viernes, marzo 29

‘Si hay exclusión en Morena, habrá división’, advierte Monreal. Por Jesús López Segura

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“Es un timbre de orgullo que me excluyan. El del domingo fue un ilegal acto anticipado de campaña”

LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

La movilización de Morena rumbo a 2024, realizada el domingo pasado en Toluca, Estado de México, es un acto anticipado de campaña, realizado con recursos públicos, lo cual está prohibido, aseveró el senador Ricardo Monreal, quien advirtió: si en el partido hay exclusión, habrá división.

“Sostengo con toda ecuanimidad y ponderación, que desde el poder se pueden construir artificialmente candidaturas, pero serán endebles, caprichosas”.

Sin formular acusaciones directas, Ricardo Monreal, “el presidenciable incómodo”, rechaza abierta, tajantemente “la utilización de recursos públicos para las promociones personalizadas”, aunque descartó denunciar formalmente a los protagonistas del acto del domingo en Toluca: “Quiero llevar la fiesta en paz, son compañeros del movimiento. No lo voy a hacer…”

Monreal da, así, un fuerte manotazo en la mesa que los dóciles, fanáticos seguidores de AMLO verán como traición, pero que quiéranlo o no, empezará a tambalear las estructuras autoritarias que la propia 4té ha tejido alrededor de un líder incuestionable, protagonista de un culto a la personalidad muy evidente.

Lo que hemos anticipado aquí, en LA VERSIÓN NO OFICIAL, desde hace meses, ha empezado a ocurrir: la verdadera oposición al obradorismo no puede venir de otra parte que del propio movimiento de transformación que inició el tabasqueño, a partir de las limitaciones evidentes derivadas del ejercicio de un poder emergente, que enfrenta el reto de mover estructuras burocráticas rígidas, forjadas durante décadas de simulación gatopardista, lo que López Obrador ilustra -en su proclividad intelectual bíblica- como un paquidermo inamovible que debe ser empujado con la paciencia de Job.

El gravísimo error de un priismo tan desconcertado que está a punto de la extinción, radica en haberse aliado con lo más granado del conservadurismo extremo, que empata -en el imaginario colectivo- con la corrupción de cuello blanco, por la conocida voracidad insaciable de algunos empresarios insensibles por completo a la tragedia humana de la tremenda desigualdad social en México, por un lado y, por el otro con los remanentes de una izquierda perredista tan resentida con AMLO que son capaces de aliarse con la derecha más reaccionaria.

Si el PRI -partido semillero de las más diversas formaciones partidistas emergentes, y del propio obradorismo- hubiera mantenido algo de su principal y quizá única virtud, a saber, la capacidad de alojar en su seno a corrientes de pensamiento contrapuestas, dándoles oportunidad de alternancia interna en el poder, no estaría sufriendo la debacle terminal que padece, básicamente por haberse arrojado a brazos de la derecha “neoliberal”.

El obradorismo no es otra cosa que la reacción de los viejos militantes del nacionalismo revolucionario priista, arrojados del partido por Miguel De la Madrid, que lograron regresar al escenario del poder en la primavera mexicana del 2018, impulsada por las benditas redes sociales y no, como piensa López Obrador, por un arranque repentino de “generosidad democrática” de Enrique Peña Nieto.

El obradorismo es el intento de demostrar que, dejando de robar a gran escala -como hicieron, unos más que otros, los prianistas- se pueden obtener los recursos para programas emergentes que alivien el dolor de los humildes, aunque se preserven las mismas políticas económicas neoliberales que, como buenos ex priistas, son las únicas que parecen conocer.

El obradorismo es tan antiaborto como podría serlo el Yunque. Tan prohibicionista en materia de drogas que pronto va a generar otro mercado negro de vapeadores. Es mucho más militarista que el Comandante Borolas, y mantiene esa política porque cree firmemente que no habrá en el futuro mexicano un presidente que vuelva a ordenarle a las fuerzas armadas que masacren a la población como hicieron Díaz Ordaz, Calderón y Peña Nieto, entre otros.

AMLO está convencido de que el próximo presidente será un clon suyo que piensa, actúa y hasta habla como él, en “los tiempos perfectos del señor”.

Ensoberbecido en el poder, el obradorismo desciende día con día en el nivel de su discurso, ya de por sí bastante bajo de inicio.

La perorata de hoy sobre la importancia de adscribir a plenitud la Guardia Nacional a la SEDENA estuvo confeccionada, francamente, para un auditorio de muy escasas luces intelectuales: Es muy importante, decía el predicador esta mañana, que la Guardia Nacional no se pervierta como sucedió con la policía federal. La mejor garantía es dejarla en manos de la SEDENA, por razones de disciplina y honradez. Lo importante es que el comandante supremo es un civil [bueno y noble, incapaz de mandarlos a masacrar a la gente]. Su inclusión en la SEDENA evitará que caiga en manos de civiles como García Luna

La imperdonable estupidez del actual dirigente priista, el corrupto e impresentable Alito, radica en que en lugar de poner a sus legisladores a argumentar en contra del casi golpe militar que pretende López Obrador, declara una absurda “moratoria constitucional” que don Andrés despedaza fácilmente con el simple argumento de que, si ya no piensan trabajar, que los legisladores priistas dejen entonces de cobrar sus salarios. Ni a quién irle.

Por eso es que he sostenido que la verdadera oposición tendrá que surgir de las mismas filas del obradorismo. Y naturalmente, por el vicio que AMLO no ha podido desterrar del dedazo y la cargada, como lo vimos el domingo de la exclusión toluqueña, la dupla M&M (Marcelo y Monreal) se pinta sola.

Al tiempo.

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