viernes, abril 19

¿El Peje por la boca muere? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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La improvisación lleva a AMLO a decir barbaridades como la de que “cuida tanto a militares como a criminales”

Una muy merecida andanada de críticas recibió el Presidente López Obrador por haber expuesto, con sinceridad inusitada, su mesiánica, cristiana y muy cuestionable voluntad de “proteger la vida en general”, evitando enfrentamientos entre criminales y fuerzas armadas porque vale tanto la vida de un militar, marino o guardia nacional, como la de cualquier asesino, violador, secuestrador, extorsionador, pues ellos también son seres humanos que sienten y aman, que salen todos los días a realizar sus actividades con la mira puesta en llevar el pan a la mesa de sus familias, arrebatándoselo a quienes, con ese mismo fin, trabajan honradamente.

En lo personal, y no porque me llame Jesús, estoy totalmente de acuerdo con la parte del discurso presidencial de que el ser humano es bueno por naturaleza y que no se combate el fuego con el fuego (aunque en grandes incendios es justamente lo que se hace para acotar su propagación).

Pero el problema no es ése. El asunto no tiene nada que ver con la humillación que se le hace pasar a nuestras fuerzas armadas de poner la otra mejilla a los delincuentes o incluso salir huyendo. Y mucho menos con que si esa extraña “estrategia” derivada del mamotreto conceptual de los “abrazos y no balazos” puede o no contribuir a la pacificación del país por una suerte de toma de conciencia de los criminales para que aprendan a claudicar de sus actividades delincuenciales a fin de integrarse a una sociedad que les brinda la oportunidad de dejar de ejecutarlos en forma sumaria, como acostumbraba el gobierno genocida de Calderón.

Nadie en su sano juicio le pide a AMLO que continúe con las masacres que ordenaban Peña y Calderón contra presuntos delincuentes y que solían llevarse entre las patas a muchos ciudadanos inocentes.

Nadie quiere que se reviva el siniestro cinismo del Chapitas Ávila felicitando por televisión al Ejército por la masacre de Tlatlaya.

Lo que esperamos de la 4té no es que se masacre a los criminales, sino que se les encarcele, tanto a los comunes, como a los de cuello blanco, para sentar precedentes reales -no imaginarios y ficticios- de que se acabó efectivamente con la impunidad.

Queremos que se deje de militarizar la seguridad pública precisamente porque con policías profesionales, bien pagados y con una exhaustiva capacitación en materia de derechos humanos, se puede combatir al crimen organizado con inteligencia, para proteger a la sociedad a la que se deben.

¡Los militares están preparados para la guerra, no para la seguridad pública!

López Obrador está sumamente confundido en este tema porque piensa que la única alternativa es dejar hacer libremente a los criminales, o masacrarlos. No ve que es la instrucción militar, precisamente, la que no deja otra alternativa. La educación castrense está orientada al matar o morir. La instrucción policial de excelencia permitiría afrontar el gravísimo problema de la inseguridad en México desde una perspectiva preventiva y de aplicación estricta de la ley.

El grave error de Calderón -perpetuado consciente, intencionalmente por Peña Nieto– fue creer que las fuerzas armadas eran la solución para contener una violencia disparada por los narcotraficantes que, poco a poco, han venido diversificando sus actividades criminales hacia la extorsión y el secuestro, entre otras. Y Calderón los envió con todo al combate, generando un auténtico genocidio en el país.

El gravísimo error de López Obrador -que ninguno de sus cercanos se atreve a cuestionarle, dejándolo morir solo en su pantano de malas decisiones en esta materia- es haber creído que con el simple hecho de prohibirle a los militares ejecutar masacres se les iba a civilizar de modo que con su sola presencia lograrían limitar la criminalidad, respetando derechos humanos. Y ése no ha sido el caso, desde luego.

En realidad, López Obrador crea una Guardia Nacional cien por ciento militarizada y la envía al matadero. Cada vez les resulta más difícil aguantar las burlas de criminales que los humillan públicamente. Cada vez les cuesta más trabajo contener sus ansias de disparar y desgraciadamente lo han hecho ya contra civiles inocentes, ni siquiera contra los criminales que los acosan.

López Obrador, quien dice confiar en el pueblo sabio y bueno, dejó pasar la gran oportunidad histórica de organizar en todo el país una guardia civil cuyos miembros fueran elegidos democráticamente en sus localidades de residencia para que el arraigo y compromiso estuvieran, de entrada, garantizados. Donde se desempeñarían en acuerdo con sus conciudadanos y familiares que los eligieron, quienes vigilarían que su comportamiento fuera impecable, a riesgo de ser destituidos o no volver a ser votados.

En realidad, y así lo demuestra cada concesión que le brinda a las fuerzas castrenses, López Obrador confía más en los soldados que en el pueblo, al que deja inerme en manos de los criminales cuyas vidas dice proteger. ¿Y las de la gente, quién las protege?

Ojalá y su intención de elevar a rango constitucional la pertenencia de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, sea rechazada por el Congreso en pleno y no solo por los oportunistas opositores cómplices de las masacres.

Hay ahí una veta preciosa para que miembros distinguidos de la 4té promuevan una rectificación urgente en esta delicadísima materia que les brinde espacios dignos para la lucha sucesoria, más allá de dedazos disfrazados con encuestas patito.

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