martes, marzo 19

Peña negoció con Abarca sacarlo del país. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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El militarismo de AMLO y su pacto con Peña, pudren la verdad histérica de Alejandro Encinas

Parece que ningún militante destacado de la 4té -a pesar de algunas muy dignas trayectorias de lucha social- se atreve a plantear lo que de algún modo pudiera contrariar al Presidente de la República y líder todopoderoso de su movimiento. Tal es el caso de Alejandro Encinas, que tiene que lidiar con la intocabilidad del Ejército y del pacto con Peña Nieto, para esclarecer un tenebroso asunto que solo se puede explicar con la participación de Peña y de las fuerzas armadas.

Es el caso, también, de Ricardo Monreal, por ejemplo, quien prácticamente anuncia que renunciará a su aspiración presidencial en los próximos días por “el mal trato recibido”, pero mantiene ese requisito de adoración al “líder indiscutible”, Andrés Manuel López Obrador, aunque, “tristemente” dice, “un pequeño grupo al que he denominado la nomenklatura se encargó de apoderarse de la toma de decisiones que han contribuido a este desgaste de nuestra organización”.

¿Un pequeño grupo se encargó de apoderarse de la toma de decisiones? ¿Qué significa eso?

¿Que AMLO dejó de ser ese “líder indiscutible” y la nomenklatura morenista lo desplazó en la toma de decisiones?

¿Por eso prefiere Monreal abandonar el movimiento que fundó, en vez de luchar al interior para salvar al líder indiscutible de ese golpe de estado interno que le propinó la nomenklatura?

Don Ricardo explica que nadie es indispensable (¿ni siquiera López Obrador?) y que su salida del movimiento será meramente anecdótica y se olvidará pronto, “pero lo que si debo dejar a salvo es la verdad y el honor y ése es el fondo del episodio que me ha tocado vivir…. Cuando actúas con honradez y dignidad, todo vale la pena”, remata en su despedida.

Si realmente Monreal actuara con honradez y dignidad, debería haber dicho a la nación en su renuncia quiénes son esos revisionistas a los que llama la nomenklatura, cuáles son las decisiones que han tomado para contribuir al desgaste de su organización y, lo más importante, si el “líder indiscutible” forma parte o es una víctima más de esa “nomenklatura“.

Volviendo al tema, tampoco Alejandro Encinas, a pesar de haber sido despreciado por López Obrador para erigirse como candidato al Gobierno mexiquense, ha sido capaz de cuestionar abiertamente la protección que AMLO le da al Ejército mexicano y muy especialmente al general Cienfuegos -disfrazándola de una gesta por la soberanía nacional ante los Estados Unidos-, ahora que ha trascendido el papel fundamental de los militares en la matanza de Ayotzinapa, y la descarada acción de complicidad del fiscal Gertz Manero para nulificar una veintena de órdenes de aprehensión (la mayoría de militares) que había logrado promover Encinas.

El evidente pacto de impunidad que AMLO mantiene, contra viento y marea, con “el licenciado Peña Nieto” -a quien le guarda consideración y respeto- ha sido también determinante para que se pudra la verdad sobre el caso que conmovió al mundo entero y que hoy cumple 8 años de impunidad casi absoluta, a pesar de los esfuerzos de Encinas por ubicarlo como lo que fue, un crimen de Estado y, como tal, tendría que involucrar en la investigación a las más altas autoridades de ese Estado, empezando por Enrique Peña, Salvador Cienfuegos, Ángel Aguirre Rivero y Osorio Chong, para abrir boca.

Encinas volteará para otro lado luego de la nueva revelación de Peniley Ramírez -hecha por el exhorto imprudente del propio López Obrador a que se hiciera público todo lo relacionado con el caso, aunque Julio Hernández juzgue mal a la periodista- en el sentido de que Peña ofreció a José Luis Abarca sacarlo del país y protegerlo si se echaba la culpa del genocidio.

Igual que todos los morenistas que observan con angustia las evidentes desviaciones de un mandatario completamente extraviado, es probable que Encinas no se atreverá a expresar lo que piensa realmente de este enredo monumental.

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