viernes, julio 26

Peña, pieza sacrificable para dar legitimidad a Anaya: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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El Quinazo por venir. Error de cálculo de Silvano

https://youtu.be/7DrZifonOMk

 

Al parecer, el acuerdo celebrado de manera informal en la fiesta de cumpleaños de Carlos Salinas de Gortari para abandonar la campaña de José Antonio Meade y reforzar la de Ricardo Anaya, ante la imposibilidad del “Yo Mero” de alcanzar, primero, y luego superar al Chico Maravilla, no es monolítico. Constituye un consenso de la nomenklatura pero -y esto representa el meollo de mi hipótesis-, formalizado ¡al margen de la aprobación presidencial!

Este acuerdo de la nomenklatura prianperredista -encabezada por Carlos Salinas y Diego Fernández de Cevallos– con las más altas cúpulas empresariales del país -que ya se habían hecho relativamente a la idea de tolerar el inminente triunfo de Andrés Manuel López Obrador-, estaría contemplando, entre sus detalles más significativos, el plan de sacrificio de Enrique Peña Nieto tan pronto como Anaya arribara al poder, anunciando a unos días del inicio de su seguramente cuestionadísimo mandato, el fincamiento de responsabilidades al ex presidente Peña por el caso Odebrecht o por cualquiera del nutrido expediente que llevará a cuestas, a fin de extender un manto de legitimidad al nuevo mandatario, muy al estilo -y con el sello salinista inconfundible- del “Quinazo” del 89.

Anaya llamará a la reconciliación nacional y cumplirá su promesa de encarcelar a Peña para apaciguar los ánimos de un lopezobradorismo al borde de la rebelión. Subirá sustancialmente los salarios mínimos y aplicará una serie de medidas “populistas” que contribuyan a ese apaciguamiento de los ánimos. Ofrecerá puestos a connotados miembros del prospecto de gabinete de AMLO, destacadamente a los ex panistas Martínez Cázares y Tatiana Clouthier que seguramente ellos no aceptarán, pero el mero ofrecimiento convencerá a muchos de las buenas intenciones del neoliberal disfrazado de populista en la operación de gatopardismo más genial de la historia del país.

Por eso es que el aparato no se ha volcado por completo en favor de Anaya, pero discretamente lo respalda con fuertes cantidades de dinero. Por eso dejan a Meade, a Nuño, a Eruviel y al propio Presidente Peña bregando en favor de un candidato clínicamente muerto como José Antonio Meade. Una suerte de zombi que reproduce guiones suicidas como el litigio mediático por dos departamentitos insignificantes -en el contexto de las grandes fortunas en juego- para enlodar a López.

Por eso desatan una guerra sucia contra el morenista que todo el mundo ve excepto Ciro Gómez Leyva quien, en su momento, entrevistó a un profesor de los rapados presuntamente por la CNTE que negó fueran maestros de la Coordinadora los autores de ese atentado y ahora que un promocional contra AMLO revive esas imágenes, Ciro Gómez se hace como que ya no se acuerda y niega la existencia de una descarada guerra sucia.

Perdido, extraviado por completo, don Enrique sigue pensando que él manda sobre su propia sucesión, sin percatarse de que le están tendiendo la cama porque su futuro encarcelamiento por los escándalos inocultables de corrupción -que dejan los atracos de Elba Esther Gordillo y Joaquín Hernández Galicia como juegos de niños-, lo perfilan como la única pieza sacrificable para calmar los encendidos ánimos de una eventual revuelta popular ante lo que se percibirá como un tercer fraude consecutivo contra Andrés Manuel López Obrador.

Peña no entiende. No escucha a sus verdaderos amigos, como fue el caso de David López, quien trató de convencer a Alfredo del Mazo padre de interceder para modificar de fondo la tendencia irreversible de corrupción y pésimo manejo mediático del peñismo.

Enrique Peña va a España bajo la idea equivocada de que tiene el control, a convencer a Mariano Rajoy de que se publiquen las pesquisas que su gobierno le endereza a Ricardo Anaya por lavado de dinero en Europa, mientras aquí la nomenklatura prácticamente deja sin recursos a los “coordinadores” de la campaña de Meade en todos los estados de la República.

Nunca se había visto que las arcas de los comités estatales y municipales del PRI estuvieran completamente vacías y menos en una elección clave como la multitudinaria en curso, mientras el candidato del Frente PAN-PRD acapara el 75% de los gastos de campaña. Ni siquiera durante los gobiernos panistas de Fox y Calderón podría haberse imaginado una situación así.

Parece que Peña es el único priista que no se ha percatado de que Meade ya es historia y todo el aparato juega para la derrota de López Obrador pero a manos de Ricardo Anaya. Bueno, hay un amigo del Presidente que tampoco se ha enterado del plan maestro de la nomenklatura prianperredista y acaba de cometer la peor de las muchas pifias de su vida, el michoacano Silvano Aureoles.

La mano de Carlos Salinas de Gortari se dejará sentir (como en el “Elbazo” peñista) como una forma espectacular de conferir legitimidad a un nuevo gobierno anayista que será fuertemente cuestionado por su objetable arribo al poder, mientras Peña sigue pensando que Meade será impuesto contra viento y marea. Se le deja actuar porque ello le da credibilidad a la contienda al no balconear descaradamente un acuerdo planchado secretamente donde la cabeza del actual presidente es condición sine qua non para la estabilidad política del país luego del primero de Julio. Al tiempo.

La única alternativa viable para descarrilar esta ciertamente temeraria hipótesis, es otra todavía más audaz: Que Peña haya logrado, a través de Luis Videgaray, un acuerdo secreto con Donald Trump para propiciar una amenaza de golpe militar en México que imponga a sangre y fuego en el poder a José Antonio Meade, en cuyo caso los mal informados serían los cabecillas de la nomenklatura priista, volcados ahora apoyando a Anaya. Ya veremos.

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