viernes, julio 26

Adoctrinar, no educar. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Antes de irse, Delfina dejó perfilado un proyecto de adoctrinamiento masivo de nuestros niños y jóvenes

Se recomienda la lectura de este breve ensayo con música de fondo de The Wall, de Pink Floyd y School’s Out, de Alice Cooper.

Ciertamente, la escuela capitalista -como el aparato ideológico dominante en México– sirvió como mecanismo de reproducción de las desigualdades sociales, muy lejos del papel asignado por la grandilocuente retórica oficial de “impulsora de la movilidad social ascendente”.

Los maestros -con muy honrosas excepciones- fueron y siguen siendo los agentes encargados de la reprobación y deserción masiva de los niños que ingresan al sistema con un capital lingüístico y cultural diverso al de los hijos de las clases dominantes. Los programas de estudio siempre han estado diseñados para que quienes carecen de ese acervo “exclusivo”, encuentren dificultades a menudo insalvables para superar los obstáculos de evaluación formal y de la ridiculización cotidiana a la que son sometidos con castigos y orejas de burro por parte de maestros al servicio del Estado.

Mediante este mecanismo, los hijos de padres con grados avanzados de escolaridad tienen en la escuela capitalista muchas más posibilidades de ascender en la pirámide escolar, para alcanzar los grados académicos superiores (maestrías y doctorados), que el concomitante sistema capitalista exige para su contratación en los altos niveles de la burocracia pública y privada.

Los niños desertores o reprobados tienen que resignarse a ocupar las más bajas posiciones en la pirámide social y económica, sin la posibilidad de reclamo, porque el sistema les recuerda, en cada trámite laboral, que el Estado mexicano les brindó la oportunidad de estudiar, “pero no la aprovecharon”.

El papel jugado por los sindicatos magisteriales encabezados por la Gordillo y sus secuaces, de respaldar al prianismo en los procesos electorales, mediante maestros “comisionados” encargados de perpetrar los ratones locos y las operaciones tamal, o el descarado robo y quema de urnas (hasta el burdo extremo de formar su propio partido), no significa otra cosa que la extensión lógica de su papel en la escuela de acompañar el encumbramiento de los hijos de las clases dominantes, mediante el larguísimo proceso que Iván Illich identifica como “escolarización”, en su trabajo “La escuela no educa, escolariza”.

Si López Obrador, que se dice de izquierda, comprendiera aunque fuera marginalmente estos elementales conceptos de la Sociología de la Educación, no andaría nombrando maestras de primaria como secretarias de Educación Pública, porque ello equivale a poner a Drácula como custodio de los bancos de sangre, dado el papel de la mayoría de esas maestras de aplicar con rigor (a menudo al extremo de la humillación y hasta el castigo físico, en el proceso de “enseñanza-aprendizaje” -que tanto se exalta a nivel discursivo-), las técnicas propias de un sistema escolar autoritario, memorístico, enciclopédico y represor de la capacidad crítica y lúdica de los alumnos que se practica en la realidad del aula.

Ahora bien, pretender una “reforma educativa” con los mismos “métodos académicos” pero diferentes “contenidos” en los programas, es la peor tontería que pueda imaginar una “mente crítica” preocupada realmente por la educación y no por el adoctrinamiento político.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) presentó el Plan de Estudios de Educación Preescolar, Primaria y Secundaria, que arrancará como programa piloto en el ciclo escolar 2022-2023, el cual tiene un “enfoque comunitario” que articule lo común a partir de lo diverso, y además permita comprender la “lógica colonial” y “mercantil” con que estuvieron operando los proyectos educativos anteriores.

El plan señala que la intención es desarrollar “procesos formativos” que “permitan comprender, durante la educación preescolar, primaria y secundaria, “la lógica colonial que opera en nuestra experiencia humana cotidiana”.

Y es eso precisamente lo que se persigue con la “reforma” obradorista. Convertir los salones de clase, desde preescolar, en pequeñas “mañaneras” donde soldados pedagógicos de la 4té adoctrinarán a niños sobre los daños terribles que programas anteriores de corte “colonialista” (léase “neoliberal”) hicieron sobre sus hermanos mayores y sus padres y abuelos.

No se les facilitarán las herramientas indispensables (sine qua non) para una auténtica educación, como es el buen uso del Internet (que mediante técnicas como la de Sugata Mitra permite la formación masiva de excelencia de niños y jóvenes), sino que se les adoctrinará para que aprendan a usar toda la jerga verborreica del obradorismo sobre lo malos que fueron sus antecesores y lo buenos que son los nuevos apóstoles de la educación, salvadores de la niñez y de la patria.

¡Sonamos!

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