AMLO, en campaña permanente. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
El Plan B electoral garantiza a funcionarios públicos volcarse en campañas políticas sin posibilidad de sanción
Cuando Vicente Fox era Presidente, repetíamos aquí, en Notiguía (portal de análisis pionero en el manejo de videos, mucho antes de la aparición de YouTube), para exponerlo en su flagrante delincuencia electoral, un video en donde el guanajuatense gritaba, a todo pulmón, que ¡cualquiera que fuera el candidato de la oposición habría de ser derrotado por el candidato de acción nacionaaaaaal!
Nos parecía un exceso imperdonable del marido de Martita que usara su altísima investidura para promocionar de manera tan silvestre a su partido político ¡en plena etapa electoral! Y eso que entonces el uso de recursos públicos con fines electoreros no era considerado como un delito grave.
Años después, grabamos un video de Eruviel Ávila Villegas sentado con los albureros del programa “Miembros al Aire“, de Televisa, al que fue para promocionar sus políticas educativas ¡en plena veda electoral! y tuvo que soportar -sonriente y aparentemente gustoso- que se burlaran abiertamente de él cuando le insistían, entre risitas maliciosas, que le iban a dar, entre todos ellos, un cojín…
Ninguna autoridad electoral se atrevió entonces a sancionar a un gobernador que violaba la ley, y encima rebajaba, de manera tan vulgar, su altísima investidura.
Un mandatario debería gobernar para todos, independientemente de su afiliación partidista, pues en el momento mismo de ganar una elección, deja de ser candidato y se obliga a atender las necesidades de los ciudadanos en general, y no solo a los agremiados a su instituto político, a su proyecto personal, o a su movimiento.
Todos sabemos que durante décadas, el PRI trataba de guardar las apariencias y por eso creó numerosas instituciones (disfuncionales en su mayoría) para simular que se respetaban los derechos humanos de todos, la transparencia, la democracia, la libertad de expresión… Y esas instituciones eran encargadas, con jugosos presupuestos, a sus amigos y cómplices, casi invariablemente.
Andrés Manuel López Obrador tiene razón en mucho de lo que repite a diario hasta la náusea. Es cierto que en el Poder Judicial impera una corrupción prácticamente inamovible. Es cierto también que las universidades públicas han sido tomadas por conservadores que privilegian el positivismo reaccionario en todas las disciplinas sociales de sus escuelas y facultades, donde se imponen los criterios pseudocientíficos que desarrollan los países centrales, para favorecer a las oligarquías globales y a los cacicazgos, crecientemente militarizados, de los países periféricos.
Pero también es dolorosamente cierto que Andrés Manuel López Obrador ocupa un promedio de 3 horas diarias en detractar a sus adversarios, con acusaciones gravísimas de ladrones y asesinos (sin pruebas más allá de su agresivo discurso), haciendo apología cotidiana, desde una tribuna financiada con recursos públicos, en favor de su proyecto político, evitando, con genial oficio retórico, mencionar jamás a su partido, para eludir así las graves sanciones que él mismo promovió contra los delincuentes electorales.
Comparativamente, lo que hacían Fox y Eruviel, por no mencionar a muchos otros, como “El Licenciado Peña Nieto“, al usar recursos públicos para favorecer a su partido, movimiento, transformación, o como quiera llamársele, era un inocente juego de niños.