicular de alrededor del 8% -a diferencia de otros indicadores como asesinatos dolosos, donde la baja es marginal, del 0,3%-, que si bien no es espectacular si es considerable, salvo, desde luego, en el Estado de México, que fue categorizado en el pasado informe mensual del Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, como la entidad con mayor incidencia, en números absolutos, de robo de vehículos a escala nacional. Otra medalla para Alfredo Del Mazo.

Y entre todas las regiones del país con mayor incidencia de ese delito, Toluca es identificada por el secretario como la única región que no refleja una baja, por el contrario, en la capital del Estado de México el robo de autos se ha incrementado considerablemente (de 38 a 51 atracos por cada cien mil habitantes) a pesar de que en todas las demás regiones contempladas en la “gráfica de mayor incidencia nacional de robo de autos”, se advierte una baja sensible durante el pasado mes de febrero.

La ciudadanía se pregunta de qué sirvió, entonces, la multitud de jóvenes disfrazados de policías, con sus gorritos de “taqueros” (que ya les cambiaron para que dejaran de servir de botana) parados en las esquinas de Toluca en grupos mixtos hasta de 12 elementos en cada semáforo, platicando, bostezando aburridos, consultando sus celulares, coqueteando entre ellos, moviendo la mano cuando se pone la luz verde como si el semáforo estuviera de adorno, y que poco a poco, cada vez más irritados por las burlas ciudadanas, podrían irse convirtiendo en brigadas fascistas, camisas negras de Mussolini, mientras la delincuencia sigue haciendo de las suyas sin que nadie los moleste, porque para lo único que se les capacitó fue para irritar (o divertir) a los ciudadanos, no para prevenir los delitos.

¿Piensa Juan Rodolfo Sánchez Gómez, el folklórico alcalde panista comisionado en Morena por obra y gracia del gatopardismo de los GAPOS del Estado de México, que engaña a una comunidad que votó por un cambio real, no cosmético?

Cree el alcalde que paga millonadas para inflar artificialmente su imagen en redes sociales, que puede favorecer impunemente a empresas patito que le venden productos dudosos como sus ridículos “purificadores de aire”, como si no supiéramos los mexiquenses que esas costosas baratijas (nótese la paradoja) no pueden suplir a los árboles, o a medidas impostergables como la de detener la quema de pastizales y los incendios forestales que son los que han convertido la zona de este Valle en una de las más contaminadas del mundo.

En contraste abierto con la cuatroté que lo hizo alcalde por segunda vez -ya había hecho de las suyas en ese puesto, pero respaldado por el PAN-, Juanro, “El Duce“, está convencido de que el combate a la inseguridad se reduce a un problema de policías -improvisados, mal preparados y peor pertrechados, salvo por sus lujosas patrullas- y no de atacar las causas profundas de la delincuencia.

El fan número uno de Ricky Martin -por algo será- es el típico saltimbanqui partidista, amigo fiel del ex presidente Peña Nieto y conspicuo usufructuario del prianmorenismo que se perfila en la entidad como el sustituto histórico del Grupo Atracomulco, a través del colaboracionismo descarado del Grupo de Acción Política, de Higinio Martínez, con el Primo Del Mazo y sus secuaces. Gatopardismo puro.

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