jueves, octubre 31

No son dos, sino tres proyectos de nación. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Monreal prefirió jugar a la corcholata deseñada, que defender los principios y los ideales
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Monreal prefirió jugar a la corcholata deseñada, que defender los principios y los ideales

Dijo la senadora y secretaria general de Morena, Citlalli Hernández, en conferencia de prensa acompañada por una treintena de legisladores de su partido y aliados, que “para muchos de nosotros es tiempo de definiciones, porque hay dos proyectos de nación en disputa y por lo menos los que estamos parados aquí, estamos con el presidente López Obrador y el movimiento”, refiriéndose a la ambigua postura del senador Ricardo Monreal.

Visto así, como solo dos proyectos de nación en pugna, claro que se entiende que muchos cierren filas con el Presidente para evitar que los saqueadores del pasado regresen a seguir haciendo de las suyas. Ahí no caben dobles tintas.

Pero en realidad podría haber no dos, sino tres proyectos importantes y viables en esta disputa por la nación:

1.- El neoliberalismo nostálgico del saqueo y la corrupción, ansioso por retornar al poder, representado por los prianperredistas tradicionales y rígidos, que se les queman las habas por coaligarse entre sí para recuperar el poder, sin voltear a ver siquiera sus gravísimos errores y delitos, aliados con voceros de prensa cómplices de encubrimiento que no se sienten apenados en absoluto y menos están dispuestos a cobrarle cuentas a sus correligionarios corruptos que todavía se mezclan con ellos sin rubor ni vergüenza.

2.- El obradorismo, no menos ansioso por conservar el poder y que cierra filas con el Presidente pero cierra también los ojos ante sus escandalosas incongruencias respecto de los principios esenciales del movimiento que dicen defender, y más bien optan por el culto a la personalidad del mandatario, en forma todavía más aduladora y servil que sus adversarios neoliberales del pasado.

3.- Un nuevo movimiento en ciernes formado por los decepcionados del neoliberalismo salvaje, pero también de las desviaciones del obradorismo. Los nacionalistas revolucionarios priistas, los panistas comprometidos realmente con los principios del bien común y la democracia, así como los muy escasos perredistas avergonzados por la corrupción de muchos de sus dirigentes. Estas huestes de auténticos comprometidos en la lucha contra la corrupción podrían encontrar cauce en Movimiento Ciudadano o en alguna otra formación partidista a punto de nacer.

Monreal los tenía perfectamente claros, pero le faltó valor para defender los principios del movimiento. Perdió la gran oportunidad de ser rechazado por los morenistas fanáticos del Presidente por un motivo que lo engrandeciera, y que no podía ser otro que anteponer los ideales al peligroso culto a la personalidad que rinden al mandatario sus amigos aspiracionistas.

Don Ricardo prefirió jugarle a la corcholata deseñada, lo que lejos de engrandecerlo, lo expone como uno más de los codiciosos que usan los principios únicamente para satisfacer sus ambiciones personales. Le faltó tamaño de estadista al senador.

Un ejemplo: AMLO siguió insistiendo hoy en que su reforma electoral se propone, entre otras medidas “saludables”, eliminar las 200 diputaciones plurinominales, “para que solo haya 300 diputados elegidos directamente por el pueblo”.

Hábilmente, el Presidente presenta una propuesta tremendamente regresiva de forma que la ignorancia de la gente en esa materia la hace atractiva: “Solo habría diputados elegidos directamente por el pueblo y no por los partidos, y serían 300 en vez de 500, de modo que ahorraríamos dinero que se redireccionaría en beneficio de la gente, argumenta el mandatario con tal rostro de satisfacción, que no sabemos si él mismo comparte la ignorancia de sus escuchas y cree en la presunta bondad del planteamiento, o simplemente le regocija burlarse de tanta gente con argumentos, con todo respeto, falsos.

Las diputaciones plurinominales se inventaron precisamente para que la decisión del pueblo se viera reflejada con matemática precisión en el Congreso y no con la falsa representación que se alcanzaría a través de las puras diputaciones de mayoría. Fue una concesión del PRI para que las minorías no quedaran excluidas, es decir, para que todos los que votaron en una elección, tuvieran una representación proporcional y no fueran desdeñados en el Congreso.

¿Realmente el Presidente López Obrador desconoce el significado de las plurinominales?

Lo dudo mucho, pero de cualquier modo, su postura en este tema es muy preocupante. Me explico:

En un caso extremo en el que en todos los distritos electorales del país, el partido “X” alcanzara el 51% de los votos, entonces, sin plurinominales, el 49% de la población que votó por los partidos “Y” y “Z”, no estaría representada por nadie en el Congreso. ¿Podría haber una aberración más grande?

Por lo demás, el argumento de que “el pueblo decidiría directamente y no los partidos”, resulta francamente demagógico, puesto que son los partidos los que proponen tanto a los candidatos de mayoría, como a los plurinominales.

Tan demagógico como decir que el pueblo elegiría a los consejeros electorales en la iniciativa de reforma del Presidente, puesto que los candidatos surgirían, equitativamente, de los 3 poderes de la nación y no del pueblo, aunque sea éste quien vote.

Si Monreal, o Marcelo, o cualquier morenista destacado se animara a develar una truculencia tan evidente, seguramente se expondría a la ira de don Andrés y sus seguidores más sumisos y obedientes, pero sería admirado por quienes verían en él un potencial líder que defiende con valor y congruencia los principios, antes que a las personas que dicen representar esos ideales, pero en la práctica los traicionan.

Al negociar con Adán Augusto ser incluido en el exclusivo club de las corcholatas, a cambio de aprobar la militarización de la seguridad pública en el país hasta el 2028, Monreal dejó pasar una gran oportunidad, por puro y simple aspiracionismo personal que se ha visto manchado con otro tipo de negociaciones aún más abyectas con el no corrupto, sino corruptísimo “Alito“.

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