viernes, julio 26

Juan Zepeda ¿de esquirol a candidato ganador? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López

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La 4té le pone a Movimiento Ciudadano en bandeja de plata el Estado de México

Fue por el hartazgo popular -y no digamos que por las dotes oratorias de Andrés Manuel-, que el electorado arrasó con el prianismo en el 2018. Y lo que se volverá a ganar en el 23 y consecuentemente en el 24, será sin lugar a dudas, de nueva cuenta, por el voto antisistémico.

En muy poco tiempo, un hartazgo similar al generado por 36 años de neoliberalismo salvaje se ha apoderado nuevamente de la gente, con la polémica administración obradorista que logra mantener el voto cautivo de millones de pobres, que ya no se entusiasman tanto con pensiones que alcanzan para poco, y estrategias de seguridad que matarían de la risa si no fueran sangrientamente trágicas para una nación tan inerme como militarizada hasta el cogote.

Ni PRI, ni PAN, ni PRD por sí solos o aliados, podrán postular candidatos o candidatas que no carguen con el desprestigio brutal al que los ha sometido el Presidente López Obrador en estos casi 4 años de diatribas cotidianas contra “esos conservadores hipócritas tales por cuales”, desde el púlpito mañanero. Aunque para desgracia de la justicia y júbilo de la impunidad, no pasen de eso, de diatribas verbales.

Ni siquiera Ana Lilia Herrera, una mujer indudablemente muy competitiva, desea deshacerse del fardo de desprestigio que significa “no haber perdido nunca una elección”, sí, a no dudarlo, pero representando a un partido ahora dirigido por el señor Alito, el modelo de desvergüenza más repudiado no nada más en México, sino en el mundo entero.

Crece día con día la decepción por las disonancias entre la retórica obradorista y la realidad que padecemos a diario los mexicanos en general, pero muy especialmente las mujeres, por no hablar de los periodistas independientes (y otros profesionistas), objeto de desprecio y ataques cotidianos por cuenta de un mandatario que elogia el servilismo mediático cuando se le rinde a él, pero no cuando se pone al servicio de sus adversarios.

En un ambiente tan polarizado por el compulsivo activismo mediático presidencial, resulta tarea poco menos que imposible abrirle paso a la verdad simple y llana.

La mejor prueba de la decepción temprana, fue la pérdida de la mitad de las alcaldías morenistas en la Ciudad de México y la sorprendente recuperación priista en el Congreso mexiquense y en gran número de alcaldías, lo que habla no de una gran labor de Alfredo del Mazo, sino de una desilusión creciente respecto del obradorismo en esta entidad.

¿Quién será el beneficiario último de esta situación?

A mi modesto entender, Juan Zepeda, quien representará “una nueva opción política” que ha recogido precoces y muy sustanciosos frutos en entidades poderosas como Nuevo León y Jalisco y que ahora correrá amparado no con las siglas desprestigiadas del perredismo casi extinto, sino encaramado en el tren rápido del único partido capaz de capitalizar el voto antisistémico, lo que le dará argumentos invaluables que ni Ana Lilia, ni Enrique Vargas y mucho menos Alejandra del Moral, se atreverían a utilizar, a riesgo de ofender a sus correligionarios.

Juan Zepeda enfrentó a Delfina Gómez como un desconocido que dio la gran sorpresa y logró arrancarle suficientes votos como para propiciar el triunfo de Alfredo del Mazo (o al menos maquillar muy bien el presunto fraude), pero sobre todo, demostró no tener empacho para sacarle raja a su afilada lengua en los espacios mediáticos más redituables.

Solo Zepeda, ni Delfina ni ningún prianperredista, se atreverá a exponer las fallas del obradorismo, y para más eficacia, sin el riesgo de ser encajonado en el presunto revanchismo neoliberal. Será para alguien de sus características PAN comido rebasar a la 4té por la izquierda, de donde dice proceder.

La política económica de AMLO es más neoliberal que la del FMI, podría decir sin empacho Zepeda.

AMLO no se atreve siquiera -y ha sido por ello acusado de cobarde por Germán Martínez– a gravar las inmensas fortunas de los megarricos mexicanos, para financiar el rescate de los extremadamente pobres y equilibrar un tanto la balanza de la desigualdad social, podría argumentar Zepeda sin ruborizarse. Incluso le perdona a Carlos Slim la tragedia de la Línea 12 (y de pasadita a Marcelo y a Claudia).

Su política de los abrazos a criminales, su indiferencia ante la tragedia espantosa que viven las mujeres mexicanas, sus prejuicios mojigatos para la despenalización de las drogas y el aborto, son minas de oro para un polemista con lengua tan fácil como la de Juan Zepeda.

Y ello abonará para el 24 como ninguna de las corcholatas actuales del obradorismo alcanzan siquiera a imaginar.

Todavía no empieza la campaña y ni siquiera tiene garantizada su participación, pero ya Juan Zepeda trae como lazo de cochino a la pobre maestra:

“Hace 5 años cuando competí, empezando de 3 puntos llegamos a 18 puntos, un millón 100 mil votos, la más importante que ha tenido el PRD en una elección para gobernador. En ese momento yendo solo, no me conocían”.

Delfina Gómez también tendrá un proceso diferente, ya no llega como una persona que vendía honestidad y transparencia. Llega tocada por los hechos de corrupción que ya se le sancionaron, llega siendo una delincuente electoral.”

Falta mucho para que arranque, formalmente, la campaña en el Estado de México (aunque ya se desarrolla a plenitud en los medios). Zepeda despedaza ya, sin embargo, a la maestra Delfina sin que nadie, ni ella misma, defienda su causa, excepto don Andrés, a riesgo de violar flagrantemente las leyes electorales.

Ése es el problema de los liderazgos carismáticos, no crean estructuras burocráticas que los consoliden como la que controla en el Estado de México el senador Higinio Martínez.

Delfina es producto exclusivo de la voluntad de un líder carismático y depende por lo tanto no de su propia capacidad ni de las estructuras que presuntamente la respaldan, sino de que se mantenga esa voluntad del líder.

A Zepeda no lo asustan (como a los prianperredistas) con el petate del muerto de encarcelar a Enrique Peña y a sus secuaces. Al tiempo.

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